Gran Vilas
Manuel Vilas
Editorial Visor
Por María Cabrera González
Gran Vilas, el último libro de poesía de Manuel Vilas, se presenta a sí mismo en buena racha. Arranca con premio, además, como si del propio subtítulo se tratara; XXXIII Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla. Con un discurso directo cercano al publicitario, lo que Manuel Vilas vende es otra cosa. Quizá se venda a sí mismo, a su personaje. En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad; sobre todo en la enfermedad, porque el autor se colma de carencias, transformando el malestar en malestar escrito. Ningún anuncio haría eso.
La poesía del autor Manuel Vilas a partir de Manuel Vilas, el personaje ficticio de Gran Vilas. Parece un trabalenguas, una provocación, pretende latir. Su deseo de expansión es terrenal y celestial. Individuo universal de un libro que transcurre como una oda al amor contemporáneo, más desdichado que nunca.
En un momento, se puede leer en Gran Vilas: “Te quiero mucho porque nadie te quiere ya como tú quieres que te quieran”, y a continuación: “estar llenos de gente que madruga”. Va arrancando a las grandes frases su promesa y llenando las pequeñas de aura y de importancia. Todo mezclado, confundido, como eso que llamamos realidad. Realidad rota.
Dando vueltas sobre lo mismo se llega a nuevos lugares. Donde parecía que no quedaba nada, encontramos algo. El pensamiento hecho poesía o la poesía hecha pensamiento. Como un juego que va más allá, un puzzle o un trabalenguas. Vilas se dirige a la persona amada, el juego perdido de antemano. Una imprecación constante, arrastrada por todo el texto, para que lo más devastado de nosotros encuentre compañía, consuelo. Habla de lo desgastado, nos dice cosas que sabemos pero no queremos oír. Porque al final, está hablando también de nosotros, de nuestra posición, de nuestra forma de mirar y admitir más de una verdad cuanto menos lapidaria, aunque a veces ofrece un resuello y nos da una clave para hacer, de nuestros pequeños insomnios, algo llevadero.