Crónicas ligerasEscena

La Verdad de Josep Maria Flotats

Por Javier Vázquez Losada

 “Si, de la noche a la mañana, la gente dejase de mentir, no existiría ningún matrimonio en la tierra y en cierto modo eso sería el fin de la civilización”

El actor y director teatral Josep María Flotats explora acerca de la mentira en su repercusión social y personal en La verdad, obra de teatro de Florian Zeller que se está representando desde el 5 de octubre al 23 de diciembre en el teatro Cofidis de Madrid.

Flotats, en un reparto con María Adánez, Kira Miró y Aitor Mazo, dirige y a la vez  se reserva el papel de un hombre de negocios mentiroso compulsivo, Miguel, al que una mentira va llevando a otra en una espiral esquizofrénica en la que tanto él como el espectador han de llevar la cuenta de las sucesivas mentiras para poder continuar en pie, eludiendo la temida verdad que no es otra que su amante, Alicia, es la esposa de su mejor amigo Pablo, y amenaza con revelar su relación. Laura, esposa de Miguel, sospecha de la fidelidad de su marido. Después de muchos esfuerzos y de bastante mala fe, Miguel consigue convencer a las partes de los inconvenientes de decir la verdad y de las ventajas de callarla. Sin embargo, esa verdad que él prefiere no sacar a la luz quizás no la conozca como cree.

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Flotats adapta a la perfección el texto y el espíritu de la obra de Florian Zeller (presente en la función, y que salió a recoger unos merecidos aplausos) El autor francés, de 33 años, ya es considerado una de las grandes promesas de las letras europeas. En ella cabría la posibilidad, ya que el texto juega las bazas propias de la tragicomedia, de decantarse por una u otra, por poner la tilde en aquellos aspectos más jocosos de las situaciones a las que se llega o de aquellos aspectos más dolorosos que una mentira conlleva, derrumbando los principios de los protagonistas, su catadura mora, su pequeña “civilización” que puede ser llevada a una escala grande, universal. Y acierta Flotats al decantarse por el tono más cómico, más divertido, que lleva al espectador a implicarse en la trama, a empatizar de inmediato con el protagonista pero siendo conscientes, finalmente, de que la gran mentira que muchas veces son las relaciones que vamos construyendo, terminan por volver como un boomerang. Y el golpe, entonces sí, ha de ser asumido con todas sus consecuencias, llega el dolor, como llega la cirugía durante la inevitable anestesia.

De ese modo, el texto brilla con luz propia, un texto con piruetas de Pirandello, como ha llegado a afirmar el propio director, un enredo de tres que deviene en un enredo de cuatro, una obra clásica con formas de hoy, temas de siempre que se renuevan. Lo universal desde el microcosmos; ellos, nosotros y nuestra mentira cotidiana con la verdad oculta como costumbre, la mentira como placebo universal.

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