Entrevista a Ana Fuentes por su libro «Hablan los chinos»
Por Benito Garrido.
Hablan los chinos (Editorial Aguilar, 2012) es el primer libro de la periodista y escritora madrileña, Ana Fuentes, una obra coral fruto de un concienzudo trabajo periodístico, que permite hacer un prolijo repaso de la actualidad del país asiático, su historia, sus tradiciones, sus injusticias y también sus represiones. Un libro que muestra al lector una serie de perfiles humanos que en gran medida conforman el más representativo espejo de la sociedad china reciente.
Ana Fuentes (Madrid, 1980) es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y máster de Periodismo de El País. Aparte de recorrer China, vivió en Pekín desde 2007 hasta 2011 y trabajó como corresponsal de la Cadena SER, además de estar al frente de una sección sobre la sociedad china en la radio francesa BFM. Sus reportajes se han emitido en Radio France Internationale, France Presse, CNN en español y Radio Netherlands. En la actualidad vive en Nueva York desde donde colabora con varios medios de comunicación europeos.
Hablan los chinos. Ana Fuentes. Editorial Aguilar, 2012. 232 páginas. 17,00 €
Un disidente torturado por la policía, un joven millonario nacionalista, un emigrante que cruza el país en busca de trabajo, un viejo maestro de kung-fu que ha dejado de entrenar por la contaminación, una campesina que se prostituye para pagar la educación de su hijo…
Ana Fuentes recoge en Hablan los chinos el testimonio en primera persona de ciudadanos que han decidido romper su silencio y hablar de la realidad de su país —su relación con la familia, con el poder, con el resto del mundo—. Historias reales de individuos de distinto nivel cultural y poder adquisitivo que impactan por lo insólito, que emocionan y que ponen fin a muchos clichés. Este es el resultado de una magnífica labor periodística que desentraña los misterios de un país desconocido aún hoy para Occidente.
China ha crecido vertiginosamente en los últimos años hasta convertirse en la segunda economía mundial. En 2008 fue sede de los Juegos Olímpicos, su puesta de largo ante la comunidad internacional entre censura, represión de los activistas y unos niveles de corrupción desorbitados. Una China tan nueva como milenaria que trata de superar los traumas del colonialismo extranjero, las hambrunas del Gran salto hacia delante y las atrocidades de la Revolución Cultural.
Entrevista:
P.- ¿Qué te empujó a escribir este libro?
Tener muchas historias y muy jugosas que no se conocían, y la gente no podría conocer a no ser que alguien la llevase a esos rincones a los que no se llega si no tienes contactos o hablas mandarín. Quise llevarme a la gente de viaje y meterla en esos sitios donde de forma normal no hubiese podido entrar. Este es un libro donde se documenta con grabadora en mano la vida, los sueños, las frustraciones, las metas, el humor, las pasiones de los chinos.
P.- Trabajo periodístico a conciencia en el que se nota la cercanía y la implicación con los protagonistas reales. ¿Quizás fue lo más difícil: ganarse a los personas para saber de su vida?
Fue algo paulatino. Yo estuve cuatro años en Pekín trabajando para varios medios internacionales cubriendo la actualidad y haciendo reportajes. Durante ese tiempo estuve haciendo algunos trabajos en los que trataba temas sobre todo sociales; conectábamos los puntos de interés de China con la sociedad: como afecta la inflación a la clase media, como llegan los niños chinos a la universidad tras una gran presión para que estudien, o si los homosexuales siguen proscritos como en la revolución cultural. Asuntos que no quería dejar en el tintero, así que poco a poco fui conectando temas y personas. Hubo algunos que no quisieron hablar y otros que sí conseguí abrieran las puertas de sus casas para contarme su historia y su situación.
P.- ¿Crees que tu libro cambiará la imagen que de China tenemos por nuestro país?
No tengo ninguna pretensión más allá de que el lector que tenga interés disfrute con la lectura, y aprecie una realidad que para mí aparte de maravillosa, fue muy interesante. Es una realidad no fácil de comprender, ni grata, pues he visto verdaderas crueldades de chinos contra chinos, aunque también actos de valentía y generosidad. No es que sea un modelo a seguir, pero como puede pasar con otras sociedades. Me interesaba mostrar muchos fenómenos como el planteamiento empresarial ante la crisis y su actitud. No aspiro a cambiar nada, pero sí espero aportar algo al debate.
P.- ¿Cómo es la vida de una corresponsal en China?
Los corresponsales vivimos con más comodidad por el solo hecho de ser extranjeros, es algo que te da una especie de salvoconducto. A no ser que te metas con temas prohibidos expresamente por el gobierno, y en ese caso te quitarían la credencial y echarían del país, no tienes por qué encontrar problemas. No es lo mismo que los periodistas chinos que pueden llegar a sufrir penas de cárcel, o incluso palizas, si se saltan las prohibiciones. Lo difícil para el periodista extranjero es acceder a fuentes oficiales, se niegan a hablar, es complicado llevar traductor pues no se fían de él. De ahí que sea interesante hablar chino, pues puedes evitar esas cortapisas. Y luego, siempre te queda la ansiedad de saber que pasará con tus fuentes, si desaparecerán o llegarán a hacerle la vida imposible. China es Starbucks en cada esquina, mucho campo, inversión exterior, internet que bulle, y también es cultura del miedo. Todo eso quería contar en mi libro.
