George Franju. San Sebastián rescata a un cineasta esencial
Por Jon Hernández
Este año, el Festival de Cine de San Sebastián nos trajo la filmografía completa de uno de los referentes de la Nouvelle Vague: Georges Franju.
Totalmente desconocido para mí, fui a ver su primer documental, Le sang des bêtes («La sangre de las bestias’, o como se le ha traducido en español: Matadero), con el que se inició en el mundo del celuloide y en el que ya mostraba el carácter y la mirada personal de lo que iba a ser su futura carrera cinematográfica, tanto en el documental como el largometraje de ficción.
LE SANG DES BÊTES (1949)
La primera sensación que me produce este documental de apenas 22 minutos es que Buñuel tuvo un buen discípulo en el mismo país donde rodó su ‘perro andaluz’ y su ‘edad de oro’.
Sin ningún apasionamiento, una hermosa voz en off de mujer nos introduce en los arrabales de París de finales de los 40,con sus vertederos de objetos inservibles (un gramófono roto, un maniquí desmembrado… oh Buñuel!), sus puestos de venta ambulante, niños jugando, una pareja de novios besándose… luz y tranquilad a raudales, para a continuación llevarnos al submundo que existe a tan solo unos metros: el matadero de caballos, el de reses y el de corderos.
A partir de ahí se van desgranando imágenes crudas que son el día a día de esos lugares: llegan los animales vivos y ya sabemos cómo salen. Primeros planos de un pistoletazo en la frente a un caballo blanco que cae muerto al instante; el degollamiento de reses y ovejas, la decapitación de terneros… Los matarifes hacen su trabajo rutinario, con las manos descubiertas, pitillo en la boca. Sincronizados, cada uno sabe lo que tiene que hacer. No hay ensañamiento en sus actos, más bien parecen conscientes de cómo dar el golpe certero, la cuchillada precisa para que el animal no sufra más de lo necesario. No nos priva del sonido directo de los golpes, de los ruidos del afilado cuchillo que desolla…
Un narrador (esta vez masculino) interrumpe de vez en cuando la escena para instruirnos sobre tal o cual herramienta utilizada, o nos habla de uno de los trabajadores mientras va partiendo a hachazos una res.
Música de piano y de acordeón, muy francés, mientras la pantalla se inunda de los vapores de la sangre caliente que corre por el suelo (¡Dios! Este documental sería difícil imaginarlo en technicolor).
Como si Franju fuese consciente del exceso de crudeza, nos regala de cuando en cuando imágenes del Sena, de una iglesia cercana, de un tren que se aleja…
Franju ha conseguido dignificar lo que es digno: el trabajo de unos hombres que nadie quiere ver pero todo el mundo sabe que son necesarios. Y ha logrado infundir poesía en lo crudo, porque no hay morbo ni búsqueda de la provocación en sus escenas… Sólo nos lo cuenta,porque existe, porque eso también es Paris. Y ya al final suena una recia voz de barítono cantando La Mer,de Charles Trénet. ¿O es uno de los matarifes? Me quedó la duda mientras salía a tomar el aire tarareando fascinado, la hermosa letra de La Mer:
Au ciel d’été confond
Ses blancs moutons
Avec les anges si purs
La mer bergère d’azur
Infinie
LA TÊTE CONTRE LES MURS (‘La cabeza contra la pared’) 1958
Primera experiencia de Franju como director de largometrajes de ficción. La historia, sin apenas altibajos, nos sumerge en el mundo de los centros psiquiatricos de la época, donde luchan los viejos métodos “terapéuticos” contra los nuevos. Pero donde yo esperaba violencia, crueldad, métodos inhumanos (como en Alguien voló sobre el nido del cuco), solo encontré métodos, formas y diálogos extremadamente comedidos, cautos, suaves… Más que un manicomio, el centro donde recluyen al protagonista parece un balneario de la Provenza. Tal vez con esto Franju pretende transmitirnos que hay métodos violentos más terribles que el electroshock o las palizas… Porque a pesar del paradisíaco centro psiquiatrico, los muros existen, y no son sólo físicos… Anouk Aimée, guapísima, aparece como la enamorada de nuestro héroe, que traba amistad con otro jovenzazo de todos conocido: Charles Aznavour, que lucha impotente por su libertad y que solo la encuentra a través de la muerte.
La cinta es desesperanzadora; si tiene moraleja, yo no supe encontrarla. Algún bostezo que otro en la sala que ni siquiera la banda sonora de Maurice Jarré pudo amortiguar.
LES YEUX SANS VISAGE («Los ojos sin rostro») 1960
Una historia tétrica con reminiscencias de Frankenstein y que a mí me recordó a la mucho más reciente La piel que habito de Almodóvar.
El doctor chiflado protagonista (con ademanes de buen padre y que a mí me recordó a un profe de física de mi época del BUP, secuestra hermosas muchachas y les arranca la piel del rostro para efectuar operaciones en el rostro desfigurado de la que una vez fue su bella hija. Pero las operaciones aún no son perfectas… y vuelve a intentarlo una y otra vez secuestrando y asesinando bellas damiselas.
Toda la película nos envuelve en un ambiente claustrofóbico, sin sobresaltos, con la cadencia que parece intrínseca a la filmografía de Franju. Incluso la escalofriante escena de la extracción de la cara de una de las víctimas está hecha con tal delicadeza y parsimonia que no roza siquiera lo gore, y creo que ese fue el motivo de que sintiese el único escalofrío a lo largo de toda la película.
Franju sigue jugando con simbolgía: palomas, perros… para quien quiera o pueda interpretarla.
Y de nuevo Maurice Jarré en la banda sonora, sin estridencias, sin sustos (ya se encargarán de ello sus mitadores/sucesores) consigue darle el toque “especial Franju” a esta película, que en resumen me dejó satisfecho y con la sensación de haber visto una GRAN obra de suspense, terror… y a la vez muy poética.