Palabra de autor: David Vicente. Al otro lado de la línea
El autor de “Un pequeño paso para el hombre” (Tagus) explica para Culturamas los porqués de su primera novela y la sensación de pérdida de la virginidad que le ha acarreado la publicación.
Es difícil saber cómo surgen las historias de ficción, ni siquiera las propias. Supongo que, como la realidad, tiene algo de casual y algo de forzado.
Más allá de pedanterías, en mi caso la parte casual está muy presente y en menor medida, la forzada o, quizá contradiciendo a Picasso, la esforzada. Apenas me siento delante de la pantalla del ordenador con un documento Word en blanco y tres o cuatro ideas básicas en la cabeza. A partir de ahí y, repito, no me gustaría caer en la pedantería, la historia (casi) va evolucionando en el documento como si yo fuese un lector más que descubre poco a poco a los personajes. Las cosas surgen o no surgen, al menos en lo que a mí respecta, por eso algunas historias acaban en la papelera de reciclaje y otras archivadas en alguna carpeta con la intención de que algún día puedan ver la luz.
En el caso de Un pequeño paso para el hombre, mi primera novela publicada, siempre me rondó la cabeza escribir sobre la llegada del hombre a la Luna por primera vez ese verano de 1969. No porque sea un tema que me obsesione en mayor medida, tanto me importa si puso o no aquella huella que ya ha pasado a la leyenda en el Mar de la Tranquilidad, sino porque reconociendo que es un tema que da para el mito de largo, creía que había sido poco explotado en la ficción, ya sea literaria o cinematográfica.
Por otro lado, y aquí sí que hay una obsesión mayor, siempre me ha llamado la atención la necesidad que tenemos de dividir el mundo de una manera maniquea: blanco o negro, bueno o malo, alto o bajo, y así hasta la saciedad (o la suciedad)… En ese sentido, existe una manera estándar de percibir el mundo, la que supuestamente pertenece a los cuerdos, y otra manera menos convencional, la que supuestamente pertenece a los locos o enfermos mentales.
Pero a veces, los que estamos, digamos, en el lado amable de la línea divisoria, cometemos actos que, a poco que lo pensemos, no parecen responder a lo que el diccionario cataloga como cordura: “Prudencia, buen seso, juicio.”
En ese sentido, una frase de Buzz Aldrin (uno de los astronautas partícipes de aquella expedición Apolo 11) llamó mi atención. «Si llegamos a la Luna no fue para estudiarla ni recoger muestras de su suelo, sino para aventajar a los rusos en la carrera espacial. Todo lo demás quedó en segundo plano… ». Dijo el bueno de Aldrin.
Bien, ¿hay algo menos juicioso que querer alcanzar (reitero, tanto da si lo consiguieron o no) nuestro satélite simplemente por aventajar a otros congéneres? ¿Hay algo menos juicioso que alabar masivamente ese absurdo acto? Es un ejemplo más, por supuesto, la historia está llena de otros tantos y, probablemente, también nuestro día a día, aunque estos sean menos grandilocuentes.
Parecía pues que ambos escenarios, el fondo y el trasfondo, casaban a la perfección para darse la mano en una historia. Así surgió la novela, sin más.
Una historia que, en cualquier caso, trata de huir de la profundidad y tiene mucho menos de trascendente que estos dos folios que la justifican. Siempre he creído que la literatura, como cualquier otra manifestación artística, debe partir de la premisa del entretenimiento y, desde luego, no soy yo quien para ir por ahí dando lecciones al personal. Como leí una vez a Ray Loriga, yo soy alguien que también reza, no que predica. Por lo que preferí (no sé si lo conseguí) hacer una caricatura llena de guiños de humor.
Respecto a mi debut literario, como en todo debut, por encima del éxito o el fracaso, lo importante es que sabes que, para bien o para mal, nunca más se volverá a repetir. Supongo que todos recordamos, con más o menos cariño, la primera vez que afrontamos una relación sexual. Pero nostalgias al margen, ¿a quién le apetece estar desvirgándose una vez tras otra? A mí, desde luego, no. Con más o menos torpeza hecho está, espero sepa perdonarme mi amante (en este caso los posibles lectores) si no fue totalmente de su agrado. Como ante cualquier gatillazo, siempre uno puede poner alguna excusa y prometer que no sucederá la próxima vez.
Se agradece mucho leer a autores como David que intentan sacudirse el polvo de la impostura, la pedantería y el remilgo intelectual ante un evento tan dado a la autogloria y al autobombo como el de un estreno editorial como autor.
Leeremos tu novela con el mismo interés que hemos leído este breve artículo.
Muchas gracias, Raúl.
Sí, en general creo que es necesario tomar una cierta distancia de las cosas y verlas en su justa dimensión.
Espero que la novle, al menos, consiga entretenerte. Un abrazo.