Un mundo medieval en pleno siglo XX

Por Luis Borrás

 

Roberto Arlt. “El criador de gorilas”.

Ediciones del Viento, 144 páginas, 2012.

Roberto Arlt es uno de esos “escritores de culto” a los que se cita mucho y muy pocos leen. Ahora Ediciones del Viento pone a nuestro alcance la reedición de una de sus obras para que deje de ser un raro y exquisito fantasma bibliográfico y se convierta en un autor vivo más allá de la cita casi esotérica.

Roberto Arlt nació en 1900 en Buenos Aires y a los veintiséis años publicó su primera novela y comenzó a colaborar en la prensa de su ciudad. Reconocido por Cortázar como uno de sus maestros, el moderno enciclopedismo digital lo califica como precursor de Ricardo Pligia, César Aira o Roberto Bolaño; y yo, por su crudeza y temprana muerte, encuentro en él cierto paralelismo con Rafael Pinedo.

En 1935 Arlt llega a España y durante más de una año se dedica a recorrer de sur a norte la península, pero en ese viaje también pasó por distintas ciudades del norte de África. De lo que vio y le contaron en esos lugares nació esta colección de cuentos: “El criador de gorilas”, que se publicaron en un libro en 1941.

Quince historias que se inician con “La factoría de Farjalla Bill Ali” y que desde ese primer relato ya muestra sin rodeos ni maniobras envolventes todo lo que vendrá después. Arlt es directo, salvaje, cruel, inhumano. La brutalidad, la muerte y la venganza no entienden de subterfugios. Porque lo que cuenta Arlt no permite más distracciones que la de contemplar una historia entre la fascinación y el terror.

En todo caso se permite las minuciosas descripciones de los lugares, sus calles, plazas, mercados y selvas; en donde en ocasiones se demora y unas veces adquiere un tono poético e íntimo de luces y olores y otras resulta excesivamente recargado. Pero esas licencias o pérdidas de tiempo son mínimas, anécdotas que fácilmente se olvidan entre el hedor de la muerte. Los relatos de Arlt son una mezcla entre la crónica periodística y la narrativa, el realismo y la fantasía, lo increíble y lo testimonial.

Y ya desde ese primer relato nos daremos cuenta de que vivimos de préstamos ajenos y no de experiencias propias. Nos daremos cuenta de nuestra condición de realquilados pueblerinos y viajeros catódicos. Porque con ese primer relato recordaremos a otra factoría, la de “Un puesto avanzado del progreso” de Joseph Conrad; y certificaremos que todas nuestras referencias de África son de viejas películas vistas en la televisión: “Cuando ruge la marabunta” y “Las cuatro plumas”. Que deberemos consolarnos, cuando no hemos vivido, con la imaginación y la literatura. La vida de otros menos cobardes.

Arlt nos traslada a un continente salvaje, de esclavos, tráfico de gorilas y marfil, de nidos de termitas que devoran humanos, de millonarias norteamericanas que llegaban en busca del exotismo: “Un amor con una musulmana es el ideal de todo europeo. Una intriga con un árabe, el más glorioso recuerdo que puede llevarse una muchacha occidental”. Nos contará del racismo y el fanatismo religioso: “No busques amor de mujer fuera de tu raza, de tu ciudad natal y de tu religión”. Nos llevará a Marruecos, al Maghreb, Tánger, Tetuán y Fez que “nos entusiasmaba, porque en cada callejuela de la milenaria ciudad africana encontrábamos motivos de ensueño”; pero también a Java, Liberia, Monrovia, Ceilán, Fernando Po y el Congo. De un país a otro nos llevará al desierto y la selva, del colonialismo a la aventura, del puñal a la seda, de la sangre al perfume, de la belleza a la horca. Nos contará historias de espiritismo y reencarnación, necrofilia, hipnotismo y magia negra, canibalismo, robos y venganzas, ladrones de joyas y codiciosos cazadores de orquídeas en Madagascar; asesinos, buscavidas, usureros, mercaderes, bailarinas, ajustes de cuentas, chinos, hindúes y fumaderos de opio; militares españoles, espías europeos, traficantes de armas, marineros que se dedicaban al contrabando de haschich y la trata de blancas; mujeres enterradas vivas a las que se les cortaba una mano por ser infieles; boas constrictor que devoran humanos; la contagiosa e incurable -como una peste- enfermedad del sueño; las luchas entre nacionalistas y moderados árabes, el escepticismo político y el honor y sus antiguos códigos. Y también hay espacio para la ironía en el hilarante “Los bandidos de Uad-Djuari” en el que se simula un secuestro para que los turistas vivan una aventura que luego “podrán gustosamente narrar en su hogar”.

Estos relatos de “El criador de gorilas” no son sólo una colección de sucesos, literatura pintoresca y de entretenimiento en una redacción directa y a veces descuidada. Arlt nos cuenta historias de primera y segunda mano que llegaron hasta él oralmente y luego transcribió, historias que escuchó en el zoco de Larache a algún “Celje”, poeta ambulante que como nuestros juglares y ciegos cantaban romances con peripecias asombrosas para entretener a ociosos y analfabetos. Estos relatos son modernos cuentos de las mil y una noches de musulmanes, judíos y cristianos. Son festejar que estamos vivos y la paradoja de lo poco que vale la vida. Un mundo medieval en pleno siglo XX. Lo mucho y lo poco que ha cambiado ese mundo. Lo cerca y lejos que queda el abismo del presente y el pasado.

 

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