Carmen biografía de un mito
Carmen biografía de un mito. José Manuel Rodríguez Gordillo. Fundación José Manuel Lara. Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías 2012.
Introducción
El tema de Carmen suscita cada día mayores expectativas. No hay más que observar su presencia habitual y a cada paso más frecuente en los diferentes medios artísticos y de comunicación. Desde la prensa diaria y periódica a las obras de interpretación histórica, desde la música popular a las grandes representaciones operísticas, su auge es mayor, qué duda cabe, a medida que transcurren los años. Y es que, desde su aparición hace ahora ciento sesenta y siete años en la Revue des Deux Mondes (octubre de 1845), su aceptación no ha hecho más que crecer y generalizarse.
Es de sobra conocido que, en un primer momento, la novela de Prosper Mérimée apenas salió «de l´ombre des bibliotèques» (Henry Malherbe) 1; es decir, que tan sólo llegó a los círculos profesionales y cultos, en los alcanzó una cierta difusión con un número de ediciones nada espectacular (pero tampoco en modo alguno desdeñable), tal y como la anterior cita podría hacernos presumir 2. Ni que decir tiene que en la España de mediados del siglo XIX Carmen no logró siquiera semejante influjo, conociéndose sólo en ambientes aún más reducidos, en los que, en general, fue recibida con recelo, cuando no con marcada hostilidad 3. Es más que probable, que el entorno íntimo de Mérimée en España -condes de Montijo, duque de Osuna, Estébanez Calderón y otros aristócratas e intelectuales- fuese el primer ámbito de acogida de su nueva obra, y que fuera su propio autor el que la diera a conocer a sus integrantes en su tercer viaje a España en aquel mismo año. En suma, apenas unas pocas decenas de posibles lectores en nuestro país en aquellos momentos.
Su aceptación cambió la forma radical cuando irrumpió en los escenarios operísticos de la mano de George Bizet y de sus libretistas, Henry Meilhac y Ludovic Halévy, treinta años más tarde (Opéra Comique, 3 de marzo de 1875). Recordemos, no obstante, que su estreno en París suscitó fuertes y enconadas discrepancias tanto entre los críticos, como entre el público asistente de aquellos primeros días, y concluyó con una clara sensación de fracaso, según la opinión de muchos 4. Hubo de ser en Viena, la segunda capital que acogió la nueva ópera, donde Carmen comenzase a cautivar. La resonancia de su éxito sí repercutió en la capital francesa, que se volcó en las nuevas representaciones realizadas en el otoño de aquel mismo año, cuando ya se conocía el éxito alcanzado en distintas ciudades europeas 5.
Nos engañaríamos, no obstante, si admitiésemos sin más este hilo conductor único, lineal, directo, en la evolución de la obra del novelista francés. Porque es cierto que la trama creada por Mérimée ha sido el origen de todo el fenómeno que hoy compendiamos en torno al mito de Carmen; pero no es menos cierto que entre el modelo literario original y el que se ha mitificado hoy en día, existe todo un abismo. Aunque se defienda desde diferentes perspectivas (y con razón), el éxito alcanzado por la adaptación de aquél al marco operístico -aspecto éste que no pretendo, ni puedo discutir-, parece evidente, y es por lo general aceptado, que ha sido a través de esta versión lírica transformada como el relato original se ha conocido y difundido. Ello ha supuesto, en principio, una continuidad evidente de la trama de la novela; pero, a la postre, ha resultado tan modificada en sus aspectos básicos, tan alterada en sus aspectos básicos, tan alterada en su concepción y sentido originarios, que cabría decir, sin excesivo temor, que resulta difícil descubrirla tal como Mérimée la propusiera en su relato. Entiendo imposible considerar hoy en día a la ópera como una mera adaptación del texto de la novela; la transformación fue mucho más radical, más profunda.
A no dudarlo, en una y otra -novela y ópera- se parte de un hilo temático único: la relación entre don José y Carmen, que concluye en tragedia con la muerte de ambos, primero de ella a manos de él, y luego de él en manos de la justicia. Y sin embargo, a partir de ahí todo, en la práctica, es diferente, pese a que ciertos esquemas básicos se han conservado, al menos, en sus rasgos más significativos. Se mantiene, en general el centro de la acción en Andalucía occidental y, de manera especial, en Sevilla y en el territorio de su antiguo reino (grosso modo las provincias actuales de Sevilla, Cádiz y Huelva); también persiste la antítesis inicial entre él, hidalgo y militar, y ella, gitana y cigarrera; igual ocurre con la degradación progresiva de los protagonistas, más que evidente en don José, pero igualmente manifiesta, a poco que observemos con detenimiento, en la propia Carmen; asimismo subsiste la actividad de los dos jóvenes como marginados, salteadores, contrabandistas y asesinos; y, por supuesto, se mantiene la relación entre ambos, del amor inicial al enfrentamiento trágico que les lleva a la destrucción y a la muerte.
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