Literatura y delirio
Por Germán Solero.
Cuando hablamos de un texto que aspira a ser literatura es necesario preguntarnos por la forma que ese texto elije para mostrarse y si esta es coherente con aquello que quiere mostrar; es decir, de qué procedimientos hace uso para significar y si esos procedimientos funcionan o no para esos significados. Y esta pregunta es necesaria porque en esos procedimientos se juega la literatura, se juega aquello que hace a la diferencia entre un texto y un texto literario. En función de esta pregunta es que intento pensar la novela de Sebastián Pandolfelli: Choripán Social.
Una primer respuesta a esta pregunta, a la pregunta por la forma, se la puede rastrear en el prólogo que Alberto Laiseca (maestro de Pandolfelli) escribe para esta novela; allí dice: “Choripán Social es, para mí, una acabada muestra de realismo delirante, tal como los libros que escribió el gordo Soriano o los míos”. Y no solo en el prólogo, ya que en más de una ocasión Pandolfelli pone esta reflexión en boca de sus personajes: “Acá somos personajes del delirio de un tipo que además de que escribe poco y mal, cuando le viene la loca, juega con nosotros como se le canta el culo”. El lector es invitado a leer la novela de Pandolfelli en clave realista delirante. Inmediatamente surge la inquietud por esta excéntrica definición. En principio, yo, lector, la acepto e intento pensarla.
Así como la alucinación viene a ser la percepción en ausencia de objeto, entiendo el delirio como la percepción deformada del objeto. En este caso, el objeto sería una especie de historia de la realidad política argentina. Choripán Social intenta trabajar con un híbrido que mezcla diferentes rasgos de la política argentina en diferentes personajes. Y supuestamente es sobre ese híbrido que se aplica el delirio (no considero esta concepción híbrida ya como delirio, la considero una simple mezcla). Digo híbrido porque, por ejemplo, en la figura del presidente de Argentina que propone la novela se puede ver tanto a De la Rúa en su escape, vía helicóptero, de la Casa Rosada como a Cristina Fernández pensando en la re-reelección.
Ahora bien ¿cuál sería la finalidad de utilizar el procedimiento “delirio” en una novela? Hacer que la realidad delire, generar una percepción deformada, distinta, puede funcionar para subvertir un orden. Allí donde hay un orden anquilosado y naturalizado, allí donde la realidad ha dejado de ser problemática y gris para ser simplemente blanca o negra, allí el delirio viene a desnaturalizar, viene a desocultar significados que por alguna razón han sido tapados por algún relato mayor. Habría que aplaudir a la literatura que se propone hacer delirar aquello que tiene por objeto.
El problema es que en Choripán Social ese delirio no se termina de concretar. Lo que propone esta novela es una exageración que no subvierte ningún orden, los estereotipos se reconocen claramente y su exceso no aporta ningún punto de vista diferente. Es la exageración por la exageración misma. Y si se quiere buscar los casos más excéntricos, se puede encontrar desde un ejército de “cinco mil Pibes Chorros” que se entrenan en una especie de base bajo tierra para combatir al sindicalismo corrupto, hasta un auto “justicialista” que ante un callejón sin salida despliega alas y se da a la fuga por los aires. La categoría “realismo delirante” falla, desde mi punto de vista, para leer Choripán Social.
La única solución posible que hallo a la pregunta por la especificidad literaria de la novela de Pandolfelli es la búsqueda del humor. Se puede ver un humor que juega con los lugares comunes de la política argentina. Se puede pensar, quizá, que a la hora de hacer humor no hay nada mejor que recurrir a los lugares comunes, que pueden ser los más eficaces. Aunque como lector pienso que sería mucho más productivo un humor crítico, un humor ácido, un humor que ponga algo en jaque; que haga que una lectura sea productiva, que haga que una lectura sirva como punto de partida para otro tipo de reflexiones. Pero si se juzga la novela en función de lo que el propio texto plantea, es decir, la búsqueda del humor a partir de la exageración por la exageración misma, vale una última pregunta: ¿la novela logra eso que se propone? Mi respuesta: aunque solo por momentos, sí.
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Ficha:
Choripán Social
Sebastián Pandolfelli
Editorial Wu Wei. 2011
178 pág.
Me quedó que leer la novela es una perdida de tiempo porque es muy mala