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El pudín del pobre y las migajas del rico

 

El pudín del pobre y las migajas del rico. Herman Melville. Ediciones Barataria. 128 páginas. 10 €.

 

-Observa -decía el poeta Blandmour estusiasmado, hace unos cuarenta años, mientras avanzábamos por el camino bajo una suave y húmeda nevada, hacia finales de marzo-; observa, amigo mío, que la bendita y dadivosa naturaleza es benéfica en todos los aspectos y no sólo eso, sino que además está considerada por sus obras de caridad como una vulgar filántropa cualquiera. Esta misma nieve, que parece tan fuera de temporada es, de hecho, precisamente lo que un labrador pobre necesita. Con razón es tan suave esta nieve de marzo que cae justo antes de la siembra, con razón se le da el nombre de «estiércol del pobre». Como benéfica exudación del cielo sobre el suelo, penetra suavemente y nutre cada terrón, cada estría y cada surco. Para el labrador pobre es tan beneficiosa como el pienso para el granjero rico. Y el agricultor pobre no tiene ningún problema para esparcirla, mientras que al rico le cuesta esparcir la suya. 

– Puede que así sea -le dije con disconforme entusiasmo sacudiéndome algunos de los húmedos copos de mi pecho-. Puede ser como tú dices, querido Blandmour. Pero dime entonces, ¿cómo es que el viento impulsa lejos el «estiércol del pobre» de los dos miserables acres de la parcela de Coulter y lo deposita allí arriba en las veinte hectáreas del rico hacendado Teamster?

-¡Ah!, sí, bueno. Supongo que el campo de Coulter es lo bastante húmedo sin ulteriores humedades. Es tan bueno como un festín, ¿sabes?

-Sí -le respondí-, de ese tipo de comida húmeda -y sacudí otra rociada de húmedos copos de mi persona-. Pero dime, esta cálida nevada primaveral puede resultar muy beneficiosa, como tú dices, pero qué sucede con las heladoras nevadas de los largos inviernos de por aquí?

-¿Acaso no recuerdas las palabras del salmista?: «El Señor da nieve como da lana». Lo que significa no sólo que la nieve es blanca como la lana, sino cálida como la lana. Es mi opinión, la única razón de que la lana sea cómoda es que el aire queda atrapado y se calienta entre sus fibras. Y lo mismo podemos decir asimismo de la temperatura de un campo cubierto por un manto de nieve en diciembre, que sin lugar a dudas se encuentra varios grados  por encima de la temperatura de la superficie. Como ves, la nieve invernal es benéfica por sí misma: bajo el pretexto de las heladas, en realidad calienta la tierra con una especie de brutal filantropía, que más tarde será fertilizada y humedecida por los gentiles copos de marzo.

-Me gusta oírte hablar, querido Blandmour, y guiado por tu benévolo corazón, sólo puedo desear al pobre Coulter una gran abundancia de este «estiércol del pobre».

-Pero eso no es todo -dijo Blandmour con impaciencia-. ¿Nunca has oído hablar del «colirio del pobre»?

-Nunca.

-Recoge esta suave nieve de marzo, derrítela, y embotéllala. Se mantiene tan pura como el alcohol. Lo mejor del mundo para los ojos delicados. Yo mismo guardo una damajuana. Así que el hombre más pobre que sufre por sus ojos puede aliviarse a sí mismo con este mismo remedio inagotable. ¡Imagina la calidad de semejante don!

-¿Así que «el estiércol del pobre» es también «el colirio del pobre»?

-Exactamente. ¿Y qué podría ser más económicamente idóneo? Algo adecuado para dos propósitos tan dispares.

-Muy dispares, por cierto.

-¡Ah!, es típico de ti burlarse de algo tan serio. Pero no importa, hemos estado hablando de la nieve, pero la vulgar lluvia que cae durante todo el año es todavía más benigna. Dejemos de lado su conocida acción como fertilizante en los campos y consideremos una de sus facetas menores. Dime, ¿has oído hablar alguna vez del «huevo del pobre»?

-Nunca, ¿Qué es eso?

-Pues verás, en la elaboración de algunas recetas culinarias con harina, en las que se recomienda, según los recetarios, el empleo de huevos, se puede obtener un sustituto de los huevos con una taza de lluvia helada que actúa como levadura. Y por lo tanto la taza de agua de lluvia helada así empleada la denominan las amas de casa «huevo del pobre». Y en muchas casas pudientes las amas de llave lo utilizan. 

-Pero sólo cuando se quedan sin huevos de gallina, supongo, querido Blandmour. Pero su plática, se lo digo con toda sinceridad, me resulta de lo más agradable. Siga por favor. 

 

(…)

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