Ellos tienen blog: Luis Sevilla

 

La casa en penumbras

El miedo, sobretodo el que tenemos injustificado dentro de nosotros mismos, es un enemigo salvaje. Sin embargo ese tipo de miedo es como caminar en la oscuridad de un largo pasillo: si lo caminas te das cuenta de que ahí no hay nada: los bosques no son sino paredes, los fantasmas los has imaginado, los amantes rotos lo están no por tu miedo, sino porque todo se gasta: el vértigo de tu paseo no es más que una sensación de caída desde suelo firme, y nunca caes, es imposible caer: sólo es suelo y tus manos se agarran a la pared como un niño a una madre, todo el alcohol que te has bebido sólo lo has hecho para dormir por las noches y no para afrontar ese miedo.

 

Sin embargo nada de eso se ve cuando tienes un buen trabajo que no pierdes, una casa que no te importa porque siempre la has tenido, alguien que te abraza a veces y otras estáis desnudos y un gemido abre la puerta a la fantasía de otros hombres y otras mujeres, ese pasillo que nunca recorrerás porque ahí existe otro miedo: la vergüenza social, la esquelética desnudez de quien cree que un amor roto es romper varios lazos y destrozar con uñas de clavos una parte íntima de la ciudad: los padres del otro, los sobrinos del otro, los amigos del otro: las tardes en el cine, esas veces en el hospital en nacimientos y operaciones, bautizos, comuniones, bodas, la letra del coche, el garaje, el alcohol que te bebes con todos esos amigos que en realidad no te importan y que te ven como alguien encantador, sin miedos, sin problemas, sin más vida que la alegría y un buen traje que ponerte: ese miedo nunca vencido es mentir siempre pero bien vestido. Como cuando nunca dices nada de ti mientras se equivocan los que hablan, esos que parecen ese enemigo salvaje.