Crónicas ligeras

En las garras de Virginia Woolf

Por Meritxell Álvarez Mongay

Cartel '¿Quién teme a Virginia Woolf?'Cuenta la leyenda, corroborada por el propio autor, que estaba Edward Albee tomándose una cerveza en un bar, cuando el título de su obra cumbre se le ocurrió. College of the Complexes era la taberna en cuestión. Un pub de moda en Greenwich Village que los fines de semana se llenaba de estudiantes con boina y anteojos, sin más aspiración que la de beber, fumar, tocar el bombo y garabatear  con una pastilla de jabón el enorme espejo que dominaba el local.

Fue en uno de esos grafitis espumosos donde Edward Albee vio escrito “Who’s afraid of Virginia Woolf?” Por aquel entonces, el dramaturgo estadounidense andaría por los veinte; se había independizado de sus padres adoptivos y trabajaba como chico de los recados y vendedor de discos. Ni siquiera había escrito el primero de sus controvertidos dramas (The Zoo Story, 1958), pero aquella noche supo que la frase que un beatnik había pintarrajeado entre calada y trago, sería, algún día, el título de una obra de teatro.

¿Fantasía o Realidad? Quién sabrá. El caso es que suena mucho mejor ¿Quién teme a Virginia Woolf? que El exorcista, que es como se titula el tercer acto y como se iba a titular toda la obra al principio, si el autor no se llega a acordar de la anécdota del bar.

Nada tiene que ver, pues, el matrimonio desdichado que Carmen Machi y Pere Arquillué protagonizan hasta el 12 de octubre en el Teatro La Latina con Virginia Woolf. Toda conexión que se establezca con la novelista inglesa será responsabilidad exclusiva de la audiencia. El autor lo dejó bien claro en más de una ocasión: “Quién teme a Virginia Woolf significa quién teme al lobo feroz”. Y el lobo feroz aquí es la Realidad tal cual, servida a secas, sin falsas ilusiones, sin apariencias y sin una copa de coñac donde las lágrimas se pierdan.

Escena de 'Virginia Woolf'.
Escena de ‘Virginia Woolf’.

Martha es la hija irritable, ordinaria y borracha del rector de la Universidad, interpretada por una Carmen Machi muy por encima de la Emma Vilarasau que hace poco participó en Barcelona en la misma producción. Quizá sea porque la actriz madrileña se siente más cómoda con un traje rojo dipsómano gracias a su experiencia con Helena de Troya en Juicio a una zorra. O quizá, porque los improperios de Martha suenan mucho más groseros en español y causan un mayor efecto sobre el espectador. Los lanza sin reparo sobre su marido George, un profesor de historia frustrado cuya amargura, miseria y humor Pere Arquillué caracteriza a la perfección. Y después están Iván Benet y Mireia Aixalà en el papel de joven y remilgada pareja de invitados a los que los anfitriones pronto embriagarán con su vulgar registro verbal.

Si nuestros oídos ya no sufren ninguna conmoción cuando escuchan “me cago en Dios”, “que te jodan”, “comemierda”, “hijo de perra” es, en buena medida, gracias a ¿Quién teme a Virginia Woolf?  Ahora ya estamos inmunizados frente a este tipo de vocabulario, pero es necesario ponerse en situación: La obra se estrenó en Broadway en plena crisis de los misiles, y el público, que asistía al teatro con la intención de desconectar de la continua amenaza de guerra nuclear, fue bombardeado por una ráfaga de tacos que nunca antes habían oído sobre el escenario. Cuatro años después, en 1966, los oirían en el cine también; esta vez, de la boca de una Elizabeth Taylor trece kilos y medio más gorda que Cleopatra y mucho menos refinada que Maggie La Gata.

Poco le importó a Ernest Lehman, el guionista de la película, que el código Heys no consintiera palabras como “puta”, “joder” o “mierda”. Él no tocó la más mínima palabrota del guion, y Martha continuó siendo igual de alcohólica, libertina y desvergonzada. Algo que la puritana moral estadounidense repudiaba, tal vez abochornada al toparse con Virginia Woolf y ver lo familiares que le eran los obscenos trapos sucios que se aireaban en escena. Con todo, la misma historia por la que Edward Albee se quedó sin Pulitzer en 1963, ganó en Hollywood cinco estatuillas y fue nominada en ocho categorías.

Carmen Machi y Pere Arquillué en una escena de '¿Quién teme a Virginia Woolf?
Carmen Machi y Pere Arquillué.

Cuenta otra leyenda que, para concebir a Martha y George, Edward Albee se inspiró en dos buenos amigos suyos: Marie Menken y Willard Maas. Ella era una artista experimental; él, profesor de literatura en la Universidad, y, como los personajes de ¿Quién teme a Virginia Woolf?, también se llevaban a matar. Seguramente, el propio Albee presenciaría varias de sus peleas y borracheras en el 62 de la calle Montagne Terrace. Dice la beautiful people con la que los cónyuges se codeaban que sus fiestas en el ático de Brooklyn empezaban los viernes a las 4p.m. y el alcohol no se acababa hasta el lunes de madrugada. ¡Etílico fin de semana!

¿Fantasía o Realidad? Quién sabrá. Lo cierto es que Martha y George se maltratan física y psicológicamente sobre las tablas, en un juego destructivo y cruel por mantener una ilusión enfermiza en pie. En la pieza, la quimera tiene forma de niño rubio y hermoso. Los padres dudan del color de sus ojos, de si el parto fue doloroso, de si volverá algún día a casa… Y uno empieza a dudar que el American Dream exista de verdad; que los sueños se hagan algún día realidad… Uno empieza a temer que todo sea un mito, una leyenda más… Paja que, con un simple soplido, Virginia Woolf  puede derribar. 

 

¿Quién teme a Virginia Woolf?

Autor: Edward Albee.

Versión y dirección: Daniel Veronese.

Reparto: Carmen MachiPere ArquilluéMireia AixalàIván Benet.

Producción: Teatre Romea.

Fotografías: Enrique Cidoncha.

Escenografía: Sebastià Brosa.

Vestuario: Mercè Paloma.

Iluminación: Txema Orriols.

Espacio sonoro: Damien Bazimn.

Caracterización: Toni Santos.

Lugar: Teatro La Latina.

Fechas: Del 11 de septiembre al 12 de octubre.

Horario: De martes a viernes, a las 20.30h; sábados, a las 18.30h y a las 21.30h; domingos, a las 19.00h.

Precio: 32,50 euros (entrada en taquilla) o 30,50 euros (venta online).

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