Bosquejos de infancia y adolescencia

Por Ricardo Martínez.

Bosquejos de infancia y adolescencia (1785-1800). Thomas de Quincey. Sexto Piso, Madrid, 2012.

Confieso mi predilección por los libros de carácter memorialístico por varias razones: porque el autor, si es el caso, está obligado a mentir bien para que su discurso sea creíble; porque puede ser un ejercicio de introspección que, en literatura, siempre suscita interés, por el ‘aquel’ de la indiscreción en una vida ajena; por lo que el conocimiento de otro lleva en sí la posibilidad del conocimiento propio…

Si, además, tenemos ya la constancia por otras obras originales y magníficamente escritas con que nos ha regalado el autor (tenía, no se olvide, como uno de sus lectores más cualificados a Virginia Woolf) podemos decir que estamos de enhorabuena. Su discurso es, en efecto, siempre precioso por la ductilidad de su estilo, por lo rico y vivo de su prosa y por la capacidad de observación y sentido del humor que destila su discurso.

Entiéndase, a la vez, que cuando de Quincey alude a la realidad lo hace con un profundo respeto, conocimiento y preocupación por el ser del hombre, por su interior convulso que duda, por la invocación en favor de una cultura inteligente que le ayude en su camino de procura de la libertad como individuo.  Creo, en el fondo, incluso, que su discurso es una invocación más o menos velada en favor del amor, de vínculo con el género humano.

El autor es, pues, sobre todo, un hombre inteligente que analiza la realidad y no puede dejar de sorprenderse de la complejidad vital que nos acucia: “No es necesario buscar la paradoja en este mundo nuestro. Basta con dirigir la conciencia hacia la verdad, y se encontrarán paradojas por todas partes, como si crecieran como las hierbas del camino”  A sabiendas de que ‘el camino’ es la vida. Y añade: “Y es que las nuevas y grandes verdades muy rara vez coinciden con los prejuicios y los estereotipos”

Una lección, en última instancia, de autocrítica, de humildad.