Sara Herrera Peralta

 

LA POESÍA DE SARA HERRERA PERALTA

 

 

Por Jorge Díaz Martínez

 

Hay dos aspectos de la poesía de Sara Herrera Peralta en los que la crítica no ha tardado en ponerse de acuerdo, aparte de su calidad. Uno de ellos es la naturalidad de su lenguaje y otro la carga de denuncia social que contiene. Si se ha convertido en un tópico hablar de la dificultad que, para cualquier artista, supone alcanzar esa anhelada “naturalidad”, yo diría que aún más difícil resulta alcanzar una “naturalidad significativa”.  Desde sus primeros libros (La selva en que caí, De ida y vuelta) la poesía de S. H. P. ha logrado avanzar en ese camino de depuración expresiva (mirándose tal vez en el espejo de Zymborska, a quien cita en el inédito que ahora publicamos), prefiriendo dirigir su discurso hacia la claridad, a veces incluso hacia la oralidad, sin negarle cabida a toda suerte de referentes extraídos de un universo cotidiano y avasallador. El sentido de esta poesía cercana, reconocible, podría muy bien encontrarse en esa ironía amable, en ese enamoramiento por un mundo que a la vez nos castiga y nos mece, nos alumbra y nos duele.

 

 

Bio-bibliografía:

Sara Herrera Peralta (Jerez de la Frontera, 1980) ha publicado los poemarios La selva en que caí (Torremozas, 2007), De ida y vuelta (Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos – Difácil, 2009), Sin cobertura (La Bella Varsovia, 2010), Provocatio (Premio Ana de Valle – Ayto. de Avilés, 2010), Shock (Baile del sol, 2011), Mamá era Ilsa Lund al Principio de todo (Cangrejo Pistolero Ediciones, 2012) y Hay una araña en mi clavícula (La Garúa Libros, 2012).

 

Su obra ha sido incluida en distintas antologías y participa ocasionalmente con revistas especializadas. Entre 2009 y 2011 coordinó el proyecto Yo también leo, para el fomento de la lectura. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, francés y portugués. Actualmente reside en París.

 

www.saraherreraperalta.com

 

 

Prefiero

 

Prefiero las excepciones. 

Wislawa Szymborska

 

Prefiero la risa a la sonrisa,

prefiero celebrar una amistad 

a convenir una cita,

prefiero la brisa al viento,

prefiero el mar al río

y el horizonte a la ventana.

Prefiero decir aquí calor, hogar, casa,

al carné o a la nacionalidad,

prefiero el color a la monotonía,

prefiero que haya por lo menos

el mismo número de mujeres

alrededor de la mesa

y prefiero que no haya altar,

ni premio, ni medalla.

Detesto las listas de espera 

y la de los excluidos.

No soporto el dolor provocado por el odio

ni que me señalen y me digan

tú, distinta, tú, extranjera.

Prefiero ser yo misma,

prefiero lo cercano de lo desconocido 

al miedo a lo lejano.

 

Prefiero, en fin,

la boca serena,

las manos abiertas,

el corazón pidiendo

un poco más de calma,

algún lugar

donde quepan aún

los sueños de los tristes.

 

(Inédito)

 


Pasteur

 

 

La determinación es guardar en la cabeza

nuestros orígenes.

 

Que nos sintamos salvajes en este vagón civilizado no es culpa de los otros.

 

Remover lo intocable, mezclar lo improbable con la suerte,

fue siempre nuestra obligación.

 

Y Edo quedó lejos.

 

Hay que aprender a no creer todo lo que parece ser.

Ser es más aún que estar vivo,

y vivir es nuestro único milagro.

 

Del poemario De ida y vuelta (Premio Martín García Ramos – Difácil, 2009).


 

18:33

Al hilo rojo      

 

Los bancos del parque son

mis paradores de ciudad.

 

Un anciano deambula en línea recta.

 

Un joven se acerca. Se estrechan los cuerpos.

 

-Perdone, tiene usted una pegatina en su espalda-.

 

-Gracias, joven. Estos niños de hoy en día…

Muy amable. ¿Tendría usted hora?-

 

-Sí, claro, las seis y media-.

 

-¿Cómo se llama?-

 

El tentempié de los árboles.

La distancia entre los dedos y

el rastro de unos zapatos

de cordones desatados.

 

La tarde tiene sabor a castaña recién hecha.

 

-Perdone, tengo prisa-.

 

-Disculpe. Muchas gracias-.

 

                                    Y vuelve a colocarse su pegatina en la espalda.

   

Del poemario Sin cobertura (La Bella Varsovia, 2010).

 


 

Dreams Agency

 

 

Cantamos y maldecimos los días de hambre,
de hambre y de Nocilla,
teniéndolo todo y no teniendo nada.

Cantamos creyendo en el paraíso
de una playa desierta con palmera inclinada,
el olor salado y el sonido de las olas,
cabalgando.

Testimoniamos los hechos.
Y quizá, algún día, sepamos por qué las colas son largas
en el Corte Inlgés, – una vez que hemos comprado ya
el papel higiénico, el arroz y los huevos -,
en la agencia de viajes.
Un billete, por favor.
Un billete para ir a algún sitio,
no importa dónde, lejos del barrio.

Cuando cantemos creyendo que el paraíso existe,
que de verdad hay una playa
y una isla desierta
y un cocotero
y una palmera,
cuando cantemos, por fin, convencidos
de que el paraíso existe,
los dioses serán menos,
ya no tendremos tantos sueños.

  

Del poemario Provocatio (Premio Ana de Valle – Ayuntamiento de Avilés, 2010).

 

 

 El carné

 

 

He dejado que me lleven erguida

hacia el fondo de la sala y me han dado el carné.

 

Los colores y tonalidades verdes

ya no existen. Somos el reflejo de la luz

con manchas de tinta. Van a llamarme.

He dejado que me aten los ojos y las manos.

Paso tras paso huelo el miedo.

Llegué hasta aquí cubierta de nieve y frío

huyendo de los lugares perdidos y lejanos.

Un ejecutivo con nariz roja de payaso

me hizo una entrevista y yo le hablé de los desiertos

y de la arena que queda sobre el terrazo

cuando volvemos todos de la playa

con sandalias de plástico, del olor a sal y a jengibre

y de la prisa,

esa prisa siempre para estar a punto

en la oficina.

La vida no pasa ni importa con puntualidad.

sólo a veces sentimos ese paso del tiempo

que con nudos atados a los brazos nos hace más viejos

y más calmos, agarrados por si acaso a los relojes.  

  

Del poemario Shock (Baile del sol, 2011).


 

¿Por qué te vas tan lejos?,

me preguntó la abuela.

Tengo que trabajar, le dije.

 

Nosotros también nos fuimos,

igual nuestros hermanos:

ellos no volvieron.

 

Te vas tan joven y sola, decía,

serás extranjera.

Y señaló el mapa.

 

¿Por qué te vas tan lejos?,

repetía, con lo bien que estabas

aquí – coche, hipoteca, préstamo -.

 

Voy a buscar una vida grande, abuela.

Y la abuela me miró a los ojos,

acariciando mi cara con sus manos:

 

que el viaje no sea duro,

que el país sea una casa,

que los amigos te duren para siempre.

 

Del poemario Hay una araña en mi clavícula (La Garúa Libros, 2012).

 

 


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