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Nadadores de fondo

 

Por Jesús Villaverde Sánchez. (@jesusvs_txetxu)

Los nadadores. Joaquín Pérez Azaústre. Anagrama. 248 páginas.

El nadador, como el corredor de fondo, ejerce su actividad solo. Así le ocurre al protagonista de esta novela, Jonás, un fotógrafo de prensa, que ahoga sus ratos libres en la piscina junto a su amigo Sergio. Un problema de espalda en su infancia le llevó a sumergirse varias veces por semana y, desde entonces, cada vez que nada se detiene unos instantes para ver las siluetas sombrías que parecen mirarle desde la mampara que separa la piscina del exterior.

Esa es la vida de Jonás: fotografías de prensa, alguna exposición esporádica en alguna galería y las tardes de natación. Desde su ruptura con Ada vive solo en un piso al sur de la ciudad y pocos son los vínculos con su pasado que aún quedan firmes. La monotonía lo engulle silenciosamente a cada brazada. Sin embargo, cuando recibe una llamada y escucha la voz nerviosa de su padre, su rutina se verá sacudida de repente. Su madre, que ya no vive con él, ha desaparecido y lleva dos meses sin dar señales de vida.

Al principio Jonás parece no darle demasiada importancia. Pérez Azaústre consigue crear un carácter que asimila todo lo que le llega del exterior: la soledad, la derrota, el vacío. Un personaje a imagen y semejanza de los individuos de nuestra sociedad, que se conforman y aceptan casi todo como normal.

El fotógrafo supone que su madre habrá encontrado otra persona o se habrá visto en la necesidad de huir y no dar explicaciones. De esta forma, se intenta cubrir a sí mismo y no buscar una razón a la desaparición de su madre. Pero el nadador verá como empiezan a esfumarse otras personas: otro fotógrafo de la galería, algunos de los nadadores de la piscina… Es entonces cuando decide buscarla, visitar su casa e indagar en las posibles razones de la huida. Mientras tanto, aceptará un misterioso encargo fotográfico que le llevará hasta “las puertas del infierno”.

Los nadadores es una novela sobre la soledad y el vacío devastador causado por ésta. Un canto existencialista del vacío y la voracidad del tiempo en una sociedad en la que, envolviendo nuestra soledad, sólo resiste la amistad, el amor o la familia. El autor crea un ambiente magnético gracias a un estilo narrativo de frases largas y elaboradas. El ritmo, sin embargo, es acelerado y el desarrollo de la trama hace que la historia vaya de menos a más hasta desembocar en un soberbio final abierto, que llenará al lector de dudas y le hará plantearse la dirección que ha cobrado la sociedad contemporánea.

Mientras la ciudad –sin nombre, aunque se identifica Madrid- ve como sus habitantes desaparecen poco a poco, Jonás sigue refugiándose en la piscina. Las siluetas oscuras que le observan desde arriba le traen de vuelta sus recuerdos, que serán una de las claves de la historia, y le llevan, cada vez más, a preguntarse por las desapariciones, que le arrastran su propio miedo a perderse.

La angustia, la amenaza invisible de la pérdida, la paradoja de invisibilidad que nos brinda una sociedad cada vez más interconectada o la excavación enigmática en busca de la identidad, son algunos de los temas que encontramos en esta magnífica novela, que ha catapultado a Pérez Azaústre a lo más alto de la narrativa actual. 

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