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El re-make como forma de recreación estética

 

Por Juan Murillo Bodas

 

Estamos acostumbrados a emplear el término re-make para referirnos a nuevas versiones de películas que ya se han hecho con anterioridad. Sin embargo, el término puede aplicarse a otras manifestaciones artísticas. Así, los músicos versionan sus canciones o piezas favoritas de otros músicos, también  los escritores vuelven a contar las mismas que contaban sus antepasados con las oportunas variaciones.

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Fotogramas de las dos versiones de «Déjame entrar»

Ocurre también que en ocasiones es difícil vislumbrar cuándo nos encontramos ante un re-make, ante una cita u homenaje o un plagio. Lo es porque existe un discurso estético predominante en la era de la postmodernidad que consiste en la asimilación consciente y asumida de modelos, actitudes y formas de crear ajenos.

Por lo tanto, no sería consecuente rechazar toda aquella obra artística que no sea puramente original, entre otros motivos porque las influencias de los artistas del pasado son en ocasiones el sustento para seguir creando obras de calidad; es muy difícil eludir la influencia que  ejercen ciertos cánones, ciertos modelos o ciertas maneras, por decirlo de una forma vaga o abstracta. Estos son inconscientemente imitados y seguirán siendo imitados posteriormente, a esto se une por supuesto que la era actual  audiovisual condiciona ya el proceso de creación antes mismo de producirse, al haberse ampliado  el acceso cuantitativo y cualitativo al mundo del arte.

Mi posición ante un re-make más o menos consciente de, pongamos por caso, una película, es que hay que valorar en él que aporte un punto diferente a la historia, y nos ofrezca  una recreación estética certera de la misma.

Pongamos como ejemplo Let me in, 2010 del estadounidense  Matt Reeves, re-make de la película sueca Låt den rätte komma in (Let the Right One In), (2008) de Tomas Alfredson. En su versión estadounidense consigue trasladar perfectamente la atmósfera de la primera versión pero llevándola a los EE.UU de finales de los años 80 con una acertada planificación y una puesta en escena marcada por el realismo e imprimiendo un ritmo más rápido a la sucesión de los acontecimientos de la película, siendo, todo sea dicho, la primera versión sueca una película más que interesante.

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Fotogramas de las dos versiones de «Psicosis»

En el lado opuesto tenemos la adaptación innecesaria de Pshyco(Psicosis) (1960) de Alfred Hitchcock, realizada bajo el mismo título en 1998 por Gus Van Sant  y que copia plano a plano la versión original, y cuya única variación es que está fotografiada en color, por lo que sobran casi las palabras, ya que no hay ninguna voluntad por parte de su autor de ofrecer nada nuevo al espectador y tampoco se da ninguna oportunidad a sí mismo para superarse o al menos mejorar como artista.

En fin, que los re-makes no son algo bueno ni malo a priori, hay buenos re-makes porque hay buenos artistas que tienen el suficiente ingenio y habilidad para hacer suya la historia que quieren contar  o aquello que quieren recrear en términos genéricos. Por otra parte, los re-makes forzados, aquellos que están condenados al fracaso de antemano, son aquellos que simplemente se inician con una mala decisión del material estético a reelaborar; se trata de rehacer obras cuyo significado y estilo son tan sumamente personales que carece de sentido volver a hacer una versión de los mismos, se busca un gancho para la taquilla sin estudiar antes las dotes del director o la posibilidad de ofrecer un producto de calidad; por desgracia esta práctica abunda en la actualidad.

 

 

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