Álvaro y el caracol de luz
Comenzamos el año con el cuento de una de nuestras alumnas del Taller de creación de Libros Infantiles y juveniles Paz Esteban Cores.
Álvaro y el caracol de luz
Erase una vez un niño llamado Álvaro. Un niño inquieto que se cambió de casa durante unas Navidades, a una casa de campo donde había un río con aguas cristalinas.
El día de Reyes, Álvaro, se encontraba muy contento y sonriente jugando con todos los juguetes que los Reyes Magos le habían regalado. Uno de esos juguetes era la pelota de fútbol con la que jugaba por toda la casa.
-¡Álvaro, no juegues en el salón con la pelota!
-¡Álvaro que puedes tirar la lámpara, ten cuidado!
Vale, mamá, me voy a la terraza a jugar.
Álvaro, jugó un rato en la terraza y de pronto, se encontró con un caracol. Un caracol muy raro, de color verde que tenía concha de color azul.
Ese caracol se llamaba Tolito, e iba caminando muy despacito. Tan despacito iba Tolito que Álvaro lo cogió sin que él se diera cuenta.
El niño empezó a mirarle sorprendido y como le gustó tanto se fue en busca de su madre para enseñárselo.
-¡Mamá, mira!!, ¡ Me he encontrado un caracol de color verde y su cáscara es de color azul!
Su madre se quedó mirando extrañada y le dijo:
Álvaro, lo que cubre al caracol no se llama cáscara, se llama concha o caparazón, y para él es su casa, vive siempre ahí dentro. Pero vuélvelo a dejar donde lo encontraste. Sí, es un animal con colores muy raros, pero, es la naturaleza quien le ha dado esos colores. Déjalo de nuevo en la terraza.
Álvaro se quedó mirando a su madre y le dijo:
-Vale, lo dejo en la terraza, pero ¿has visto qué colores tan raros?
Álvaro, dejó a Tolito en el suelo y siguió mirándole muy curioso, no entendía por qué tenía esos colores que tanto le gustaba.
Tolito, siguió su camino caminando hacia delante pero había una piedrecita pequeña por el camino y se chocó con ella.
Álvaro que oyó a Tolito dijo: ¡Ayyyyyy, qué daño me he hecho!
Álvaro, sorprendido al oír a Tolito, dijo: ¡anda, he oído al caracol quejarse!
Álvaro, se quedó un buen rato mirando y Tolito, que por fin lo vio y le dijo:
“¿Qué pasa, no sabes que algunos caracoles hablamos? Pues sí, soy un caracol marino que vivía en un río y estoy aquí en esta terraza porque una niña que antes vivía aquí me hizo una casita y estoy muy feliz. Ella me encontró en el río y como le gusté tanto se quiso quedar conmigo y aquí estoy”.
Álvaro muy contento contestó: “Nunca había visto un caracol que hablara y me gusta mucho porque así tengo a alguien con quien hablar”.
Al día siguiente, Álvaro se levantó pronto y se fue a jugar a la terraza para ver si veía a su nuevo amigo el caracol. Tolito, salió de su casita y le dio los buenos días. Álvaro hizo lo mismo y como era tan curioso, quería preguntarle muchas cosas y saber más de él.
Se pasó un buen rato con Tolito.
-Caracol, ¿Cómo te llamas?
-Me llamo Tolito, -dijo el caracol
-¿Por qué tienes esos colores tan bonitos?
El caracol le contestó diciendo:”Me ves con estos colores porque en el río donde vivía había dos vasitos con pintura de color verde y de color azul. Y, yo, como soy tan curioso me metí en cada uno de ellos y mi concha al salir, se quedó pintada de esos dos colores”.
Aunque ya habían pasado varios días desde que la concha de Tolito se pintara de verde y azul, por lo que se había secado y nunca más se pudo quitar.
Y a Álvaro, le hizo gracia pero se quedó pensativo y le preguntó: “¿Te gusta ser un caracol de colores?“
Tolito, le dijo que sí, le gustaba mucho ser diferente y le empezó a contar su historia: Álvaro, siéntate porque tengo mucho que contarte, pasé muchas aventuras. Ya verás cómo te gusta. Tolito, entonces empezó a contarle cómo fue su vida:
“Los caracoles como yo hemos habitado en los mares desde hace 600 millones de años y en la actualidad sobrevivimos unos 100 caracoles de mi especie. Podías ver a caracoles de todo tipo de colores, el mar era un lugar lleno de colorido y muy bonito para observar por los buceadores.
