The Master (2012) de Paul Thomas Anderson
Por Alberto Quintanilla
Paul Thomas Anderson no es un cineasta cualquiera. Ya lo demostró con su obra cumbre, Magnolia, donde no dejaba indiferente y mostraba a un Tom Cruise abanderado en temas sexuales cual gurú extravagante y televisivo en la adormilada sociedad estadounidense. Además de Magnolia, títulos tan poderosos como Pozos de ambición o Boogie Nights confirmaron que Paul Thomas Anderson es un cineasta con una peculiar visión de la vida pero sobre todo con una positiva virtud: posee gran personalidad como realizador. Eso es muy importante porque de algún modo deja huella y narrativa y visualmente cumple con creces.
Con The Master, la polémica sigue servida. No solo Paul Thomas Anderson recorre caminos inextricables y confusos. Va más allá. Es posible que mantener la atención en todo el filme sea difícil, siendo más que probable que muchos detalles se pierdan en el camino. Pero también es imposible permanecer impasible ante el excelente duelo actoral de Joaquin Phoenix y Philip Seymour Hoffman, dos grandes genios vivos de esa cosa llamada “interpretación”.
Realmente no debe ser nada fácil reunir a dos de los mejores actores vivos del momento. Los dos son quizá los más valorados de la actualidad, con permiso de otros grandes monstruos como Daniel Day Lewis, Sean Penn u otros que vienen despuntando fuerte como Ryan Gosling o Michael Fassbender.
En The Master, Freddie Quell (Phoenix) es un inadaptado social con graves secuelas psicológicas tras combatir en la Segunda Guerra Mundial. Perdido y abandonado del mundo, solo ve sexo y violencia en su cabeza y no logra adaptarse a la vida que se abre ante él. Su carácter histriónico, extremo y alocado llega por casualidad a cruzarse con Lancaster Dodd (Seymour Hoffman), una especie de gurú religioso y espiritual que tiene bastantes similitudes, según los entendidos, con esa religión llamada cienciología. Para el alienado Quell, este líder es una especie de oasis de salvación. Las peroratas de Dodd pretenden experimentar con su nuevo paciente y éste es reclutado en un nuevo sistema familiar y jerárquico, algo extraño.
Hay un pulso continuo entre ambos actores y de ahí brota lo mejor de esta película, que podría haber sido mucho más pero también mucho menos. A ratos perdida en algunos limbos que alejan al espectador de la historia, no puede decirse que sea la película más redonda de Anderson pero realmente ofrece un curioso punto de vista peculiar sobre la moral humana y todo lo que tiene que ver con la conciencia social. Y además, cuenta con dos actores de lujo que vuelven a brillar, porque estos dos nunca fallan. Incluso la joven Amy Adams, tercera en discordia, destaca también en un papel algo secundario en el que se echan de menos más planos junto a los dos citados colosos que se comen la pantalla.
Phoenix y Seymour Hoffman. Seymour Hoffman y Phoenix. La película son ellos. Los dos salen ganadores y los espectadores que sigan sus trayectorias, también. Por último recordar que The Master triunfó en la Mostra de Venecia, siendo León de Plata a la mejor dirección. Además, como era lógico, se llevó la Copa Volpi a la mejor interpretación masculina, concedida ex aequo a sus dos protagonistas.