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Vila-Matas hace de Bob Dylan la metáfora de ser muchas personas

«La ficción también nos da la posibilidad de ser aquello que somos para tratar de saber quiénes somos» «Creo que la inspiración literaria es una cuestión de codos y puños en el escritorio», asegura el escritor Enrique Vila-Matas.

La literatura permite la posibilidad de ser lo que no somos. Ya dijo Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), en su última novela, que el arte es también escapar de lo que creen que eres o de lo que esperan de ti. En Aire de Dylan, la nueva publicación del escritor español, el autor utiliza el juego de ser otros, el eterno baile de las máscaras que nos caracteriza.

Vila-Matas hace del músico Bob Dylan su metáfora de ser muchas personas a la vez. Vilnius, uno de los protagonistas de la obra, es un joven cineasta -de apariencia física similar al compositor estadounidense- que hereda los recuerdos de su padre muerto. La originalidad, la sucesión, la memoria, la búsqueda de la voz propia. Todos temas que están en la ficción del catalán.

A Vila-Matas, en un momento, se le tildó de escritor maldito. Ahora, el propio narrador ha dicho que ya ha dejado de lado muchas posibilidades de ser. «Hace ya tiempo que en mí una voz propia se abrió camino en medio de la gran maraña de las influencias. La experiencia de escritura de Aire de Dylan ha sido muy especial. Me dejé llevar, como si permitiera que alguien me dictara de vez en cuando alguno de los capítulos. Nunca había escrito una novela en la que me dejara llevar tanto. A veces hasta me sorprendió a mí mismo alguna de las cosas que en ella pasaban. Es inquietante lo que se esconde, se agazapa en nuestras mentes: vivimos sin llegar a conocer apenas nada de lo que somos capaces de imaginar, de pensar. Esta novela me ha dado más de un susto y me he quedado más de una vez perplejo, sorprendido conmigo mismo», dijo el autor barcelonés.

William Shakespeare, Francis Scott Fitzgerald, los hermanos Joel y Ethan Coen, Dylan. El libro de Vila-Matas está cargado de referencias artísticas. Como para hablar de la literatura como un ejercicio de palimpsesto, de escribir sobre lo ya escrito. «El mejor ejercicio de palimpsesto que conozco es Petersburgo, la gran novela de Andrei Biely. Mis referencias culturales pueden parecer a veces excesivas, pero en Aire de Dylan están muy estratégicamente repartidas y ayudan a comprender el fondo de la historia, aunque se puede prescindir de ellas y no pasa absolutamente nada. Con el tiempo he aprendido a tranquilizar a mis lectores», agregó el también autor de Suicidios ejemplares.

El Vilnius del libro prepara un Archivo General del Fracaso. Es una suerte de Oblomov, el gandul de la literatura rusa, que se dedica a no hacer nada. Vila-Matas, a diferencia del personaje, tiene claro que un escritor debe escribir a pesar de la certeza del fracaso. «De Aire de Dylan escribí primero el borrador salvaje, digo salvaje por las sorpresas que me llevé conmigo mismo. Cuando uno tiene un borrador, ha de pensar que allí está todo, no tiene que buscar nada más. A partir de ahí, comencé a reordenar la historia, a estructurarla, a civilizarla. Ahora veo que el hecho de que todo se enlace con naturalidad se debe a un trabajo intensísimo de correcciones y correcciones del borrador inicial. Está claro que soy de los que se educó en la cultura del esfuerzo, como Lancastre, mi personaje. Creo que la inspiración literaria es una cuestión de codos y puños en el escritorio. Horas y horas de tejer pacientemente una historia inventada desde el principio hasta el final. Sabiendo, sí, que vas a fracasar. Pero ya lo decía Roberto Bolaño: aún sabiendo que perderás, debes salir a combatir como un samurai. Es la grandeza de este oficio».

Vila-Matas no sólo combate. También trata de hacer reír. Todas sus novelas buscan la reflexión y el entretenimiento. Desde el mismo epígrafe, que le atribuye al francés Pierre Reverdy («Necesito tanto tiempo para no hacer nada que no me queda tiempo para trabajar»), ya hay algo de humor negro. El propio autor dijo, en una entrevista reciente al diario El País, que a veces se llega al arte sólo para pasar el tiempo.

El también cuentista intenta lograr un equilibrio en sus textos: humor y filosofía. «Es necesario unir las dos cosas. Porque, por un lado, si no atrapas al lector, sólo conseguirás que no te lea, y la historia de la literatura está llena de dramas y rencores de narradores vanguardistas o muy reflexivos que no fueron leídos y se desesperaron y creyeron que la culpa era de los otros. Pero esto es como si llamas a un amigo por teléfono y sólo tartamudeas. ¿Qué esperas que haga tu amigo? Te colgará. Digo esto porque creo que hay que saber atrapar al lector y, al mismo tiempo, sin renunciar a nada, colarle tu pensamiento, dejar que se infiltre tu discurso reflexivo. Todo esto exige un cierto equilibrio que algunos imitadores hispanos de (Thomas) Pynchon -unos señores muy engreídos, por otra parte-, son incapaces de alcanzar, aunque sospecho que tampoco les importa demasiado no tener lectores porque para algunos lo que cuenta es que te inviten a la delirante y zarrapastrosa Feria de Guadalajara, un foco de no escritura muy notable», agregó el ex crítico de cine de Fotogramas.

Aire de Dylan también rescata otra de las utilidades de la literatura: la ficción para insinuar la verdad, a lo Hamlet (metaficción, le dicen algunos). «No hay mejor forma de buscar y hasta de encontrar la verdad que la ficción», concluyó Vila-Matas, que cree que también vamos a la escritura para tratar de saber quiénes somos. La literatura como otra forma de agrietar las máscaras.

 

Fuente: El Universal

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