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El «boom» latinoamericano o cuando lo real se convirtió en maravilloso

 

 

«La vitalidad de las historias contadas, que no eluden lo exótico, lo imaginativo, incluso, lo maravilloso» es una de las principales aportaciones de esta tendencia en opinión del secretario general de la Real Academia Española, Darío Villanueva.

Los escritores del «boom» latinoamericano rompieron el esquema tradicional de la literatura, con el realismo mágico como común denominador y con una riqueza narrativa que sacudió los cimientos de Europa, según señalan expertos consultados por Efe.

«La vitalidad de las historias contadas, que no eluden lo exótico, lo imaginativo, incluso, lo maravilloso» es una de las principales aportaciones de esta tendencia en opinión del secretario general de la Real Academia Española, Darío Villanueva.

Para Villanueva, catedrático de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, la repercusión de esta tendencia significó el «redescubrimiento de la narratividad y la riqueza expresiva para una novela que en Europa se había adocenado».

Los autores introducen técnicas vanguardistas de narración, «rompen con el esquema tradicional y añaden toda una experimentación de géneros derribando fronteras», afirma Victorino Polo, catedrático emérito de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Murcia.

Se trata de hacer compatibles lo racional y lo irracional, «que lo mítico casara con lo cotidiano, y todo de una manera que la narración misma convertía en natural», explica, por su parte, el catedrático de Universidad de Murcia José María Pozuelo.

Pozuelo, también teórico y crítico literario, prefiere evitar el término «realismo mágico», y se refiere a lo «real maravilloso», una categoría ya formulada por Carpentier, o a la «naturalización narrativa de lo maravilloso», propuesta por él mismo.

Pero aunque se considera el «realismo mágico» -«Cien años de soledad», de García Márquez, uno de sus mayores ejemplos- como común denominador en la novela del «boom», varios expertos insisten en la dificultad para encontrar rasgos comunes en las novelas emblemáticas del «boom».

Darío Villanueva incide en que el éxito de dicho fenómeno dependió en «gran medida» en la diversidad de «los talentos, temáticas, estilos y procedencias» de sus autores.

Una nómina de autores «muy amplia», explica Pozuelo, quien detalla que en un primer término estaría el «núcleo de Barcelona», en el que incluye a «los exiliados americanos que eran amigos: Vargas Llosa, Carlos Fuentes y García Márquez».

Pero el éxito de este «trío nuclear», subraya el especialista, se proyectó «retrospectivamente hacia los seniors que les precedían» y entre ellos cita a Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Julio Cortázar y Juan Carlos Onetti, sin olvidarse del chileno José Donoso, que estuvo en los orígenes, y a discípulos como Jorge Edwards.

Del mismo modo que otros especialistas incluyen en este movimiento a otros autores como Jorge Luis Borges, también hay dificultad para citar la primera obra que dio origen al «boom».

«La primera son siempre varias obras», asegura Villanueva, quien cita como «fundamental» la producción de 1962; es el año, apunta, de «La ciudad y los perros», de Vargas Llosa, pero también de «Bomarzo», de Manuel Mugica Láinez, de «La muerte de Artemio Cruz», de Carlos Fuentes, y de «El siglo de las luces», de Alejo Carpentier.

En lo que sí coinciden las distintas voces es en el papel determinante de los editores en el éxito de la respuesta latinoamericana a la novela del siglo XX.

«Sin el apoyo editorial, que suponía por otra parte una renovación en el panorama literario español (a través de Seix Barral) y americano (por medio de Sudamericana), esa tendencia generacional posiblemente habría quedado sumergida o no habría tenido tanta repercusión», apunta Pozuelo.

«Lo que hubo es una sensibilidad acusada que llevó a cierta industria editorial a estar atentos y apostaron por lo nuevo, dándoles resultado», añade.

Un éxito que se ha extendido hasta nuestros días de tal modo que para las nuevas generaciones «el legado del ‘boom’ ha sido una herencia envenenada», afirma Eduardo Becerra, profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Madrid, para añadir que si hubo algo común entre las últimas generaciones fue «la necesidad de apartarse de ese legado, algo nada fácil».

No obstante, en opinión de Becerra, ello «no ha supuesto una negación de la calidad de aquella literatura por parte de las nuevas generaciones».

Una producción novelística que fue más allá de la renovación estética, descubrió una tradición literaria riquísima que era casi desconocida, impulsó los estudios de Literatura Hispanoamericana en universidades de todo el mundo, con un reconocimiento crítico indiscutible, acompañado de la traducción de muchos textos a otros idiomas y ventas exitosas.

Fuente: El Universal

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