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Poesía chilena en España

 

Poesía chilena actual editada en España

 

La nieve es nuestra, Cristian Gómez Olivares

Última noche, Gladys González

Silabario, mancha, Marcela Parra

 

Ediciones Liliputienses, Torrequemada, 2011 y 2012

 

Por Juan Soros

 

Dentro del aura que recubre a la literatura latinoamericana en España hay zonas de mayor peso que otras. De mayor peso de papel, lo que se ve al revisar el índice de cualquier antología y comparar la presencia de autores de cuatro o cinco naciones del subcontinente (y donde siempre el gran ausente es Brasil). Este peso puede ser útil a modo de presentación pero también peligroso. La reciente aparición de tres poemarios de una de las tradiciones más auráticas y fuertes de latinoamerica en poesía, la chilena, además arropados en un mismo proyecto editorial, requiere atención para no caer en una lectura apresurada o banal. Estos libros son La nieve es nuestra de Cristian Gómez Olivares, Última noche de Gladys González y Silabario, mancha de Marcela Parra.

 

Quizás lo primero es recalcar la labor editorial de Ediciones Liliputieneses que logra poner a disposición del lector español obras de poetas latinoamericanos jóvenes de mayor o menor trayectoria en sus países de origen. Si bien es cierto que algunos autores de su catálogo pertenecen a circuitos de festivales y publicaciones bien establecidos, que ya han publicado en la península, en la mayoría de los casos está publicando textos de muy difícil acceso si no es a través de medios digitales. El caso de los poetas chilenos es ejemplificador de la variedad de la apuesta editorial. Un nuevo libro de un autor prolífico y ya conocido en España, una recopilación de libros y la reedición de un primer (y hasta el momento único) libro. Por lo mismo, para empezar, como propuesta editorial es un privilegio y un placer poder acceder, en papel impreso, a estos libros en España. Esa apuesta es la que hace más rica y necesaria la presencia de estos textos, tener la posibilidad de conocer de primera mano las obras de poetas jóvenes (en su mayoría), conocidos en sus países, casi en tiempo presente, sin pasar por filtros oficiales, antologías dudosas o premios no siempre representativos. Son tres poetas distintos pero que comparten un interés genuino por su propia tradición y un trabajo riguroso de la palabra, cada uno en su propio camino.


Cristian Gómez Olivares
(Santiago de Chile, 1971) vive desde años en Estados Unidos trabajando como profesor universitario. Sin embargo, mantiene una constante presencia en la escena chilena y, curiosamente, sus últimas publicaciones no son en Chile ni Estados Unidos sino justamente en España. Junto al libro que tratamos  ha salido recientemente Homenaje a Chester Kallman (Luces de Gálibo, 2010) y La casa de Trotsky (Ediciones de La Isla de Siltolá, 2011). Heredara del desencanto y mirada irónica de toda una corriente de poetas posteriores a Nicanor Parra, su desencanto es más una mirada sincera y atenta y su ironía no es ácida, como la de Lihn, sino cercana. La academia, la misma literatura, como parte de la vida cotidiana, son el germen de una poesía que no teme a la deriva que puede llevar al rizoma pero que se integra de manera fecunda en la lógica del poema que se extiende y disemina evitando los mensajes directos, totalizantes, imponentes.

 

De los tres autores que tratamos quizás sea Gladys González (Santiago de Chile, 1981) la que tenga más presencia en antologías, festivales nacionales e internacionales (participando y organizando) y cuya trayectoria está más asentada en su propio país. Su relevancia en la escena chilena se puede valorar por la reciente reedición de sus tres primeros libros en el volumen Vidrio molido, editado por Libros La Calabaza del Diablo en 2011. Este reúne Gran Avenida (2003), Aire quemado (2009) y Hospicio (2011). La edición española, titulada según el último largo poema del libro, Última noche, nos ofrece los dos últimos libros de la autora aunque quizás es su primer libro el que establece el eje desde el que va creciendo una poesía en evolución: Gran Avenida, calle y barrio en la comuna de San Miguel, como lugar inestable, periferia en el centro de la ciudad, donde se vive intensamente. Sin dejar esa raíz, los libros a los que podemos acceder nos muestran escenas interiores, tiernas o descarnadas, siempre bellas y concisas, palabras cinceladas, en una poética que recupera lo mejor de la fuerte impronta urbana de la poesía moderna.

 

Silabario, mancha de Marcela Parra (Temuco, 1981) es su primer y único libro hasta el momento, editado originalmente en Ediciones del Temple. Realizando un doctorado, Parra ha estado presente en Madrid interviniendo de manera sutil en algunas lecturas y también cantando con su grupo Licántropa. Por lo mismo es de agradecer poder leer su libro ahora. Licenciada en Arte, su poética se enfrenta al tema de las dificultades del lenguaje pero también hace propias estrategias de la vanguardia que se encuentran, paradójicamente, en los antiguos silabarios. Es decir, los vínculos entre el discurso escrito y el visual en la página. En poemas como “De la fotosíntesis a la fotografía” o “Orden de no innovar (acercamiento a las intervenciones fotográficas de Guillermo Núñez)” el poema comenta o complementa la imagen incluida. Sin embargo, el trabajo visual/textual del poema “Se busca objeto perdido” entronca con la misma belleza y perplejidad que nos propone la célebre ilustración de Magritte “Ceci n’esta une pipe”. Sin incluir imágenes, el poema largo “WE” (palabra en inglés y mapudungun), muestra la influencia de poéticas como la de Raúl Zurita y, sobre todo Juan Luis Martínez, que también vinculan las preocupaciones por los límites del lenguaje con un cuidado trabajo de disposición del texto sobre la página.

 

Poesía de la ironía, urbana, del lenguaje y lo visual. En los tres libros podemos ver la herencia de lo mejor de algunas poéticas fuertes chilenas pero no como epigonía sino como “tradición de la ruptura” que se hace cargo de los procedimientos y busca nuevas formas de expresión y nuevos puntos de vista. Esto es difícil, a veces parece una ilusión poder hacer “lo nuevo” en poesía hoy, esta es la apuesta y es un placer poder leerla mientras sucede.

 

 

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