El carro mercenario de ‘Madre Coraje y sus hijos’
Por Meritxell Álvarez Mongay
Cruje el entarimado de La Puerta Estrecha. Es el carro de Anna Fierling, que continúa arrastrando a la cantinera por los caminos de sangre de la guerra. En el desván brechtiano de este teatro, Madre Coraje y sus hijos siguen los pasos de los ejércitos enfrentados en la Guerra de los 30 años. Les venden a sus soldados salchichones, vino, calzones y abrigos. Entre sus bártulos incluso se puede encontrar alguna que otra máscara antigás, aunque en el siglo XVII aún no se utilizaran armas químicas para luchar. Qué más da, pues lo que Bertolt Brecht denuncia no es genuino de una época específica.
El dramaturgo alemán escribió la obra en 1939. Los nazis acababan de invadir Polonia y estaba a punto de estallar la Segunda Guerra Mundial. Por aquel entonces, Brecht se refugiaba temporalmente en Lidingö, Suecia. En cinco semanas acabó la pieza, y su idea inicial era estrenarla en la capital: la actriz holmiense Naima Wifstrand hubiera sido la protagonista, mientras que Helene Weigel– segunda esposa del autor–, como no sabía sueco, sería la hija sin voz. Sin embargo, hubiera sido una osadía para quien sus libros ardían a manos de los nacionalsocialistas representar las crudezas de la guerra en un país que proveía de acero, maquinaria y suecos a la Wehrmacht.
Como tantos artistas degenerados, si Brecht quería seguir con vida sin verse obligado a tirar del carro fascista, no le quedaba más remedio que la huida. Finlandia, California, Paris, Suiza y, finalmente, la zona soviética de Berlín, donde, con el apoyo del régimen comunista, en 1949 produjo su propia versión de Madre Coraje y fundó junto a su mujer la compañía de teatro Berliner Ensemble.
Hace tiempo que Occidente ya no es escenario de cruentas contiendas –por algo le dieron el polémico Nobel de la Paz a la Unión Europea–, pero la Crónica de la Guerra de los Treinta Años continúa igual de vigente como cuando católicos y protestantes se tiraban del hábito en el Viejo Continente. Nos lo cuenta Eva Varela, la actriz que, hasta el 23 de diciembre, interpreta a Anna Fierling en el teatro La Puerta Estrecha. «Aunque ahora no hay ninguna guerra en Europa, la maquinaria capitalista en que se mueven los personajes de Madre Coraje y sus hijos continúa siendo la misma. Todo es un negocio, ¡hasta la guerra!». La propia mercadera lo dice en la pieza: «¡Una bonita fuente de ingresos!» Así es la guerra… Así es el mercado mundial de alimentos, así es el derecho a la vivienda, así es el acceso a la educación y a los medicamentos.
«El error de Anna Fierling es creer que dentro de esa maquinaria va a poder encontrar un porvenir para ella y para los suyos –opina la integrante de La Pajarita de Papel–. Sabe que se trata de una guerra económica, pero no es ella quien está ganando dinero.» Ella sólo intenta sobrevivir. «Y los pobres necesitan coraje para sobrevivir. Necesitan coraje para levantarse por las mañanas y salir adelante, para labrar la tierra, para trabajar diez horas diarias mal pagadas. Coraje para traer criaturas a un mundo donde no les espera futuro alguno.»
La vendedora ambulante tienes tres hijos, cada uno de un padre ausente distinto: Eilif y Schweizerkas –interpretados por los pluriempleados José Gonçalo Pais y Nicolás Fryd– son los varones, la carne de cañón para los reclutadores; mientras que Kattrin (Victoria Peinado) es la joven muda que sueña con zapatos de prostituta. “Las mujeres, en ese entonces, no accedían a la soldadesca –apunta Eva Varela–. Sus únicas alternativas estaban muy claras: o son comerciantes como Madre Coraje o, como Ivette (Patricia Domínguez del Pino), putas.” La guerra no les reserva muchos espacios más; a lo sumo, pueden ser campesinas si poseen un pedazo de tierra que las huestes se hayan olvidado de saquear.
