¡Pastora, tú bien vales un imperio!
Por Alfredo Llopico.
Jacinto Benavente la bautizó para la historia cuando al verla sobre las tablas exclamó aquello de “¡Pastora, tú bien vales un imperio!”. Al día siguiente Imperio era el apellido artístico de Pastora, una sevillana garbosa, hija del barrio de la Alfalfa, puro temperamento, torbellino para el flamenco, el amor y la vida que puso de moda la bata de cola y revolucionó no solo su arte al introducir el baile con los brazos sino también los usos sociales y políticos de su tiempo.
Porque Pastora Rojas Monje (Sevilla, 1889 – Madrid, 1979) gitana, madre soltera y primera divorciada en España, fue la única y pionera artista firmante del primer manifiesto en favor del voto femenino en la machista sociedad de la época. Luchó, sin ser feminista, por la igualdad de la mujer y de los hijos nacidos fuera de matrimonio. Fugazmente casada con el torero Rafael Gómez ‘El Gallo’, mantuvo un romance con Fernando de Borbón, primo del rey Alfonso XIII del que tendría una hija a la que educó sola. Sin embargo, y a pesar de tener el mundo a sus pies, esta mujer, pretendida por un monarca, adorada por un cine al que casi siempre dijo no, que triunfó en teatros de medio mundo y que rindió a su genio a la generación del 98 y a la ‘intelligentsia’ del 27, supo ser superviviente y vivió en muchas ocasiones en el filo de la navaja sin pasar facturas a nadie, dando muestras de generosidad y de una portentosa capacidad de adaptación.
Hija de la bailadora gitana ‘La Mejorana’ y del sastre de toreros Víctor Rojas, subió a un escenario por primera vez con diez años. Se presentó en los carteles siempre con un variado repertorio en el que recitaba, cantaba y bailaba cualquier palo. Su presentación en 1912 en el Teatro Romea de Madrid fue su trampolín al resto de España primero, y luego a París y a Cuba, Argentina y México. Manuel de Falla sucumbió también a su talento al escribir para ella las brillantísimas páginas de ‘El amor brujo’, estrenado el 15 de abril de 1915 en el Teatro Lara, que supondría la consagración definitiva de Pastora. Su éxito global en un mundo localizado le permitió actuar ante los Reyes de España, pero también tratar a Mata Hari y John Dos Passos así como relanzar la carrera de Arthur Rubinstein, un genio del piano en horas bajas que siguió la recomendación de la bailaora y se presentó ante sus contactos argentinos para remontar el vuelo.
Estos son algunos de los ingredientes de una vida apasionada y apasionante con los que la periodista María Estévez ha novelado la vida de este ciclón artístico y retratado su época. En ‘Reina del duende’, escrito en colaboración con Héctor Dona, biznieto de la bailaora, da luz a una vida a la que la propia artista, muy celosa de su intimidad y sus infiernos, trató de mantener a salvo de la curiosidad pública y nos permite conocer mejor a una mujer provocadora y seductora que supo sacarle partido a sus armas que residían en su belleza y sobre el escenario. Una mujer única, sin miedo a nada, muy valiente y pionera en el baile y en su estilo de vida.
Foto arriba: Retrato de Pastora Imperio, por Manuel Benedito y Vives.