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Entrevista a Andrés Ortega por su novela «Sin alma»

 

Por Benito Garrido.

 

A propósito de su primera novela titulada Sin alma (Ed. Galaxia Gutenberg, 2012), hemos entrevistado al escritor madrileño Andrés Ortega.

 

Andrés Ortega (Madrid, 1954) es licenciado en Ciencias Políticas por la Complutense de Madrid y Máster en Relaciones Internacionales por la London School of Economics. Su carrera profesional ha estado estrechamente vinculada al diario EI País, del que fue corresponsal en Londres y en Bruselas y corresponsal de Relaciones Internacionales, así como editorialista y columnista. Fue director-fundador (2004-2008) de Foreign Policy Edición Española, publicada por FRIDE. Tiene también experiencia en el campo de la política: fue asesor ejecutivo del ministro de Asuntos Exteriores Francisco Fernández Ordóñez (1989); entre 1994 y 1996 fue director general del Departamento de Estudios del Gabinete de la Presidencia del Gobierno; y de 2008 a 2011, del Departamento de Análisis y Estudios. Ortega ha vertido sus conocimientos de política nacional, internacional y transnacional en libros como El purgatorio de la OTAN (1986), La Razón de Europa (1994), Horizontes cercanos (2000), La fuerza de los pocos (Galaxia Gutenberg, 2007) y ¿Qué nos ha pasado?, (Galaxia Gutenberg, 2012), éste último junto a Ángel Pascual-Ramsay. Sin alma es su primera novela.

 

Sin alma. Andrés Ortega. Editorial Galaxia Gutenberg, 2012. 112 páginas.  16,50 €

 

Madrid, 1948. El Profesor, un neurólogo discípulo de Ramón y Cajal, autor de La hipótesis innecesaria sobre la inexistencia o invención humana de un alma inmortal, fallece en Madrid tras haber recibido los últimos sacramentos en contra de su última voluntad. En esos tiempos duros,la Iglesia y el régimen de Franco, ayudados por el padre Aljimiro que se decía amigo del Profesor, se resisten a publicar las obras de un autor que ha entrado en el Índice de libros prohibidos del Vaticano.

 

Esta es la crónica novelada de un tiempo en España y de la ciencia que aporta reflexiones profundas sobre la vida y la muerte, la perduración o no de un alma, y el recuerdo como forma de ampliar la vida de otro, la vivencia del ser ausente en el cerebro de cada uno de los que le conocieron, que son tan válidas hoy como entonces. Sin alma es un homenaje a la ciencia y a su diálogo con la religión, y especialmente a la neurociencia que tan rápidamente avanza en nuestros días.

 

Entrevista:

 

P.- ¿Qué va a encontrar el lector seguidor de tus ensayos y artículos en una novela como Sin alma?

Esto es algo completamente distinto a lo que yo suelo escribir que es de política y política internacional. Entonces en esta novela yo quería tratar otros temas como la relación entre religión y ciencia, la cuestión de si hay vida después de la muerte, hacer un homenaje a la neurociencia, ese estudio nuevo que se está desarrollando tan rápidamente, y que nos va a plantear problemas bastante profundos.

 

P.- Novela intensa de profundas reflexiones, ¿cómo surgió la idea para esta historia? ¿Qué buscas reivindicar con el libro?

El origen está en algunas lecturas que hice sobre neurociencia y largas discusiones con amigos sobre el tema. Y luego también cierto aburrimiento con libros que han salido recientemente de gente, por otro lado muy valiosa, como Dawkins o Hitchens sobre el ateísmo, que creo aportan poco, en el sentido de que lo importante para nosotros no es la idea de dios en sí, sino la de que haya o no vida después; este es un tema en el que poca gente se mete. Me daba la impresión que el tema de la muerte y los muertos es algo que tenemos como escondido en nuestras sociedades.

 

P.- El escenario de tu novela está en los años 40, concretamente en 1948. ¿Por qué ambientar la novela precisamente ahí? ¿Si hubiese sido en otra época habría resultado diferente?

Los años 40, momento en que transcurre mi novela, fueron años muy duros en que tenía mucha fuerza el nacional catolicismo, y además fueron años importantes porque en el mundo ocurrieron acontecimientos realmente destacables como por ejemplo: Truman, el plan Marshall que dejó fuera a España, el congreso de La Haya que sentó las bases de la constitución europea en la que no pudimos participar, la intervención de Israel en una operación que parecía iba a ser cuestión de semanas y que el régimen español tan antisemita no veía con buenos ojos.