Pero un día ocurrió algo increíble que no me podía ni imaginar. Todos los caracoles empezamos a oír ruidos sin saber qué podían ser. Poco a poco el sonido fue más y más grande y, por fin, nos dimos cuenta de que estaba lloviendo. Caían gotas de agua sin parar y nos asustamos porque no estábamos acostumbrados ya que donde vivíamos era un lugar muy tranquilo. De pronto, todo empezó a dar vueltas y nos movíamos de un lado a otro sin saber dónde podíamos acabar. Todo comenzó a revolverse y resultó que era un remolino que entró en el mar.
El cielo estaba muy enfadado y un buen rato después se fue tranquilizando pero muchos de los caracoles acabamos fuera del mar, Nuestro lugar de origen”.
Tolito hizo una pausa para descansar:
Otros caracoles no sobrevivieron y murieron. Lo único que quedó de ello fueron sus conchas que terminaron arrastradas en una playa. Conchas que los niños cogían porque eran de muy diferentes formas y con unos bellos colores y eso les gustaba mucho.
También los adultos cogían conchas porque además de gustarles éstas, también servían para vender o para ponerlas en las casas como adorno.
Álvaro, estaba muy contento porque estaba aprendiendo mucho de los caracoles pero su madre le llamó para que fuera a comer, ya era tarde. Su madre no entendía qué es lo que estaba haciendo en la terraza tanto tiempo y le dijo: Álvaro, te vas a quedar frío estando tanto tiempo en la terraza. También puedes jugar en tu habitación.
Álvaro, le contestó y le dijo que estaba con el caracol que se había encontrado.
Entonces Tolito, le dijo: No te preocupes, otro día te sigo contando mi historia .
Al cabo de dos días Álvaro se levantó pronto de la cama y cuando terminó de vestirse y desayunar se fue a la terraza para jugar y hablar con Tolito, porque estaba con muchas ganas de que le contara cómo seguía la historia.
La casita de Tolito era una pequeña seta que la niña le había construido cuando vivía en la casa donde ahora vive Álvaro. Estaba muy contento porque así además de tener su caparazón con el que se cubría su pequeño cuerpo, tenía una casa y así no se mojaba la concha pintada de color verde y azul. La terraza era grande y Tolito podía dar paseos y ver todas las plantas que ahí había. Le gustaba mucho porque se parecía un poco a donde antes vivía en el mar.
Álvaro llamó a Tolito: ¡¡ Tolito, -Tolito, ¿dónde estás? ¡Quiero jugar contigo y que me cuentes más cosas!!
Él no contestó, de repente se encontró fuera de la seta y se despertó. Había dado un paseo para ver una bonita planta que parecía un coral de color rosa.
Álvaro, volvió a llamarle: ¡¡Tolito, Tolito ¿dónde estás? No te veo.
El caracol salió y le dijo: Buenos días Álvaro, perdona, estaba dando un paseo, me paré a ver esta planta que estaba aquí y me he quedado dormido. No he dormido esta noche muy bien porque he tenido una pesadilla. Déjame que te cuente cuál fue mi pesadilla y así te sigo contando mi historia.
Tolito y Álvaro se alejaron de la planta y el caracol siguió contándole qué le había pasado:
– Álvaro, te voy a contar lo que me pasó y cómo sobreviví después del espantoso remolino de mar. Si recuerdas, te conté que algunos caracoles murieron y quedaron arrastrados en la orilla de una playa, ¿verdad? Pues yo tuve mucha suerte y acabé en una roca, una gran roca en la cual me hice mayor. Mi cuerpo y mi concha crecieron y crecieron tanto que todas las personas que veía por el mar nadando me podían ver.
– ¿Pero qué te pasó?, preguntó Álvaro, ¿Por qué dices que fue una pesadilla?
La aventura no termina ahí contestó Tolito… Estaba yo tan tranquilo viendo a las personas nadar y de pronto unas pequeñas olas no me dejaban ver nada. Eran olas con el agua muy sucia y eso no me gustó nada. Me metí en mi caparazón y me quedé más tranquilo hasta que ya se fueron.
De pronto, la mamá de Álvaro entró en la terraza y vio a Álvaro con el caracol.
