Soliloquio urbano
Por Jesús Villaverde Sánchez. (@jesusvs_txetxu)
Ciudad abierta. Teju Cole. Acantilado. Traducción de Marcelo Cohen. 296 páginas. 22 €.
Las ciudades, al igual que la mente humana, son laberintos repletos de conexiones, callejones sin salida y cambios de sentido. Algo así ocurre con la Literatura, que nos lleva tanto por anchas calles rebosantes de luz como por estrechas vías en las que nos agobiamos con facilidad.
Teju Cole nos habla en su Ciudad abierta de todo esto. Y lo hace de una forma en la que parece que nunca pasa nada. Tal vez una de las tareas más meritorias, y complejas, del escritor sea la de contar algo de forma que parezca que ha sido sencillo hacerlo. Un buen amigo me enseñó la expresión novela de paseo para esas obras en las que aparentemente no sucede nada, cuyo poso va formando una mancha inolvidable en el lector. Esta Ciudad abierta es, sin duda, el claro ejemplo de ese subgénero.
Julius es un psiquiatra nigeriano que vive en Nueva York. Su vida se desarrolla entre el hospital y sus ratos libres, que gasta paseando por la ciudad, en museos y cafés. Mientras la rutina de Julius acontece, su pensamiento fluye. Y ese pensamiento, un soliloquio pasado por el filtro de la razón, que por momentos roza el fluir de la conciencia, es el grueso de Ciudad abierta.
La voz y la mirada del narrador son los elementos que marcan la diferencia en esta obra. Sin embargo, la reflexión también ocupa un importante cajón, como no podía ser de otra manera, en la mente del psiquiatra. A medida que sus paseos avanzan, Julius recuerda su pasado en Nigeria, su relación con su madre o las conversaciones que mantuvo con personajes variopintos, de naturaleza diversa, entre las que destacan un diálogo sobre las consecuencias y los motivos del 11S o una digresión sobre la situación de los inmigrantes en Europa.
El autor de origen nigeriano no evita, ni mucho menos, los temas comprometidos. El terrorismo islámico, las dictaduras sostenidas por Occidente o el problema entre judíos y palestinos desfilan por las páginas de la novela como cuchillos afilados que no llegan a herir. Ciudad abierta discurre con ritmo pausado, casi como si fuese a detenerse en cualquier momento, y ni siquiera los giros, bruscos y violentos en algún caso, hacen que pierda un ápice de lirismo.
La introspección constante de Julius, cargada además de flashbacks y flashforwards, nos muestra una novela de pensamiento, eso sí, muy alejada de la imagen pedante y presuntuosa que solemos advertir cuando sale a la palestra esta expresión. Un texto lleno de arrugas, de textura suave, e incluso de apariencia frágil en ocasiones, que nos lleva de la mano a un final, unas últimas frases, acordes con el resto del camino.
Ciudad abierta, galardonada con varios premios norteamericanos (PEN/Hemingway, New York City Book Award for Fiction y el Rosenthal de la American Academy of Arts and Letters), quedará en la memoria literaria como una de las mejores novelas de 2012.