Entre crítica y clínica, desde Artaud
Por Eloy V. Palazón.
Espectros de Artaud
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Hasta el 17 de diciembre.
El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía comienza la temporada con un plato fuerte, una exposición de tesis, con una ardua investigación por detrás, que contrasta con lo que últimamente están haciendo los museos y otros centros dedicados al Arte que presentan exposiciones retrospectivas de artistas estrella pero sin aportar en ella visiones realmente diferentes. Ofrecen ver en España la obra de autores conocidos, cosa muy valiosa (por supuesto), pero nada más.
Lo realmente interesante de las exposiciones de tesis, como esta, es que ponen sobre la mesa nuevas interpretaciones, caminos antes no explorados y, por tanto, abren al espectador una riqueza oculta que, además, muestra obra nueva, poco conocida.
Si el año pasado una de las primeras exposiciones de la temporada estuvo dedicada a la influencia del escritor francés Raymond Roussel, en esta ocasión le ha tocado al dramaturgo Antonin Artaud. Parece que el Museo Reina Sofía se ha empeñado (un empeño que se agradece) por esclarecer las líneas de influencia entre la literatura y el arte contemporáneo, y sobre todo aquellos nexos que intentaron llevar hasta el límite la posibilidad del lenguaje. Recordemos que, además de la exposición dedicada a Roussel, hubo una muestra de la poesía experimental en España y Latinoamérica entre los años 1962 y 1982 que se ha clausurado recientemente.
Posiblemente, lo más conocido de Artaud es su libro El teatro y su doble, que, como dice la comisaria de esta exposición Kaira M. Cabañas (profesora de la Universidad de Columbia), ha sido ampliamente estudiado junto con la influencia ejercida sobre el teatro y la teoría posestructuralista. En el citado ensayo pretendía tender puentes que aproximaran la vida y el teatro, y tambalear la cómoda posición pasiva del espectador. Cuando en Para terminar con el Juicio de Dios ataca la metafísica al decir «Il y a dans l’être/quelque chose de particulièrement tentant pour l’homme/et ce quelque chose est justement/LE CACA» [“hay en el ser /algo particularmente tentador para el hombre/ y esa cosa es precisamente/ LA CACA”] está intentando tambalear todas esas cuestiones tradicionales que han sido entendidas como conceptos inamovibles y, en esto, es un claro heredero de Nietzsche. Si en el teatro, al atacar algo así como una ontología de la dramaturgia, produce la confusión entre vida y teatro (que tan presente ha estado en muchas obras de teatro, tan conocidas como Como gustéis o Macbeth de Shakespeare), en el campo del lenguaje se produce una búsqueda por esa entidad mínima productora de sentido: el sonido. Precisamente esta última vía, más oscura y menos estudiada que la anterior, es la que sigue esta exposición.
La exposición se divide en varias secciones. La primera de ellas está dedicada a la influencia del escritor francés sobre los letristas, un movimiento artístico fundado en 1946 por Isidoro Isou y Gabriel Pomerand. El letrismo redujo la poesía hasta la letra, hasta las dimensiones meramente auditivas del lenguaje. A la vez que Artaud grababa Para terminar con el Juicio de Dios con fragmentos de música había compositores que estaban redefiniendo el papel del cuerpo y el lenguaje en la música.
La lectura por parte de los letristas se ve clara en obras como Mégapneumies (1950) de Gil Colman, que remiten al cuerpo, a la respiración, a la exploración de los sonidos del cuerpo (ya no sólo a los sonidos producidos por los fonemas, por la voz, como hicieron en su momento los dadaístas): jadeos, vómitos, alaridos,… esta vez en L’anticoncept (1951). Es la poesía física, donde se interrumpe el lenguaje racional y su función indicativa, tal y como indica la comisaria en el catálogo de la exposición. Otra obra característica con esta influencia es los Crirythmes (1953) de François Dufrêne.
El cine letrista está representado por obras como Traité de bave et d’éternité (1950-1951) de Isidoro Isou o Le filn est déjà commencé? (1951) de Maurice Lemaître, donde exploraron la escisión entre lo que se ve (la unidad de la imagen) y cómo se oye (el sonido).
La exposición también expone por primera vez tres novelas metagráficas, realizadas en 1950: Les joumaux des dieux, de Isidoro Isou, Saint Ghetto des prêts, de Gabriel Pomerand, y Canailles I de Maurice Lemaître.
Al final de esta sección encontramos varias salas oscuras donde se puede oír piezas poéticas y musicales de John Cage, Pierre Boulez, el mismo Antonin Artaud, Yves Klein, Haroldo de Campos, Gilberto Mendes,…
La segunda sección de la muestra rastrea la influencia del escritor francés en Estados Unidos y más concretamente en el primer happening de la posguerra, Theater Piece #1 (1952), de John Cage. Por aquel entonces, en Black Mountain Collage, se encontraba la escritora y poetisa Mary Caroline Richards traduciendo al inglés El teatro y su doble, que saldría a la luz en 1958, pero que tuvo la oportunidad de compartir con sus colegas. Sin duda, esta obra seguía con precisión las estipulaciones de Artaud con respecto al acto escénico: el público se situaba en el centro, luego era un acontecimiento para vivir desde dentro.
La siguiente parte de la exposición se centra en la recepción por parte del neoconcreto brasileño, con obras de Lygia Clark (con sus maravillosos bichos), Hélio Oiticica o Ferreira Gullar. Los dos primeros exploraron la recepción corporeizada de la obra de arte: la primera, en sus bichos, instigó al espectador a la participación activa en la obra (una obra hecha al completo por el espectador) y el segundo se reivindicó como “hijo de Nietzsche e hijastro de Artaud”.
Un epílogo, la clínica, nos espera para concluir la muestra. Antonin Artaud e Isidoro Isou fueron tratados por el psiquiatra Gaston Ferdière. La experiencia no fue muy agradable, tanto que surgió a raíz de ello un movimiento antipsiquiatría. Isou publicó, tras su internamiento forzoso, Antonin Artaud tortué par les psychiatres y Lemaître fundó La revue de psychokladologie et de psychothéie.
Una de las corrientes antipsiquitría en Brasil fue liderada por Nise da Silveira, lectora de Artaud, que abrió un taller de pintura para estimular la creatividad de sus pacientes. Otra vertiente fue llevada a cabo por el escritor y pedagogo Fernand Deligny, que desarrolló una terapia alternativa basada en la dramatización, los juegos y la actividad creativa.
Dentro de las actividades del museo, se hizo una visita guiada a la exposición por parte de los comisarios, Kaira Cabañas y Frédéric Acquaviva, el miércoles 19 de septiembre. Es una exposición extraordinaria, muy densa que anima al espectador a proseguir el asunto en la lectura de los textos de Artaud y otros autores. Recomiendo que vayan varias veces, tómenselo con tranquilidad. Es una muestra para disfrutar, para sorprenderse, pero eso sólo es posible si se toma con mesura, con detenimiento.