Álvaro se quedó sorprendido porque no esperaba que entrara su madre. Dejó al caracol a un lado y le preguntó: Mamá, ¿Qué quieres?
-Nada hijo, sólo quería ver qué hacías.
Y el niño contestó : Nada, solo estoy aquí jugando.
Álvaro no quería que su madre se enterara de que el caracol podía hablar porque le diría que eso no existía, que no había caracoles que hablaran
Cuando la mamá se fue, Álvaro siguió hablando con el caracol:-Tolito, sigue contándome qué paso por favor.
Entonces el caracol prosiguió con su historia: “Salí de caparazón y el sol brilló tanto que poco a poco mi caparazón se quedó blanco, sin color, mi pequeño cuerpo se quedó muy delgado y un poco quemado. Pasé unos meses muy triste. Lo único que podía hacer era comer algas marinas que se quedaban pegadas en la roca debido al movimiento que había en el agua.
-¿Y no te podías mover de ahí? -preguntó Álvaro.
-No, no podía. Tenía que estar sin moverme y al menos tenía comida, una comida muy sabrosa.
Durante varios días Álvaro se marchó con su mamá a visitar a sus abuelos que vivían en el pueblo y Tolito se encontraba muy solo en la casita que la niña le había construido.
La última vez que Álvaro había hablado con Tolito no había terminado de contarle su historia y quería saber el final. Por eso cuando Álvaro volvió a su casa con su mamá se alegró de ver otra vez a Tolito.
Se habían hecho muy amigos pero Tolito, no quería hablar mucho. Estaba un poco enojado con él porque no le dijo que se iba a ir y que no le vería en varios días. Álvaro le dijo que tenía que irse a ver a sus abuelos y que lo sentía mucho. Estaba deseando saber cómo continuaba su historia.
Entonces Tolito, se puso contento y siguió contándole lo que había pasado:
“Después de esas olas que hubo mientras yo estaba en la roca sobreviviendo de pronto empezó otra vez a haber movimiento en el agua y yo me asusté. Me metí en mi caparazón y una inmensa ola me arrancó de la roca arrastrándome hasta la orilla de la playa junto a otros muchos caracoles. Ahí me quedé mucho tiempo enterrado en la arena viviendo en mi caparazón.
Un día, un niño que jugaba con su pala nos encontró debajo de la arena y nos metió en un cubo. Nos llevó a un río porque decía que estábamos todos dentro de nuestro caparazón y que no salíamos si no nos metía en el agua. Pensaba que llevándonos al río saldríamos pero no fue así. Así que nos quedamos todos a vivir en el río.
Pasados unos años Tolito seguía viviendo en el río y ya el niño no iba por allí en busca de los caracoles.
Un día salí de mi caparazón, y me fui a ver qué cosas nuevas me podía encontrar. Estaba muy contento porque otra vez volví a ser libre para vivir nuevas experiencias. A lo lejos vi algo muy raro y sin pensarlo fui a ver qué era. Eran dos vasitos pequeños que alguien había tirado al río. Cuando me acerqué vi que dentro había pintura y quería meterme en ellos.
Uno tenía pintura de color verde, y como ese color me gusta tanto, me metí sin pensarlo. Salí con mi concha pintada de ese color y cuando me metí en el otro vaso mi concha también se pintó de color azul. Así que esta es la razón por la tengo la concha de dos colores.
-¡Ah! Ahora sé porque tu concha tiene esos colores tan raros, dijo Álvaro.
Pero ahí no acaba la historia Álvaro, le dijo el caracol.
-Mañana te seguiré contando porque ahora tengo ganas de dormir. Hemos dado un buen paseo.
Durante la noche Tolito se quedó dormido y cuando ya estaba en un profundo sueño su caparazón empezó a emitir su propia luz. Él se despertó de pronto y vio que su caparazón daba mucha luz de verde azulada. Recordó que cuando vivía en el mar haya ya mucho tiempo, si se acercaba algún depredador, su concha se iluminaba consiguiendo alejar el peligro gracias a la intensidad de su luz. Y gracias a la pintura de color verde y azul que había teñido su gastada concha blanca.
Esa noche cuando se despertó pensó que no muy lejos había una hormiga. A Tolito estos insectos le daban mucho miedo pero estaba tranquilo porque eso significaba que no podía hacerle nada.
Hasta la tarde del día siguiente, no fue a la terraza porque se quedó jugando con la pelota de fútbol y los demás juguetes.
