Amadís
Amadís. Fernando Bartolomé. Ediciones Nowtilus. 544 pp. 23,95 €.
¿Por qué el Amadís?
El Amadís no fue nunca una obra arcaica. Su texto remozado, reelaborado y refundido tuvo la frescura de estar siempre al día y mantuvo durante siglos su popularidad. Sin embargo, el paso del tiempo lo ha ido transformando en un libro erudito. Un imposible para lectores carentes de una robusta formación filológica. Su extensión, su lenguaje y su narratividad frenética y dispersa, que no sus valores heroicos, le han hecho perder el favor del público. ¿No es continuar legítimamente la tradición original el revisarlo hoy dándole las dimensiones, la expresión y el tempo propios de la novela moderna? El diseño de sus personajes, sus valores (lealtad, fidelidad, amistad fraternal, amor inquebrantable, etc.), tan requeridos por nuestros jóvenes, escasos de marcos de comportamiento dignos y el renovado gusto por la literatura de corte artúrico hacen del Amadís en este cercano V Centenario una lectura digna de ser puesta al día.
Nuestros educandos se han leído tochos enormes (El señor de los anillos, Millennium, la tetralogía Crepúsculo o el más moderno Juego de tronos), pero tienen dificultad con nuestros clásicos que necesitan de una revisión urgente. Preguntados qué les gustaba de sus lecturas modernas, muchas chicas no dudaron en decir que en Crepúsculo, la más leída con mucho, el trato amable y fiel de los protagonistas, así como de su belleza, que las subyugaba a través de miles de páginas de más que previsible trama; en El señor de los anillos, se perdían en la narración y las decenas de personajes, pero les gustaban las palabras nuevas: hobbits, orcos, elfos y la blanca túnica de Gandalf; pero sobre todo que era fácil saber que allí luchaba el Bien contra el Mal, así de simple y elemental. De Millennium, su facilidad aparente y la bizarría de su protagonista femenina, suma y compendio del friki que todos llevamos dentro. De Juego de tronos admiran, curiosamente, la fractalidad narrativa la utilización de la magia y el viaje como camino de perfección. Todo ello apoyado por una serie de televisión de estética épica muy potente.
Mucho más tiene nuestro texto.
Creo que hay que darle una oportunidad a nuestra primera novela moderna como hizo Steinbeck con su Los hechos del rey Arturo…, que convirtió, hasta hoy, en lectura obligada en el mundo juvenil anglosajón. Hagamos una nueva relectura con la máxima devoción por la obra, suprimiendo episodios secundarios ajenos a los personajes principales, fijemos el texto, quitando frases o palabras que nos parecen objetivamente superfluas para un lector moderno y dejemos fuera el tráfago, muchas veces embarazoso, de detalles menores y personajes insignificantes. Hemos resumido y «afeitado» lo profuso y procurado dar a cada capítulo una unidad narrativa moderna. Ha llegado la hora de quitarle al Amadís algo de su aire vetusto, arrancarlo del ámbito erudito y restituirlo con todo su valor al gran público al que siempre perteneció, al mejor público, a nuestros jóvenes que reclaman héroes positivos de comportamientos imitables. Esperan que les dictemos alguna lección de caballería y quieren ver sus plumas del airón en la cimera de un héroe ahormado a sus hechuras. Entre sus libros favoritos está. Aunque ellos no lo sepan.
Aquí dan comienzo las grandes proezas y espantables aventuras de
Amadís de Gaula, su amada Oriana, sus hermanos Galaor
y Floristán, el malvado Arcaláus y el lábil rey Lisuarte, hoy
remozadas y puestas al día por el Licenciado Fernando
Bartolomé, infanzón, desde los cuatro libros
del regidor Garcí Rodríguez de Montalvo
del linaje de los Pollino
de Medina del Campo
INCIPIT
1. En la corte del rey Garínter…
Hacia el fin de los Tiempos Oscuros, algunos siglos después de la muerte de Cristo, tuvo lugar la más sangrienta de las batallas narrada en las viejas crónicas; en ellas cantó la insígnita gloria alcanzada por un caballero, Amadís de Gaula, que sobrepujaría las hazañas de un Arturo por más que el orín del tiempo haya relegado su nombre a los desvanes del olvido. Hoy pretendemos rescatarlo entre las brumas de la memoria.
Nuestra saga comienza en la Pequeña Bretaña, siendo rey Garínter de Guerande, varón cristianísimo y de limpias costumbres. Acompañaban sus días dos hijas en la prestancia de la edad. Cuando empieza nuestra narración, la mayor ya estaba casada con Languines, rey de Escocia, y era conocida como «La Dueña de la Guirnalda», pues su marido nunca le consintió que se cubriera los cabellos, antes bien que sólo los adornara con una riquísima guirnalda de flores, pues creía que eran los más bellos del mundo. Fueron padres de Agrajes y Mabilia, caballero y doncella de amplio protagonismo en nuestra obra. La hija menor, Helisena, de mayor hermosura que su hermana, aunque grandes príncipes la pretendieron, jamás tuvo deseo de casarse; antes bien de vida santa y un tanto retraída, se orientó hacia la religión y desde muy niña llevó fama de beata. Todos los caballeros que la conocían y admiraban consideraban que era una lástima que mujer de linaje y calidades humanas, dotada de tan grandes perfecciones y solicitada por tan altos varones, se perdiera en aquel áspero estilo de vida.
El rey Garínter era ya un anciano y, aunque de corajudo corazón y ánimo crecido, ya no estaba para entrar en combate como los caballeros más jóvenes, así que para sosegar sus ímpetus frecuentaba la caza. Un día, alejado de su séquito y en hábito de montero, se desvió por la floresta con intención de rezar sus horas cuando vio una descompensada batalla de un solo caballero contra dos rivales. Conocía a los dos caballeros que combatían de consuno porque eran vasallos suyos, gentes de gran soberbia y altanería, pero no a su rival. Oculto tras unos arbustos, contempló la justa a su placer, a cuyo fin los dos caballeros quedaron vencidos y muertos. Saliendo de su escondrijo se dirigió al caballero vencedor, que a modo de saludo le dijo amablemente:
– Buen cazador, ¿qué tierra es esta en donde asaltan a traición y sin motivo a los caballeros andantes?
(…)