El libro de la crueldad
Layla Martínez
Por Rubén Romero Sánchez
LVR Ediciones, 2012
En 2011 se editaron en España casi 120.000 libros, lo cual, en un país donde no lee ni Dios y que está a la cola de Europa en cuanto al sistema educativo, podría parecer algo exagerado. Pero ahí siguen los editores españoles empeñados en su huida hacia delante, en sacar cuantos más libros mejor porque alguno se venderá, alguno será el nuevo Ruiz Zafón o la nueva Matilde Asensi.
La edición de poesía también sufre de este vértigo de hiperproducción: las editoriales buscan cualquier memo que hilvane tres sintagmas y de cuyos 2.000 amigos en Facebook al menos se pueda contar con 200 para venderles una serie de inconexos desvaríos encuadernados en tapa blanda.
Pero un día en que tu fe en la poesía joven anda tan lejos de ti como una fiesta sorpresa de cumpleaños de una prisión, llega a tus manos un poemario que te da la vuelta al estómago, se te clava en el cerebro y hace de tus tripas su refugio. El libro de la crueldad, primer poemario de Layla Martínez (Madrid, 1987), es uno de los pocos libros de poesía de verdad que he tenido la suerte de leer en los últimos tiempos. Mezclando poemas en verso, poemas en prosa y relatos, formalmente se sustenta en el arriesgado equilibrio que configuran estos tres tipos de textos, mientras que su imaginario a veces onírico, casi siempre pesadillesco, nos remite al cine de David Lynch o Hanecke y a la literatura del Marqués de Sade o incluso a los cuentos infantiles. No busquen aquí realismo sucio para recitar en bares con dos cervezas, estamos de suerte. El libro de la crueldad retuerce el cuello al cisne para crear poesía del graznido horrorizado del ave a punto de morir; sin ningún asidero emocional positivo, con la desesperanza de los desfavorecidos, de los humillados y de los mansos que nunca heredarán la tierra, las palabras se entrelazan de forma violenta para crear de significantes prohibidos («síndrome de down», «supurante», «tentacular») incómodos nuevos significados que nos muestran la realidad oscura y primigenia que anida bajo la piel de lo convencional cotidiano.
«No dejéis solos a los niños / o jugarán a ser adultos / y les daréis asco / y pena»
A través de las terribles e irónicas historias de cuatro mujeres y de las respectivas versiones, reflexiones y voces que giran en torno a y a través de ellas, asistimos al parto diabólico de una poesía nunca dicha, de un deambular estético por el filo de lo grotesco a la manera de un Tod Browning o un Todd Solondz pasados por el tamiz de una Alicia macabra en el país de las pesadillas. El lenguaje aquí se vuelve autorreferencial, el mensaje es el propio código en el que se dice, las heridas físicas y psíquicas que pueblan los versos los conforman también sesgándolos y no reconstruyéndolos:
«me gustaría amar a alguien pero el síndrome de down pero el ansia hay algo comprensible en la carne frágil»
Layla Martínez consigue hacer de su poesía una pura sinestesia, porque sus palabras se oyen, nos tocan, hieden, y finalmente duelen.
«no me dieron de comer el pan de la locura pero yo lo comía»
Y uno acaba la lectura exhausto de tanto leer la podredumbre moral que aqueja a una sociedad desquiciada y que Layla Martínez no sólo no se preocupa por maquillar sino que incluso te agarra del cuello para que tu mirada no se desvíe cuando sientas el vértigo de la verdad sucia y corrupta. El gran mérito de este libro reside no en dotar de poeticidad a las cloacas del sistema y del corazón humano, que lo consigue, sino en crear una nueva forma de decir la desesperación a través de la cual redimir a los inocentes.
Poesía sincera, repleta de aristas y de belleza oscura, El libro de la crueldad presenta a una autora que ha llegado para quedarse.
«Somos dioses / jóvenes e inexpertos / anhelantemente salvajes»
«…una poesía nunca dicha…» eso son palabras mayores, Rubén. Habrá que comprobarlo…aunque yo siempre me fio de ti. Seguro que el libro está cerca de tan excelente reseña.