CríticasPoesía

De atardecida, cielos

 

Fermín Herrero

De atardecida, cielos

 

Los versos de Cordelia, Madrid, 2012

 

Por Ricardo Martínez

 

        Si existe un paradigma de viajero, ese habría de ser el poeta, pues él viaja permanentemente por la indagación interior, por las palabras, por la geografía cambiante, por la realidad y la apariencia… De ahí que me parezcan muy oportunos (y cálidamente emotivos) estos versos leídos aquí: “He sido/ con frecuencia viajero, cuando/ quieto, e inmóvil, cuando errante”.

 

        Confieso haberme sentido sorprendido gratamente por estos versos de íntima y persuasiva elaboración que han dado como resultado un texto limpio, evocador, amatorio en esencia. Un texto rico: de la inmediatez y la memoria, de la reflexión y la duda muy cuidada: “Hacia occidente un ascua/ de lucidez. No basta/ para entender los días, los desmanes/ de abril. La sequedad, que ofusca/ del invierno. Allí está, en llamas, la belleza”.

 

        Hay muchas alusiones, tal como el título anuncia, a la tarde, pero sea entendido en su valor simbólico amén de como paisaje. Ello es lo que otorga a esta poesía su sentido demorado y próximo, la claridad de lo intuido junto a la premonición de una luz debilitada (hermosa) que precede a la sombra. Hay en ella, creo, un canto de amor sin renunciar a la condición implícita de la soledad de quien se expresa: “No basta. Ni la luz/ completa bastaría, de existir,/ de tenerla”.

 

        El viaje, al final de la lectura, permanece. Gozosamente, pues su alusión es una invitación, inexcusable, hacia uno mismo: el lector. “El viaje sirve, acaso, para quien/ sabe poner las cosas en su sitio” ¡Qué alegría cada vez que la poesía como discurso personal, consciente y libre, se hace manifiesta en nuestras letras!

                  

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