El embargo de Santiago Roncagliolo
Un escritor preso de la burocracia
El escritor peruano Santiago Roncagliolo sufre con las disposiciones de la banca española.
“Si Kafka fuera peruano sería costumbrista”, explicaba Santiago Roncagliolo durante una entrevista con Revista Ñ hace 4 años. Por estos días, el autor de Abril Rojo y jurado del Premio Clarín de Novela comprendió que podría hacer extensiva su máxima a España, el país en el que vive hace más de una década.
En un artículo publicado en el diario La República , de Perú, relató la angustia que le provocó recibir un mensaje de su banco que decía: “diligencia de embargo”. Así se enteró que los 10 mil euros que guardaba para sostenerse durante el año que le lleva escribir una novela habían desaparecido sin ninguna razón aparente. “Desapareció hasta el último centavo. Decidí ir al banco directamente a pedir explicaciones. Tenía tanta angustia que tomé un taxi”, relató. Pero el banco ya no estaba allí, se había mudado. “Volví a casa y busqué mi cuenta en la banca on line. Pude acceder, pero sólo había un cartel: no figura ningún contrato actualmente”.
Desesperado, después de peregrinar por distintas dependencias, Roncagliolo llamó a su contador: –¿Se puede saber qué has hecho? Me han embargado. No tengo dinero ¡Nada!
–Imposible. Todo está en orden.
–Nada está en orden. Ha desaparecido todo lo que tengo.
Sólo después de que el contador fuera a la agencia tributaria, Roncagliolo supo cuál era el problema: su despacho no tiene buzón particular y todas las cartas llegan al buzón general. Al no encontrar un buzón específico, nunca llegaron las de la agencia tributaria que requerían confirmar información. “El siguiente paso legal no es localizarme por otra de las miles de vías posibles –mail, domicilio, gestor –sino embargarlo todo”.
Ahora, con la maquinaria burocrática en marcha, Roncagliolo deberá pagar 3 mil euros y, el resto, será deducido de sus futuras ganancias. “Mientras escribo esto, trato de que alguien me preste dinero. Si la cuenta está en blanco, me cortarán la luz, el teléfono y el agua. Cuando consiga eso, tendré que resolver cómo escribir otro libro”. Ahora, asegura, lo sabe: “Tu dinero son numeritos en una pantalla, y el control de la pantalla lo tienen los banqueros y los políticos. Un error, un azar, un suspiro… Y la pantalla se apaga”.