NovelaOpinión

Ilustrísimos

Por Diego Moreno*.

En noviembre de 2006, hace ahora justo seis años, publicamos el primer libro de una colección, Ilustrados, que nacía con la vocación de aportar algo nuevo en el panorama editorial español. Yo no tenía ni idea de cómo trabajaban los ilustradores ni cuáles eran las condiciones de los contratos ni de cuántas ilustraciones debía tener libro… Lo que sí sabía era que en 2005 España había sido el país invitado en la feria del libro de Bolonia y que en nuestro país estaban algunos de los mejores ilustradores del mundo. Con esas escasas ideas me acerqué a la librería Panta Rhei y allí encontré un libro que me abrió los ojos: Ilustrísimos. Se trataba del catálogo que había preparado el Ministerio de Cultura para la feria de Bolonia y en él aparecían muchos de los ilustradores que forman parte ahora del catálogo de Nórdica y, sobre todo, en ese libro estaban sus datos de contacto.

De esta manera me armé de valor y empecé a escribirles: en primer lugar a Noemí Villamuza, que en 2006 ilustró para nosotros el maravilloso libro El festín de Babette (que este mes reeditamos en sus sexta edición con un diseño nuevo para conmemorar el 25 aniversario de la película). El siguiente ilustrador al que me dirigí fue Javier Zabala, que me dijo claramente «tú no tienes ni idea de este mundo». Y así era. Algo debí de aprender porque es el ilustrador que más ha trabajado para nosotros y este año era el candidato español al Premio Andersen, del cual quedó finalista.

Desde entonces han aparecido más de cuarenta títulos en los dos formatos de la colección, el grande, en cartoné, y el mini, que inicialmente fue pensado para posibilitar las reimpresiones de los títulos publicados en tamaño grande, pero que finalmente se ha convertido en uno de los aciertos de la editorial y tiene ahora vida propia.

En un principio la colección iba dirigida a un público lector adulto, ya que se trata de textos complejos, pero en estos años nos hemos dado cuenta de que no es así. Son libros para todas las edades (como debe ser un clásico) y gran parte de los lectores son jóvenes que quieren descubrir, a veces por placer y otras por obligación, textos fundamentales de la literatura y que se sienten más cómodos con un libro ilustrado, pues la parte visual del libro les atrae. Además, cuidamos mucho el papel y la tipografía, de manera que son libros más legibles que las ediciones de bolsillo habituales.

El proceso más interesante, desde el punto de vista editorial, es encontrar el ilustrador adecuado para el texto. En esta colección no tengo tantas restricciones como en las otras y por eso me gusta especialmente. Publicamos fundamentalmente clásicos, pero hay autores contemporáneos, como Sebald, pero siempre son escritores de la máxima calidad. También me permite libertad a la hora de cambiar los formatos (algo que no siempre gusta al distribuidor y al librero, pues señalan, a veces con razón, que despista al lector). En el noventa por ciento de los casos soy yo quien elige el libro y quien propone a un ilustrador que realice el trabajo. Esto me obliga a conocer bien el estilo de cada uno, aunque a veces no es fácil, ya que muchos de ellos sólo han trabajado realizando libros infantiles, muy alejados de la estética que debe tener un clásico como Kafka, por ejemplo. Siempre dejo libertad absoluta al ilustrador para que dialogue con el texto original, pues creo que esta es la riqueza de estos libros: el ilustrador no hace el libro más hermoso, sino que permite que sea una obra única fruto del encuentro de dos autores, uno que escribe el texto y otro que hace una interpretación plástica del mismo. Con frecuencia me he llevado sorpresas, pues el ilustrador ha realizado una lectura muy personal del libro, bastante diferente de la mía, pero siempre me ha convencido el resultado.

Un caso diferente sería, por ejemplo, Hierro ilustrado, pues en ese libro fue la fundación José Hierro quien me eligió para hacer la edición que reuniese la poesía y la obra gráfica de Pepe Hierro, de manera que el propio autor se ilustraba, involuntariamente, a sí mismo. Fue más complicado ya que teníamos que dar unidad al libro para que no pareciese que las ilustraciones iban por un lado y los poemas por otro. Algo parecido acabamos de hacer con el último libro ilustrado de este año, Strindberg, donde el propio August Strindberg ilustra sus textos (muchos de ellos inéditos) con sus impresionantes, y desconocidas, pinturas.

Una de las sorpresas que me ha dado la colección es comprobar cómo la poesía ilustrada atrae a muchos lectores. En 2007 fue un gran éxito la edición de Las flores del mal que ilustró Louis Joos y este año ha sido impresionante la acogida de la antología de Emily Dickinson El viento comenzó a mecer la hierba, de manera que podemos desterrar ese tópico que señala que a nadie le interesa la poesía.

Como editor estoy especialmente contento con esta colección con la que creo haber contribuido de alguna manera a la edición de libros ilustrados y bien editados, que cada vez tienen más lectores en nuestro país, y que son la mejor manera de defender la vigencia del libro impreso. No puedo dejar de recomendar la espectacular edición de Veinte mil leguas de viaje submarino que ha realizado Agustín Comotto, que ha trabajado en ella más de dos años, realizando más de sesenta ilustraciones. Creo que es el proyecto más ambicioso que hemos realizado hasta la fecha.

 

* Diego Moreno es editor de Nórdica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *