Primavera Club. Barcelona, 6 / 7 / 8 de diciembre de 2012
Por Elisenda Hernández Janés.
Nos despedimos del Primavera Club de este año con una sensación agridulce. Por una parte, con el buen recuerdo de las actuaciones vividas que nos tiene todavía repasando setlists y canturreando canciones recién descubiertas. Por otra, con la rabia que nos provoca la noticia de que, debido a las muchas dificultades con las que se ha topado este año la organización (problemas con licencias, reubicaciones a última hora en locales de aforos mucho menores y, por supuesto, la subida del IVA que se ha llevado ya por delante varias empresas culturales), éste ha sido el último año que se celebrará en España, trasladándose en los venideros a Francia y Portugal. Así, a los ingenieros, arquitectos, investigadores, médicos y talentos de todo tipo que a diario huyen de nuestro país en busca del mejor trato que merecen (y reciben) fuera, se les une ahora los emprendedores culturales cuya iniciativa no sólo nos proporciona grandes alegrías sino también crecimiento en todos los sentidos. Sabemos muy bien a quiénes tenemos que agradecérselo. Malas sangres aparte, me centraré en lo que nos ocupa: los conciertos memorables que nos llevamos con nosotros.
CATS ON FIRE (Jueves 6, Arteria Paral.lel)
Desde el primer momento en que este grupo de finlandeses se cruzaron en mi camino ─gracias al empujón que les dio en nuestro país la promotora Fika Sound─ quedé prendada de su sonido y escucharlo en directo en la noche del jueves fue, sin duda, la mejor manera de inaugurar el festival. Capitaneados por un simpático joven de rasgos delicados, expresión risueña y voz melancólica, el cuarteto cumplió más que satisfactoriamente. Su brillante repertorio (en el que destacaron temazos como Our Centre Back, Higher Grounds o Tears in your cup) vino acompañado de una puesta en escena cercana que desmontó felizmente los tópicos sobre la frialdad nórdica (de la que, por otro lado, sí hacen gala algunos de sus colegas escandinavos con grandes discos pero muy insípidas actuaciones). Con la nostalgia lánguida de los Smiths y la inocencia primaveral de Belle and Sebastian, la de Cats On Fire es una música que encandila como una caricia. Pop delicioso con el que poner banda sonora a optimistas días de sol pero también regodearse en la poesía de una noche fría. Muy buen sabor de boca y muchas ganas de verles pronto de nuevo.
Cats on fire. Foto: Damià Bosch (Archivo Primavera Sound)
REDD KROSS (Viernes 7, Arteria Paral.lel)
El viernes nos entregamos a Redd Kross que, tras quince años de silencio, han entrado de nuevo en nuestras vidas por la puerta grande con un discazo llamado Researching the blues. Sobrados de carisma y garra rockera, los hermanos McDonald y sus secuaces tomaron el escenario y dieron caña ininterrumpida durante un concierto que nos hizo bailar y ondear melena como adolescentes que no saben del mañana. Combinando canciones de este último disco (Researching the blues, Uglier, The Nu Temptations o Stay away from downtown) con grandes de sus temas antiguos (Frosted Flake, Lady In The Front Row, Crazy world, Annie’s gone, Pretty Please Me), los de California se apropiaron de nuestras almas como mejor saben hacerlo, a base de estribillos y guitarrazo limpio. Un conciertazo en toda regla que nos recordó que la edad se lleva en el corazón y que las buenas melodías y el espíritu del rock pueden con todo. Larga vida a Redd Kross, por siempre jóvenes e invencibles.
LOS PLANETAS (Viernes 7, Sant Jordi Club)
Los Planetas nunca han sido la alegría de la huerta, eso está claro. Aún así, uno esperaba que convertidos ya en grupo de culto, con un cartel plagado de amigos en una noche en la que ellos eran los absolutos protagonistas, fueran capaces de animar más el cotarro que lo que hicieron en la noche del viernes. El suyo fue un concierto irregular que despertó opiniones encontradas. Para los fanes más incondicionales fue un reencuentro histórico tras año y medio sin pisar los escenarios, un regalo generoso que les permitió corear sus grandes canciones de siempre y les hizo flotar en su característica distorsión envolvente salpicada de romanticismo de perdedor. Para otros, entre los que me incluyo, fueron dos horas de actuación apática, bola de sonido deslavazada, letras ininteligibles y lamentos lánguidos que en algunos momentos rozaban el tedio. Pero no es como si no nos hubieran avisado, eso es lo que han hecho siempre y, en realidad, la esencia misma de su estilo único. Aún así, ni los más escépticos pudimos dejar de emocionarnos con grandes joyas como Alegrías del incendio, Segundo premio, Pesadilla en el parque de atracciones o, por supuesto, Un buen día.
Los Planetas. Foto: Dani Canto (Archivo Primavera Sound)
ANTONIA FONT (Sábado 8, Arteria Paral.lel)
Cuando llegamos al Arteria Paral.lel la noche del sábado quedamos algo sorprendidos al encontrarnos el teatro lleno de butacas y el escenario cuidadosamente preparado con una maraña de bicicletas colgadas de las paredes. Los mallorquines quisieron que escucháramos sentados los cuarenta temas que conforman su último disco Voste es aquí y, si en un principio acogí su propuesta con cierto recelo, pronto me di cuenta de lo acertado de su decisión. El último disco de Antonia Font requiere de atención. No porque sea rebuscado ─las melodías de Joan Miquel Oliver siguen haciéndose querer─ sino porque al ser tan cortas las canciones que lo integran (la media de duración no sobrepasa el minuto y medio), no dejan lugar para la distracción ni la escucha superficial: si no atiendes, corres el riesgo de descubrir su esencia cuando ya se te ha escurrido entre los dedos. El concierto del Primavera Club nos las presentó con delicadeza una a una, obligándonos a prestarles la atención que merecen y permitiéndonos deleitarnos con sus arrebatadores arreglos, sus letras surrealistas, su intensidad concentrada y su magia de estrella fugaz. Todo ello aderezado con versos recitados a capella, cánones cantados sobre bicicletas o un arriesgado falsete como colofón final. Ligeramente pretenciosos, tal vez, pero con sobrado talento como para poder permitírselo.
THE VACCINES (Sábado 8, Sant Jordi Club)
Llegaron, tocaron y se marcharon y eso fue suficiente para que nos lo pasáramos pipa. No hubo grandes giros ni sobradas demostraciones de carisma, los de Londres arrancaron con No Hope, siguieron con Wreckin’ Bar y durante la hora escasa que duró su concierto se limitaron a desgranar a toda pastilla sus canciones arrolladoras e inmediatas que deberían de recetarse en lugar de Prozac. Ahora se ha puesto de moda criticarles y los mismos que en su día quedaron impresionados con la frescura de su primer disco What did you expect from the Vaccines?, con este nuevo Come of age, que sigue su misma línea, los tachan de simplistas y facilones. Probablemente no les falte razón y en lo que se equivocan es en ver esa simpleza como un defecto en lugar de como la pócima mágica que les permite hacer enloquecer a las masas a su antojo. Eso es lo que hicieron la noche del sábado en el Sant Jordi Club. Eso sí, el final abrupto con patada a la batería y micrófono al suelo sobraba y fue de vergüenza ajena. Aún así, que vuelvan cuando quieran que aceptaremos sus chorradas prepotentes con gusto a cambio de la euforia sin límites en la que nos sume su enganchoso repertorio.