“Bajo mi punto de vista, , hay muchos aspectos de la feminidad de la obra que los tuvo que aportar la visión de una mujer”, expone la actriz mientras se dirige a la biblioteca de La Puerta Estrecha y, entre brujas y marionetas, rescata las 1.800 páginas del Teatro Completo de Brecht (Ediciones Cátedra, 2006), busca entre sus treinta y tantas piezas y señala con el dedo el nombre de dos escritoras que colaboraron con el poeta augsburgués: Elisabeth Hauptmann y Rosemary Hill, sin contar a su querida Helene, pues, sin sus interpretaciones, el teatro épico de su marido no hubiera sido lo mismo.
El dramaturgo comunista quería que Anna Fierling se convirtiera para la audiencia en un símbolo de la fatal alianza entre el comercio y la guerra, no que la compadecieran. Sin embargo, el distanciamiento no pudo evitar que en los palcos se vertieran lágrimas por la cantinera. “La línea emocional de Madre Coraje y sus hijos es fundamental en la obra. Básicamente, porque no acontece otra cosa en la historia que el transcurrir de los años con el ir y venir del carro –señala Varela–. Pero, en la tragedia, la emoción debe estar lo suficientemente contenida como para que no rompas a llorar melodramáticamente y quepa una reflexión. Es todo un reto interpretativo, porque hay veces en que la emoción te puede.”
Aunque, para complicado, ponerle voz a la música de Paul Dessau: “Me gusta mucho cantar, pero no tengo formación musical, y no es lo mismo cantar sobre un escenario que en casa quitando el polvo –advierte–. Por suerte, hemos contado con la ayuda de María –Herrero, la arreglista que toca el piano en directo–, que ha hecho verdadera magia con nosotros.” Con todo, tampoco se trata de que Madre Coraje afine sus cuerdas vocales como Montserrat Caballé. “Aquí encaja más una canción rota, estilo cabaret.” Aquella que tanto gustaba a Bertolt Brecht. “Porque las canciones posibilitan el distanciamiento, y no sólo al espectador: también a los actores nos da cierto oxígeno.”
Pero a Madre Coraje cada vez le falta más aire. Es el carro que, aun sin existencias, pesa; la guerra que le agarra del cuello y aprieta; la corrupción, los EREs, Goldman Such, las hipotecas subprime… el capital quien no le deja respirar y le arrastra por sendas de serrín ensangrentado en penas.
El entarimado cruje, más débil ahora, bajo sus ruedas.
El carro solidario
Poco se imaginan los espectadores de La Puerta Estrecha que el carro con el que Madre Coraje sigue a las tropas suecas lo ha diseñado y construido Eva Varela a partir de una grada como en la que se sientan. “Había una propuesta clara desde la producción de que el montaje fuera lo más económico posible”, declara la escenógrafa. Y no sólo porque La Pajarita de Papel sea una compañía pequeña… “Es también por una cuestión política: aunque ahora mismo a Bertolt Brecht se le monta en grandes teatros públicos y burgueses –en el Valle-Inclán, la última vez–, el teatro de Bertolt Brecht era un teatro de ideología comunista, y dudo mucho que él se gastara un dineral en atrezos, vestuario y escenografía. Su teatro iba por otro lado. Era un teatro popular: los actores eran gente del pueblo; su público era gente del pueblo.”
Y, para facilitar al pueblo el acceso al teatro, los jueves, en La Puerta Estrecha, es el día de “Paga lo que puedas”. “No es paga lo que quieras –subraya Varela, que importó la idea de las salas independientes de Londres–, sino lo que puedas. En general, la gente es muy coherente y asume la propuesta de forma honesta. Viene a ser como si hiciésemos un día del espectador al 50%.”
Lugar: La Puerta Estrecha.
Fecha: hasta el 23 de diciembre de 2012.
Horario: De jueves a domingo, a las 21.00h
Precio: 17 euros. Jueves: Día de “Paga lo que puedas”.
Director: Rodolfo Cortizo.
Reparto: Eva Varela, Concha Roales-Nieto, Nicolás Fryd, José Gonçalo Pais, Verónica Otero, César Barló, Victoria Peinado, Patricia Domínguez del Pino.
Música: Paul Dessau.
Adaptación musical y piano: María Herrero.
Escenografía, vestuario y atrezo: Eva Varela.
Diseño de iluminación y sonido: Rodolfo Cortizo, Nicolás Fryd.
Diseño gráfico y fotografía: José Gonçalo Pais.
Traducción: Miguel Sáenz.