Latinoamérica

Novela de entretejidos asertivos

Por Dinorah Polakof.

Cuando la Editorial Fin de Siglo cumplió 20 años celebró. Lo hizo en la primavera del pasado 2011.  Dentro de la desbordante alegría, motivos no faltaban, lanzó lo que para mí ha sido uno de los mayores aciertos en narrativa para niños,  el 1er. Premio Concurso de Novela Infantil-Juvenil. Sentadas las bases de la convocatoria se adjudicó el galardón a Gastón y las tres llaves de oro de Viviana Bordón. Y todos esos términos rimados merecen respeto.

¿Cómo sobresale esta  novela por encima de las demás?  Sin duda, debido a  la originalidad del texto y  de sus personajes, la elección del lenguaje,  la complicidad con el lector. Pero nos quedaríamos cortos si no participara la peripecia, del  griego peripetia, esa vuelta repentina que según Aristóteles determina la acción y que puede hacer pasar al personaje,  de la dicha a la infelicidad y viceversa.  Ese viraje de suerte es lo que Bordón aplica al niño  protagonista del libro al enfrentarlo a un montón de situaciones adversas.  

Gastón vive en la calle,  problemática social  bastante común en estos tiempos pero en este caso,  la autora de sus días –y noches- ficticios obró contraponiendo  la aventura a la tristeza, la fuerza de la infancia a la sordidez, la vida misma al abandono.  De ese modo, nos encontramos frente a un pequeño gigante que se desenvuelve con la astucia proporcionada por el mismo entorno donde le tocó crecer. Entonces  se ven  salvaguardados la hazaña y el misterio. Además,  sin aventura  no existiría  el  riesgo y sin riesgo, la historia contada carecería de verosimilitud.  

Descubrir  cómo ha sido diseñado el conjunto de los personajes imaginarios y su transformación en el tiempo, medida que conserva  una  justa dosificación, es una buena propuesta de lectura. Por si fuera poco, las tres llaves de oro nos retrotraen al pasado, al origen mismo de nuestro país. Recordemos que en los cuentos folklóricos aparecen con frecuencia. Tres llaves que según Cirlot en el Diccionario de Símbolos “son representaciones simbólicas de la iniciación y del saber. La primera llave, de plata, concierne a las revelaciones de la enseñanza psicológica. La segunda, de oro, a las del saber filosófico. La tercera  y última, de diamante, confiere el poder. El encuentro de una llave expone, pues, la fase previa a la del hallazgo del tesoro difícil de encontrar”.

Gastón es un niño sensible, poco acostumbrado a la queja, que encontrará nuevas formas de vivir cuando un progenitor-detective decide llevarlo a su casa, en vez de “hospedarlo”  en el Instituto del Niño y del Adolescente. Para que se dé el cambio, la escritora arma su escenario en varios ámbitos conocidos: la Ciudad Vieja, un museo, una comisaría, la calle 18 de Julio. Entonces, al lector no le queda más opciones que zambullirse dentro de esta narración, casi vertiginosa y abundante de ternura, de buenos y malos, de policías y ladrones, y de copiosos giros aventureros.

Aparecen también la amistad, la solidaridad, valores nutricios que adicionan un plus y que lejos están de cualquier instructivo. Todo lo contrario, se integran a una escritura  recomendada, naturalmente. El diseño de portada y las ilustraciones de interior corren a cargo de Oscar Scotellaro, quien supo interpretar el texto en pocas imágenes.

En fin, buena lectura que se aleja sustancialmente de temas repetidos.  

 

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Foto Vía: Fin de siglo Editorial

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