Tolito, todavía estaba en la seta descansando pero salió a ver si estaba su amigo, y en efecto, ahí estaba. Con muchas ganas de seguir escuchando la fantástica historia del caracol de dos colores.
-Hola, dijo Tolito. ¿Qué tal estás?
-Muy bien, -dijo Álvaro. He estado jugando esta mañana en mi habitación porque mis papás me regalaron muchas cosas en el día de Reyes y desde que te he conocido no he vuelto a jugar con ellos. Y mi mamá me dijo que si no los quería que los íba a dar y yo eso no quería que pasase.
-Ah, bueno, -dijo el caracol. Tienes que jugar con los juguetes que te regalan y disfrutar con ellos. Si te pasas todos los días hablando conmigo, tus papás se quedarán extrañados de que estés tanto tiempo en la terraza sin juguetes con los que jugar. Sólo trajiste una pelota de fútbol el otro día… Bueno, ¿quieres que te cuente el final de mi historia?
-¡Sí, sí! Quiero saber cómo acaba dijo Álvaro con una gran sonrisa.
-Pues bien, cuando acabé de ver todas las maravillas que había en el río salí de él para asentarme en la tierra.
Yo soy un caracol marino que también puedo vivir en la tierra. Y cuando estaba descubriendo todas las maravillas que había fuera, una niña me encontró. Se llamaba Paula, vivía donde vives tú ahora y me cogió porque se quedó tan sorprendida como tú por los colores que tenía y también le gusté mucho. Así que me llevó a la que es ahora tu casa y me hizo la casita, esta seta.
Pasado un tiempo, Paula se fue de la casa con sus papás porque íban a vivir a otro lugar. No podía llevarme con ella y se despidió de mí un poco triste.
Por eso estoy aquí viviendo. Durante el tiempo que he estado solo en esta terraza todo ha ido muy bien y te voy a contar un secreto de porqué me ha ido bien.
Por las noches mi concha emite luz de color verde azulada que me sirve para protegerme de los enemigos que quieren hacerme daño. Por ahora ningún animal se ha portado mal conmigo.
Álvaro puso cara de sorpresa, ¡no sólo se había hecho amigo de un caracol que hablaba, sino que también tenía luz!
Tolito le dijo: Una noche de verano cuando haga mucho calor si quieres te enseño la luz de mi concha. Es algo impresionante que la pobre Paula no pudo ver nunca porque no se lo pude decir.
Llegó el verano y Álvaro se olvidó de Tolito porque se había ido a pasar unos días de vacaciones a pasar unos días al pueblo de sus abuelos.
Tolito seguía solitario curioseando todas las plantas que veía por la terraza y justo antes de terminar el verano Tolito regresó a la casa de campo.
Fue rápidamente a la terraza a ver a Tolito y le vio dando un paseo.
-Hola Tolito, ya he llegado de las vacaciones. Me lo he pasado muy bien con mis abuelos.
-Me alegro mucho Álvaro, yo he estado muy tranquilo esperándote porque no sé si te acuerdas que te quería mostrar el secreto que te conté. Esta noche a la hora de las brujas ven sin que tus papás se enteren y te demuestro cómo luce mi concha.
A las doce horas, la hora de las brujas y Álvaro sigilosamente se levantó de la cama y descalzo para no hacer ruido se fue hasta la terraza. Abrió la puerta con cuidado y se quedó esperando a que Tolito saliera de su casa para enseñarle la luz.
En voz baja le llamó: ¡Tolito, ya estoy aquí para que me enseñes la luz de tu concha!
El caracol salió muy despacito y aprovechando que estaba fuera de la seta por la noche y para encontrase seguro se encendió poco a poco. Era una bella luz que iluminaba toda la terraza.
Álvaro se quedó sin poder decir nada por la sorpresa que le dio ver esos dos colores tan bonitos mezclados entre sí.
Pasaron muchos años y Álvaro se hizo mayor y quiso estudiar biología, acabó creando un centro para la protección de los caracoles marinos de luz. Fue tan increíble la historia que vivió con su amigo Tolito, que al hacerse mayor creó un centro especial dedicado a la conservación de esta especie.
Hoy Álvaro, es muy feliz. Aprendió muchísimo y es muy feliz investigando y aprendiendo cada día más sobre los amigos de Tolito, su caracol marino.