Poemas
Editorial Lumen (Mondadori)
Por Ricardo Martínez
Este poeta alemán ha sido, por elección estética propia -por la naturaleza de su obra- un representante genuino de la poesía romántica. Gran amante de la cultura griega, nos ha legado una obra llena de resonancias humanistas donde el hombre (sobre su interior y la definición de su destino) constituyen el centro de su pensamiento y su expresión. Y en tal sentido a él dirige la intensidad y significación de su canto: “¿No estás emparentado con todos los vivientes,/ y no te nutre la Parca para su servicio?/ entonces avanza inerme/ por la vida y no temas nada”.
Las alusiones al destino, a la temporalidad como signo distintivo en la vida del hombre se nutren aquí, gracias a la imaginación simbólica de un autor en buena medida trascendente y atormentado, de un lenguaje denso, alusivo, veraz y descarnado que transporta al lector a un mundo consciente, reiterado con el sentido de sus límites. Lo que serviría para definir, también, un interiorizado canto de amor. Y es que hay, en su discurso, un principio de aceptación que vincula todavía más, si acaso, el sesgo dramático de su discurso: Pase lo que pase, sea bendito para ti,/ sé proclive a la alegría. ¿Qué podría/ ofenderte, corazón, y qué te va a pasar/ donde quiera que vayas”.
No es cierto, pues, que la sombra o la tiniebla sean el único escenario a que el romántico aboca al hombre como destinos, antes bien, hay una invitación implícita al viaje desigual de la vida. Sí, es cierto, no obstante: la poquedad del hombre como instrumento de la naturaleza queda siempre manifiesto a expensas de esa voluntad, mayor, que las grandes leyes definen como paisaje ontológico: lo efímero, la dependencia de la voluntad de unos dioses lejanos, de la presencia de la muerte, que el poeta define como bella: “Así perezca pues, llegada la hora/ en que nada vulnera el espíritu su derecho, y muera/ en lo más grave dela vida,/ nuestra alegría, de bella muerte”.
Ahora bien, ¿no es Amor el equivalente a pasión, destino y muerte? El autor ha dejado escrito en su ‘Hiperión’: “Como las discordias de los que aman, así son las disonancias del mundo”. Es la relación ‘entre el gran hombre y la divinidad’ un símil, tal vez, de ‘la lucha de los que aman’.
Lectura grave, para meditar hacia sí (y más allá de sí).