Universo Mo Yan
El escritor chino Mo Yan, último Premio Nobel de Literatura, ha visto publicada en España toda su obra gracias al empeño de una pequeña editorial, Kailas, que se enamoró de su obra en el año 2004 gracias a la mediación de la agente literaria Sandra Bruna. Culturamas ha querido averiguar cómo se concretó este flechazo y ha pedido al editor de Kailas que lo explique. En este estupendo artículo, se nos desvelan algunas claves de la obra del gran novelista y, al tiempo, se nos ofrece un mapa de navegación para comenzar a leerle.
Por Ángel Fernández Fermoselle.
En el año 2004, poco después de fundar Kailas Editorial, una agente de Barcelona nos propuso la posibilidad de publicar una obra de un autor que se llamaba Mo Yan. Entonces, no sabía que aceptar aquella propuesta cambiaría, ocho años después y probablemente para siempre, el rumbo de la editorial.
Nuestro primer contrato con el autor es de septiembre de 2004, sólo tres meses después de que Kailas comenzara su andadura. Grandes Pechos Amplias Caderas me enamoró. Absolutamente.
La capacidad de narración de Mo Yan resulta del todo asombrosa. Uno vive en su novela. Pero no fuera, viendo lo que ocurre, sino más bien dentro de ella, convirtiéndote en un espectador privilegiado de las increíbles historias de unos personajes que, nadie que lo haya leído lo duda, están más vivos que nosotros mismos.
En ese libro, el autor recorre la historia de su país durante gran parte del siglo anterior. Si China es un país tremendamente atractivo para muchos occidentales, observarlo a través de la perspectiva de Mo Yan resulta una experiencia demoledora, en el mejor de los sentidos. Y eterna.
Una de las mayores virtudes de la escritura del último Premio Nobel es cómo logra introducir al lector en la historia. Lo hace con una destreza que yo, particularmente, nunca he visto en otro autor. Pero tiene otras que no resultan menores: su historia te engancha, te seduce hasta los huesos, y permanece dentro de uno más allá del fin de la lectura.
Las obras de Mo Yan son de ésas que no terminan con la lectura. Más bien a partir de entonces es cuando se reinventan en la memoria de los lectores, que mucho tiempo después de haber terminado leyéndolas aún continúan con los personajes a su lado.
Además, resulta del todo enigmático cómo logra el autor hacer que uno se deslice con soltura y pasión, con intriga y un placer máximo por, por ejemplo, las 836 páginas que tiene Grandes Pechos…. Mo Yan consigue como nadie hacer disfrutar al lector de una historia maravillosamente narrada, con unos diálogos inteligentes y unas descripciones sobrecogedoras.
Conocí personalmente a Mo Yan en 2008, cuando lo invitamos a España para presentar en Madrid y Barcelona Las baladas del Ajo. Entonces, yo ya lo consideraba un auténtico dios de la escritura. Recuerdo que le lancé, sin el menor ánimo de seducirlo, simplemente diciéndole lo que sentía, varios elogios. Los despachó con toda la tranquilidad y educación, pero sin apreciarlos más que mínimamente. Le daban igual.
Yo no soy de los que elogie fácilmente, lo reconozco. Pero aseguro que Mo Yan no es de los que acepte elogios con facilidad. Más bien al revés: da la impresión de que sabe tanto lo que hace, que es tan consciente de lo maravilloso de su universo, que no le puede afectar menos lo que los demás piensen de él.
Por eso, y por lo humilde que sé que es, estoy bastante convencido de que debe de estar viviendo estas semanas con enorme desazón. Recluido y escribiendo, en parte porque eso es lo que sabe hacer, escribir, pero en gran medida también para ignorar lo que está ocurriendo a su alrededor, esa revolución tan extraordinaria que, si no se aparta a tiempo, a él también se lo lleva. La fuerza del Nobel.
Tomas Transtömer, el penúltimo galardonado con el máximo galardón literario, ha dicho en Madrid que en el último año no ha podido ni escribir ni leer, y que está encantado de que los focos se dirijan ahora a China.
Mo Yan agradeció pero no quiso, ni necesitó, mi reconocimiento. Seguro que tampoco le hace falta el del mundo entero. Por eso no me sorprende, pero sí me fascina su reacción, esa en la que señaló que estaba «feliz pero asustado» antes de zanjar que sólo quería «seguir trabajando duro».
La única otra cosa que pidió Mo Yan fue la liberación de Wu Xiaobó, el Premio Nobel de La Paz del pasado año, autor también de Kailas con sus extraordinarias Elegías del 4 de junio.
Por eso, me asombra la ignorancia de tantos que le consideran un autor «del régimen». Obviamente, no han leído su obra. Y, como dijo el gran poeta sueco, «¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie si nunca nos hemos visto obligados a mantener el equilibrio entre ser crítico y pertenecer a la asociación oficial de escritores?».
Porque quienes critican el premio de Mo Yan, además de revelar que no conocen la obra del autor, ni su crítica feroz en Las Baladas del Ajo, por ejemplo, tampoco saben de la dificultad que exige la vida en China si uno quiere ser fiel a sus ideales y al mismo tiempo mantenerse en un espacio de libertad.
Kailas tiene la enorme fortuna de publicar a un autor que ha sido capaz de escribir literatura difícilmente igualable por cualquier otro autor vivo y que, además, tiene una conciencia absolutamente clara de la situación de su país para el que busca, más que nadie, el progreso, las libertades y el bienestar común.
La semana que compartí con Mo Yan me sirvió para conocer un poco más a un hombre que admiro profundamente, como escritor y como ser humano. La relación de Kailas con él fue, primero, de flechazo absoluto, allá por el lejano 2004. Después, no ha hecho más que crecer, viéndose reflejada en seis extraordinarios libros.
Es difícil elegir entre ellos, pues cada uno es maravilloso por diferentes cuestiones. Como libro para iniciarse en el universo de Mo Yan, sugeriría tal vez Grandes Pechos Amplias Caderas. Pero Las Baladas del Ajo son una auténtica delicia, también. Rana, con su mezcla de género epistolar y teatro, es atrevido, genial. En La república del Vino uno vive una experiencia absolutamente alucinatoria, hipnótica. Y los cuentos de Shifu, harías cualquier cosa por divertirte seducen al más exigente.
Pero, de todos modos, tengo que reconocer que a mí me apasiona La vida y la muerte me están desgastando, que en mi opinión supone su cenit literario… hasta la fecha.
Con solo 57 años, es posible que Mo Yan aún escriba su mejor obra, y nosotros, desde luego, queremos publicarla.