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«Gran Vilas» es un título erótico

Entrevista a Manuel Vilas

Por Cristina Consuegra

 

Manuel Vilas es un autor imprescindible tanto para sus seguidores como detractores. Seguro que cada país tiene su propio Manuel Vilas. Es algo necesario. A principios de año, el autor aragonés publicó, de la mano de Alfaguara, Los Inmortales, una novela inteligente y con carácter renovador. Ahora, el escritor regresa a su territorio más fértil, la poesía, y lanza al escenario editorial, Gran Vilas (Visor, 2012), último Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla, artefacto poético con el que Vilas ejecuta su ficción experimental y subversiva que le permite desactivar la realidad y poner en entredicho el mundo, al menos, tal como lo conocemos.

  

Cuando todavía nos estamos recuperando de la impresión causada por Los Inmortales (Alfaguara, 2012), ahora te presentas con Gran Vilas (Visor, 2012) bajo el brazo. ¿Qué esperas del lector acostumbrado al manuelvilismo?

Espero que entienda que tenía que llegar a los límites de un tipo de escritura, la mía, claro. No es egolatría lo que hay tras ese título de Gran Vilas. Es entrega, exposición, una labor evangélica. Tanto Los inmortales como Gran Vilas creo que cierran un ciclo. No puedo ir más lejos por allí. Necesitaba averiguarlo. Quiero decir que mi vida no da más de sí.

 

¿Por qué bautizas el poemario con el nombre de Gran Vilas?

Yo creo que me disocio en mi literatura. Me veo como un “él”, y no como un “yo”. Yo creo que todo es erotismo. Gran Vilas es un título erótico.

 

La alteridad y el cuestionamiento de la identidad se presentan como dos grandes elementos de la poética de Gran Vilas. ¿Te ofreces al lector para que él se cuestione a sí mismo y lo que le rodea?

No pienso demasiado en el lector. No tengo una visión crítica de lo que escribo. Todo es un impulso erótico, como una especie de fuerza vital que lo trastorna todo. Imagino que busco la liberación total de nuestras alienaciones sociales, políticas y culturales.

 

Gran Vilas defiende y promueve todos aquellos elementos de tu poética que te han convertido en un autor de voz singular e incendiaria. En esta obra, el uso de dichos elementos quizá se detecte con mayor eficacia en contraste con otros títulos, ¿esa eficacia proviene de un uso más depurado de la palabra, es decir, has trabajado con mayor profundidad la transmisión de esa sensación/imagen?

Creo que Gran Vilas es un libro donde aparece la muerte y sí que hay más depuración, hay una escritura menos agresiva desde el punto de vista del lenguaje, aunque no desde el punto de vista moral, pero eso debe de ser porque me hago viejo.

 

Nuevamente el asunto del paso del tiempo aparece con rotundidad, estando presente en muchos poemas de los que conforman el título. ¿Qué repercusión tiene este asunto en tu corpus?

No me gustaría morirme sin haber amado lo suficiente, esa es la poética del libro. En ese sentido, es muy nietzscheano este libro. El libro se interroga sobre la naturaleza del Amor. Me gustaría saber qué es el Amor antes de morirme. En realidad, nadie lo sabe. Algunos poemas hablan de eso, de la naturaleza del Amor.

 

En Los Inmortales trasladabas la realidad con un vitalismo feroz; en el Gran Vilas parece que te has dejado arrastrar ligeramente hacia cierto pesimismo propio del devenir, ¿intención o casualidad?

Noto que me voy haciendo invisible para las mujeres, y eso es muy duro. Eso es lo que pasa en Gran Vilas.

 

Escribes… ¿para enamorar o enamorarte?

Las dos cosas. Escribo para enamorar a las mujeres y para que los hombres se enamoren de las mujeres. Para que todo el mundo se enamore de quien quiera. Si es de mí, mucho mejor. Pero si no es de mí, también me gusta. Que todo el mundo se enamore, eso es. La popularidad del Amor.

 

Parece que te estás perfilando como ese autor que dinamita la realidad, que  enseña las cosas tras las cosas para lograr que el lector cuestione los valores imperantes. Otros autores de la historia de la literatura española ya intentaron deformar la realidad, trabajar lo grotesco, para provocar el asombro. En tu obra, ¿hay más de Galdós o de Valle?

Siempre Valle. Valle-Inclán fue un posmoderno. Me siento cercano a Valle-Inclán.

 

¿Por qué recuperar el pasado y entrelazarlo con la identidad, con lo que somos?

Tiene que haber alguna forma de plenitud en esta vida, que incluya el tiempo presente, el tiempo pasado y el tiempo futuro, parafraseando a Eliot. La plenitud es no desear ya nada porque has sido saciado.

 

Eres uno de los autores españoles contemporáneos más críticos con todo aquello que guarda relación con la realidad. Al mismo tiempo, te preocupas por el peso del pasado literario en la actualidad. Desde tu punto de vista, ¿cuál crees que será la repercusión de este período en la historia de la literatura?

Creo que España es un país literariamente un poco aburrido. Cualquier novedad en la configuración de una novela, cualquier libro que se aparte del mainstream siempre levanta sospechas. Pienso en el siglo dieciocho español; bah, y en el diecinueve también. Coñazos de siglos. España es un coñazo siempre. Me gustaría que hubiera más atrevimiento, más audacia, más locura, más innovación, más riesgos, más fiesta, más alcohol, más de todo.

 

Ante la crisis y la necedad, ¿cuál es la responsabilidad del escritor?

Escribir con ferocidad, con libertad absoluta; resultar incómodo, y escribir con conciencia de clase. La libertad de expresión en España a veces parece solo teoría. A mí me gusta exprimirla como si fuese una naranja. La naranja mecánica.

 

 

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