Memento: sexto sentido Semana Negra
Texto y fotografías: Laura Muñoz
Tras oler, palpar, ver, saborear y escuchar a la Semana Negra, llega su sexto sentido: ese complejo de facultades psíquicas que permiten al sujeto sensible acceder a determinada información que los sentidos sensoriales no son capaces de alcanzar. Este cierre de sentidos semaneros engloba las señales repentinas que recibe nuestro subconsciente, siempre de la mano de la inspiración, la empatía y la creación. En la Semana Negra, por ende, el sexto sentido se hace vigente casi al minuto.
Agudicen el suyo y traten de sintetizar lo que ven. Para tal empresa, y sirva de instrucción, utilicen las palabras de Buda: “La intuición y no la razón atesora la clave de las verdades fundamentales”.
Andenes, periódicos de arranque, móviles sudando tweets y disfrute. Así, en ese orden, se muestran el periodista Martin Roberts, el autor Marcelo Luján junto al periodista Alberto Sánchez Medina con el primer número del A quemarropa, un tal Hanley haciendo uso del 2.0 y Félix G. Modroño relajado y sintiendo, por primera vez, la experiencia negra.
¿Que quién es Hanley? Podría ser el personaje de “Cómo casarse con un millonario” que interpretó William Powel, la actriz Jenny Hanley de “Las cicatrices de Drácula” o la guionista Roberta Hanley, encargada de adaptar la novela “Verónika decide morir” de Paulo Coelho. La pista es clara: literatura y cine. Quizás, y si no me pierdo en los recuerdos, desvele su identidad.
Desde el tren y hasta Gijón, parando en Avilés, el equipo de la Semana Negra cuidó, llevó, acompañó y disfrutó con autores y prensa asistentes, siendo una parte muy (MUY) importante del alma y esa empatía semanera. Ahí van algunos de ellos. Los incansables, todos imparables.
Durante estos diez días multidisciplinares, hueco para lo solidario. Lágrimas internacionales se mezclaron entre cantos mineros. Gaitas y reivindicación. Primero en Avilés, más tarde en Aller. Siempre, puños en alto y derecho a la lucha.
A pesar de los ¨nonono, este año no se hace”, las carpas de la Semana Negra estuvieron abarrotadas. En la terraza de “Don Manuel”, ocupando las mesas de “La Iglesiona”, el paseo marítimo, la sala para ruedas de prensa, las recepciones de hotel, el sillón rojo, el viento tras la gran carpa, el asiento trasero de los coches oficiales, la carpa de La Central, la de Burma. Cerveza, documentales nocturnos, letras, conciertos y LA noria.
No todos los que son, estuvieron. Se echó de menos a gente de aquí, de allá. Escuchamos la guitarra de Yampi, su voz, en las entradas que diariamente compartió con nosotros en el grupo “Continuidad Semana Negra”. Flashback que crea el sexto sentido, haciendo posible que los sintamos cerca.
Aquí la prueba: la gran Frida, hija del librero Fritz Glockner y sobrina semanera de excelencia. Por ella brindamos. Con tequila, of course!
Entre todo lo conocido, espacio para los descubrimientos. Inspiración entre calderos, intuitiva e instantánea: la escritura de un haiku a seis manos (dos de esos tres pares pertenecen a Juan Guinot y Guillermo Roz). La poética del haiku generalmente se basa, dicen los japoneses, en el asombro y la contemplación de la naturaleza. En nuestro caso, nuestra fascinación la despertó Guillermo Saccomanno. En la imagen, escritura ilegible por lo que pueda pasar…
Jugando un papel importante la intuición protagonista en este bloque, y por ser la primera vez, presenté dos novelas en una carpa que pensé me comería pero que finalmente no. Aníbal Malvar a mi izquierda y al otro lado Moncho Alpuente. La movida madrileña entre las páginas de “La balada de los miserables” y “Un maldito enredo”. Toda una experiencia su compañía.
No se olviden del “misterio Hanley”, pero ahora es momento de otro tipo de enigmas. Proyectos y confesiones llenan el palique semanero. De cerca y de lejos. En público y en privado. Hablado, escrito e incluso impreso en camisetas. Secretos.
Y ya que sale el tema confidencia, compartiré los rehenes que la Semana Negra me incitó a raptar. Miren la lista, por si encuentran a alguien a quien echan de menos. No sufran más, los tengo yo: “No llames a casa” (Carlos Zanón), “2022 La guerra del gallo” (Juan Guinot), “Últimos días en el puesto del este” (Cristina Fallarás), “Un maldito enredo” (Moncho Alpuente), “Los buenos suicidas” (Ton Hill), “La balada de los miserables (Aníbal Malvar), “La ciudad de los ojos grises” (Félix G. Modroño), “Prisioneros de Zenda” (Fernando Marías y Javier Olivares), “Tendríamos que haber venido solos” (Guillermo Roz), “Shukran. espectros, zombis y otros enamorados” (aquí consigo 23 de una tacada gracias a la edición de esta antología por parte de Imagine Ediciones), “Sin entrañas” (Maruja Torres), “Cenital” (Emilio Bueso), Café-Bar Cinema (Jesús Lens), “Letal como un solo de Charlie Parker” (Javier Márquez), “Moravia” (Marcelo Luján), “Un jamón calibre 45” (Carlos Salem), “La senda Trazada” (Pedro de Paz), “Subte” (Rafael Pinedo). Y no sólo de novedades vive el criminal y el “secuestro de recuperación” completa la librería que miro desde mi sofá: “Sangre joven” (Javier Sinay) con Toni Hill en el papel de cómplice y víctima por su “El verano de los juguetes muertos”, “Tarde, mal y nunca” (Carlos Zanón), “Las niñas perdidas” (Cristina Fallarás), “El círculo alquímico” (Paco Gómez Escribano), “Lo pingüinos también se ahogan” (Steve Redwood), “Diástole” (Emilio Bueso)… Hay y habrá más (es amenaza, sí). Ahora, y por haber leído esto, se acaban de convertir en mis secuaces. Lo siento.
Como último testimonio, afirmo haber colaborado, junto a Carlos Zanón y Marcelo Luján, en “¡Viva Rusia!” mientras consumíamos helados fiados a deshoras. Fui la secretaria demoniaca de Carlos Salem en el previo de los Rock & Books, una entre “Los torreznos”, la que alucinó al saber que la disociación corporal existe gracias a Julia Martínez, esa que abrazó al maestro Ribeiro, quien suelta una carcajada ante las “cachorras” que ve Jerónimo Tristante; la misma que hoy ríe cuando recuerda el eje del equilibrio de un tal James con Teo, la que (des)anda el camino recinto-hotel como lo hizo durante diez días.
Algunos dirán que sólo (¡sólo!) son palabras… Para no quitar razón a nadie: lunas colgantes, brownie congelado, un “In the ghetto” con príncipes gitanos propios, mi mochila, gin de colores, “nasnoche”, un desvío, tirantes en el frío, olor a mar entre un viento que intentó ser bomba, zapatillas, el negro dominando sobre todos los colores, conexión Philadelphia sin avión (Jojo: Oh, my God!), tren, bus y unas alas negras que, esta vez, no fueron necesarias para volar.
Casi lo olvido… Os muestro a Fernando Marías, nuestro Mr. Hanley.
Experimenten. Es el sexto sentido Semana Negra. ¡Y sigue!