Caída y auge de Reginald Perrin
Por Ricardo Martínez.
Caída y auge de Reginald Perrin. David Nobbs. Impedimenta, Madrid, 2012.
La literatura inglesa, como cualquier otra, se presta a los prejuicios tópicos sin remedio. Ahora bien, cuidado: los tópicos, que suelen nacer de la verdad, no son toda la verdad. Para el caso que nos ocupa, en principio este título se arropa bajo el marchamo de texto de humor inglés, pero lo cierto es que humor, aquí (salvo los gags propios de una observación inteligente y de la ocurrencia anecdótica) ha de entenderse como ironía, y eso implica algo más, a saber: observador interesado, crítica velada, caricatura en lugar de imagen realista…
Me temo, por ello, que hemos de considerar este texto más como una crónica de la vida cotidiana: la vida de un profesional empleado en la industria de los dulces –tarea que se presta a más de un chascarrillo en el desarrollo de la novela-, la vida marital, llena de encuentros y desencuentros, la vida social, plagada de hipocresías y malentendidos, a veces provocados… En el fondo estamos ante un texto que supone una crónica desnuda, inteligente, casi cruenta respecto de la vida de un individuo que, arropado en un código social establecido, lo que advierte para sí es el contenido de su frustración. De ahí esa valoración que se hace, en un momento dado, Reggie, el protagonista: “llevo consumidos dos tercios de mi vida y soy poco menos que un don nadie, un fracasado…” El personaje está aparentemente integrado en su entorno, pero completamente desintegrado por dentro. Lo que le lleva a provocar su auto ocultamiento, o, lo que es equivalente, a provocar una realidad, ficticia, de enviudamiento en Elizabeth, su mujer. Y ahora, por decisión propia, por coherencia personal “tenía que mantenerse alejado, y sobre todo encontrar fuerzas para ello. No podía pasarse la vida Coleridge Cross arriba y abajo, como una figura furtiva y desesperada” Un nuevo planteamiento personal, una actitud vital le llevó a ello. Un gesto, arriesgado, de libertad.
Todo ello lleva a considerar esta lectura, entonces, más como tragedia que como comedia, más como discurso ácido e irónico que como humor propiamente dicho. Una novela de clases sociales bien representadas (y éste sí que es un marchamo bien inglés) donde, digamos, se identifican las piezas pero se advierte que están desordenadas. Algo que exige buen oficio y pericia por parte del escritor, cuyo éxito ha de entenderse por la claridad de su lenguaje, por su capacidad analítica, por su brillantez descriptiva: un texto que semeja mucho a un guión perfectamente estructurado.
Leer, pues. Leer para entender, también, ‘el reverso de la realidad’.