P.- Curioso el capitalismo extremo que viven algunos, mientras que otros tienen que vivir en sótanos. ¿Caldo de cultivo para la corrupción?
Para la corrupción, que afecta a todos los ámbitos en China, pero sobre todo para el descontento social. El amigismo y las redes de contactos, son básicas en este país para poder acceder a puestos de responsabilidad, poder optar a un mejor trabajo, o hacer una inversión concreta. Tener el favor de un dirigente local o del partido tiene un peso considerable, más que otros muchos países. La corrupción es flagrante en ámbitos locales y estatales. Y esto es algo que se sabe, contribuyendo aún más a ese descontento social que supone el crecimiento de la brecha social entre ricos y pobres.
P.- Es interesante lo que cuentas nada más empezar tu libro sobre la sinceridad de los chinos, contrastada con su silencio en temas tradicionales: caso de la homosexualidad no reconocida.
Un chino puede ser muy crudo en sus afirmaciones. Recuerdo un taxista sudoroso que me dijo sin pudor al entrar en su coche, que olía mal cuando iba totalmente perfumada camino de la ópera. No son políticamente correctos. Sin embargo, para otras situaciones pueden soportar dramas en silencio durante años, ser resignados y a veces ser verdaderamente sibilinos.
P.- ¿Se siguen respetando tanto las tradiciones como da la impresión?
En ciertos estratos se sigue respetando muchísimo. Existe todavía esa China tradicional imbuida del confucionismo, del respeto al mayor y al maestro. Pero el país está creciendo a pasos agigantados, la llegada de internet, el consumismo, las conexiones internacionales y el aperturismo hace mella en los jóvenes. Besarse en un parque, por ejemplo, es ya muy habitual en la ciudad, sin embargo es algo impensable en el campo. Las ciudades son espejismos en comparación con el enorme continente que es el país. En zonas rurales, a la gente no se le ocurre transgredir y saltarse las costumbres, ser diferente es incómodo, así que lo tradicional sigue pesando mucho para bien, y para mal.
P.- Estar enganchado a internet está catalogado como enfermedad.
En China esta catalogación de enfermedad es más por vocación política, con la intención clara de hacer ver que internet está pudriendo el núcleo de la juventud. La vía de escape que la red plantea en la vida espartana de los estudiantes o para los obreros emigrantes, es algo que se busca con mucha asiduidad en los miles de cibercafés. Para el gobierno, casi quinientos millones de internautas puede desconcertar, y aunque el activismo está perseguido, internet es ese campo que permite promoverlo, y al que por tanto, hay que poner puertas.
P.- La prostitución silenciosa, aparte de prohibida, ¿es realmente tan habitual en el país?
Allí tampoco tienen los mismos prejuicios que aquí. La prostitución se articula en una especie de pirámide social (diferentes escalas y tipos de prostitutas) que carece de la culpabilidad cristiana o del resentimiento que supone pensar que haces algo que está mal. La sociedad china es bastante promiscua. Es muy normal, por ejemplo, que las comidas de negocios acaben en karaokes y de aquí a la compañía de una señorita; o que el jerifalte o empresario de turno se lleve como acompañante a un congreso a una señorita de este tipo. Nadie se escandaliza. Es normal que los emigrantes del pueblo que trabajan tantas horas y que están alejados de su familia, busquen esta compañía.
P.- ¿Crees que tu libro podría publicarse alguna vez en China, que sus protagonistas podrán llegar a leerlo?
Este libro se va a publicar en español también en EEUU y Latinoamérica, y el año que viene se hará en inglés. Valoramos también un posible traducción al mandarín pero no estoy segura de cuales serían las consecuencias; abordo temas delicados que allí no sé que reacción suscitarían. Quizás se pueda hacer, y me gustaría mucho, pero no lo sé. Desde luego, sí que sería complicado. Puede ser que el libro llegue en inglés a través del limitado circuito y minoritario de ciertas librerías, ya que el gobierno a veces deja pasar un reducido número de los libros prohibidos.
P.- ¿Crees que todavía quedan rescoldos de la terrible revolución cultural o es algo ya superado?
Se ha superado, pero sigue el trauma. Los resquicios están cerrados, se ha restablecido poco a poco a los intelectuales, está reconocida a nivel histórico, ha salido material en el que se asumen los errores que supuso… señales que demuestran una voluntad de superación, de pasar página. Pero otra cosa es el trauma, los chinos están todavía tremendamente marcados por aquellas circunstancias.
P.- ¿Es China realmente el actual país de las oportunidades?
Posiblemente se ha pasado el momento, los costes laborales están subiendo, los empresarios han aprendido ese saber hacer de la empresa extranjera, las inversiones están bastante cubiertas. Sería necesario un proyecto muy concreto pues todavía se pueden hacer cosas, pero ya no es la China de hace diez años donde estaba todo por hacer y las oportunidades florecían a cada paso.
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