Un pequeño paso para el hombre
Por Care Santos.
Un pequeño paso para el hombre. David Vicente. Ediciones Tagus, Madrid, 2012. 2,99 €.
David Vicente hace años que flirtea con la literatura, en el mejor de los sentidos. Como periodista, como editor -de un sello interesante pero de vida breve: Baladí- y como autor en algunos libros colectivos. Ahora, lo estábamos esperando, debuta como novelista con una historia que parte de un hito que marcó la infancia de toda una generación, aunque no la suya: la llegada del hombre a la Luna.
Hay que llamar la atención sobre el formato electrónico, el único, por ahora, en el que ve la luz esta novela. Hay muchas cosas que celebrar en esta tímida iniciativa lanzada en nuestro país por la librería Casa del Libro y editorial Planeta -los correspondables del sello Tagus-: desde el apoyo a los autores noveles al precio de salida de los títulos, un precio realista, alejado de los muy hinchados precios habituales de las novelas en formato electrónico (que son, sin duda, uno de los motivos de que en España no prospere este tipo de venta al mismo tiempo que la piratería crece como la espuma.) Sin embargo, y sin que esta disquisición me lleve demasiado lejos, echo de menos que esta novela de David Vicente esté también disponible en papel y, con toda sinceridad, espero que sólo sea cuestión de tiempo.
Disfrazada de novela de espías, por lo menos al principio, Un pequeño paso para el hombre arranca con los problemas de un escritor en plena escritura -traumática- de su primera novela. En la historia, de tintes míticos pseudobíblicos- interfiere la llegada de un misterioso personaje dispuesto a ofrecer dinero a cambio de la escritura de la carta con la que piensa despedirse de este mundo, después de suicidarse. Lo que en un principio es un dilema moral se convierte en un caso que no hubiera desagradado al mismísimo James Bond, con la guerra fría como telón de fondo y un montón de agentes de los servicios sectetos estadounidenses dispuestos a lo que sea por salirse con la suya. Toda esta trama, contada con agilidad y, por difícil que parezca, absoluta verosimilitud, tiene además el aliciente de poner sobre la mesa la famosa teoría de la conspiración, cuyos partidarios sólo ven sombras sospechosas y vehículos forrados con papel de aluminio en las fotos mandadas por los astronautas desde la superficie de nuestro satélite.
En la segunda parte de la novela llega una sorpresa en forma de personaje. Un médico experto en transtornos de la mente retoma la historia del protagonista desde otro punto de vista. Es interesante, de pronto, esta incursión de Vicente en algo que podría recordar a la novela de campus, llena de personajes que conviven a partes iguales con su soberbia, su excentricidad y su testosterona y que al fin y al cabo se dirigen al mismo bando que el de todos los demás: el de los derrotados.
En este desenlace ya no es el engaño, o la manipulación política de las grandes potencias mundiales, o el poder de lo económico, el protagonista del banquete, sino que se nos sirve un plato inesperado: la línea finísima, casi invisible, que separa la genialidad del desequilibrio. Nadie en su sano juicio parece estar dispuesto a tomar en serio al sufrido ex escritor, pero él ha ideado un plan para conseguirlo. Un plan que, además, dará al traste con los destinos de varios de los secundarios de esta historia.
Y si es difícil cerrar una reseña sin repetir lugares comunes del tipo «Nadie debería perderse este debut», hay que reconocer que en este caso lo difícil sería no hacerlo. Sin duda, para David Vicente, esta novela no es un paso pequeño.
Reseña compartida con La tormenta en un vaso