¿Dándole pena a Bryce o el premio a un autor genial?
Por Adán de Maríass.
Preciso que el escritor peruano Alfredo Bryce Echenique no es uno de mis autores preferidos, pero llama mi atención cuando percibo en mi visión literaria un Bryce plural, es decir que Bryce es «el único bohemio con agenda» como se lo dijo su gran amigo Julio Ramón Ribeyro.
El Bryce que jamás se tiñería las canas «porque es indigno, porque siempre existe la posibilidad de que chorree el tinte, algo atroz».
Otro Bryce que se considera «un trabajador sistemático, que escribe a la peor hora del mundo, a la hora de la siesta, y corrige en las mañanas, lo que ya dejé medio corregido antes de levantarme lo vuelvo a corregir en la mañana, y por la tarde cuando empiezo a escribir lo vuelvo a corregir por tercera vez, lo voy incorporando ahora con la facilidad de la computadora».
Recuerda que el otro día un periodista le preguntó ¿cuál era su peor defecto?, y él respondió «la puntualidad», que lo ha heredado de su padre Francisco Bryce Arróspide, un hombre muy trabajador, metódico, pero introvertido.
El Bryce que jamás se toma en serio, y desacraliza toda presumida pontificación de la imagen del escritor que lo sabe todo.
Aquel Bryce como un turista VIP de su propio pasado, porque él mismo manifiesta que nació con el abolengo de pertenecer a una prominente familia de banqueros que ya no existe.
Un Bryce acusado de plagiar 16 textos pertenecientes a 15 autores y condenado a pagar una multa. En principio él admitió que esos textos o artículos fueron publicados sin su autorización, y se defiende diciendo que vivía en Europa por tanto no estaba enterado de lo ocurrido.
Al Bryce que le interesa escribir cuentos buenos no mediocres porque sino fracasan. El cuento tiene que ser perfecto. También nos dice que «el cuento teóricamente debía empezar con un misterio que se absolvía y se guardaba para el final, para mí es una forma de estafar al lector, de tenerlo entretenido sin saber de que lee, no me gusta, desde la primera página cuento el desenlace, y que el lector sienta y camine contigo»
El mismo Bryce el de las frases ingeniosas, reflexivas, muy ocurrentes, cuando afirma que «nadie escribe para buscar el éxito».
Y que su madre Elena Echenique le enseñó a leer «no con libros sino con una tradición cultural, familiar, contando historias, yo nací mentiroso, soy un mentiroso que siempre dice la verdad», y que él no viaja a países sino a amigos», por eso lo de «soy un solitario en excelente compañía»; y que «adoraba a Camus y no a Sartre, que le parece un coñazo. Y que Vargas Llosa era un loco de Sartre, y él un loco de Camus». También que «no hay nada más aburrido en la vida que soportar una buena reputación».
Desde la aparición de su primer libro Huerto Cerrado mención honrosa en Premio Casa de las Américas (1968). Su padre no alcanzó a leer esta interesante obra falleció antes. Por esta razón él llevaba en su corazón una profunda herida.
Luego apareció su obra maestra Un mundo para Julius publicada en 1970, una novela del adiós al mundo que él había vivido, el de pertenecer su familia a la oligarquía limeña. Esta obra se inicia como un relato de diez páginas y después se fue constituyendo en una novela donde hay una crítica mordaz sobre los privilegios de su clase social y donde no falta el humor, la ironía, la ternura. Julius el personaje principal es un niño de extrema sensibilidad, curioso e intuitivo.
Ahora complacido por presentar su nueva novela Dándole pena a la tristeza, entre más de veinte obras que ha publicado, reciente obra que entre diversos comentarios la de su amigo Alonso Cueto quien dijo que «solo él es capaz de ver el humor en la tragedia».
El título de esta nueva novela nace de una conversación con su nana ‘Mama Rosa’ cuando le preguntó por su salud y ella respondió «Aquí estoy Alfredito, dándole pena a la tristeza».
El Bryce de incontables anécdotas entre ellas: «En el año 2006 en el Restaurant Chifa Wa lok en el jirón Paruro, en el Centro de Lima, manifiesta la periodista Milagros Leiva entrevistando a Alfredo Bryce en su programa televisivo No culpes a la noche, que cuando lo vio entrar con su entrañable amigo Fernando Ampuero y otros amigos empezó a recordar todas las obras que había leído del escritor. Ella estaba acompañada por amigos de El Comercio conocedores de la admiración de la periodista hacia el escritor, le dijeron que allí estaba Bryce para que lo entreviste, y ella dijo que estaba almorzando y no podía interrumpirlo, hasta que Bryce se levantó para ir al baño, Milagros Leiva se levantó del asiento y fue tras él, previa apuesta en su mesa con sus amigos cronistas, cuando Bryce salió del baño, cuenta que se acuerda clarito cuando se presentó como periodista de El Comercio y que quiere hacerle una entrevista y le habló tan rápido para que no tuviera tiempo de escabullírsele, a lo cual gentilmente Bryce accedió, dándole un papelito con la anotación de un teléfono.
Naturalmente Alfredo Bryce estaba sorprendido, no se acordaba de la anécdota que le estaba contando la periodista. Milagros Leiva regresó a su mesa y sus amigos cronistas le dijeron que Bryce le había engañado que ese no era su número de teléfono, y ella le respondió que ustedes no conocen a Bryce, él cumple con su palabra, porque cuando sí es sí, y cuando dice no es no. Entonces llamó por teléfono y efectivamente comprobó que era el número de su casa».
Hoy vemos un Bryce felicísimo y sus muchísimos lectores también, tras ganar el premio FIL Guadalajara a las Lenguas Romance 2012, honroso premio por toda su importante obra con elogios bien merecidos.