Es un momento en el que todavía existían los libros prohibidos del Vaticano, o del Opus. Uno de los problemas del profesor es que no puede publicar alguno de sus libros, como el que trata la inexistencia del alma. En otra época todo sería diferente. Y sin embargo aquí, también surgían los primeros impulsos de la neurociencia en el mundo por parte de estudiosos como Ramón y Cajal. Y estos años me permitían analizar esos estudios que con una buena intuición podrían haber sido mucho más avanzados.

 

P.- Novela filosófica, de pensamiento. ¿Podríamos hablar de ensayo novelado si eso es posible?

Sí, o incluso de una novela ensayística. Es mi primera novela y quizás en muchos asuntos todavía me dejo llevar por mi manera de escribir básicamente ensayística. Pero he intentado darle un importante contenido novelístico.

 

P.- ¿Es la religión el sustento del alma, o su enemiga?

Yo creo que la religión católica necesita del alma, necesita creer en el alma. Sin eso la iglesia perdería fuerza y mucho sentido. En el fondo el alma es una cuestión de fe. También hay religiones sin dios y con alma, incluso religiones con dios pero sin alma. Creo que la relación con la muerte es una cuestión muy personal, y sin embargo la religión, pese a lo que se dice, es una cosa muy pública en torno a la que se ordena la vida de muchas sociedades. La religión está cobrando mucha importancia en todo el mundo menos en Europa, donde está en franca decadencia.

En Norteamérica el cristianismo está muy pujante aunque no exista una religión oficial; con la radicalización que se está viviendo, están teniendo más auge precisamente las religiones más radicales. En América Latina lo que está empujando sobre todo es el evangelismo que podría tratarse como la religión de los pobres.

 

P.- Los planteamientos que propones son realmente profundos. ¿Queda algo tras la muerte, quizás ese alma que comentábamos?

Yo creo que lo que queda es lo que queda en nosotros, el recuerdo. Creo que el alma no existe como vida eterna, y no pasa nada. Hay que satisfacerse con eso, disfrutar de la vida todo lo que podamos; que quizás somos muy afortunados en Europa por vivir en una sociedad decente donde se ha controlado el dolor, o se lucha por una muerte digna. No pasa nada por morirse, sobre todo si tenemos claro que después no hay nada. Como te decía somos muy afortunados de vivir en un mundo donde podemos disfrutar de la cultura, del trabajo, de los sentimientos; cuando en otros lugares solo se pueden dedicar a sobrevivir.

 

P.- ¿Son los afectos y las pasiones lo que nos alivia el rutinario día a día o hay algo más?

Creo que los sentimientos forman parte integral de nuestra manera de pensar. No solo somos animales racionales sino también emocionales, y muchas veces las emociones pueden ser más fuertes que la razón. De ahí que a mí me dé cierto miedo que los avances en la neurociencia puedan producir manipulaciones políticas o incluso propagandísticas. La estructura de nuestro cerebro, de nuestra forma de pensar, afecta a nuestras opciones políticas.

 

P.- El profesor es un personaje realmente atractivo por sus ideas y estudios. ¿Está basado en alguien real?

No. Está basado en muchos personajes y situaciones, pero es realmente inventado.

 

P.- El narrador es el hijo pero en un papel omnisciente realmente poderoso. ¿Se trata del profesor, latente como alguien que sobrevive en los recuerdos?

Toda la novela está basada en ese personaje que muere al principio, y luego el resto se desarrolla sobre la presencia de su ausencia. Por eso la novela destaca que fundamentalmente sobrevivimos gracias a los recuerdos que dejamos en los demás, que a su vez cambian y que uno mismo muchas veces no puede controlar. Algo curioso es que los recuerdos, según se sabe ahora, cada vez que los llamas, los cambias un poco, de ahí que vayan cambiando también dentro de tu cabeza. Tendemos a anular las cosas malas con idea de seguir viviendo lo mejor posible.

 

P.- Novela de profundos planteamientos filosóficos como ya hemos dicho, ¿es la filosofía la adecuada vía de escape al ciudadano pensador?

Un filósofo es una persona que pensaba sobre muchas cosas más allá de la realidad que impera. Y sobre esa realidad construía sus pensamientos, su propia metafísica. Hoy en día, para mucha gente filósofo es aquel que lee textos de filosofía, y no es eso, no es cuestión de que se convierta en un especialista. Los temas que se plantean aquí todo el mundo los tiene presentes aunque lleguemos a esconderlos. En esta línea de planteamientos todos podrían ser filósofos, o deben serlo, o deban filosofar, con independencia del conflicto que a todos más o menos nos pueda afectar.

 

P.- ¿Crees que los problemas económicos pueden cambiar ya no solo la política sino también la concepción social del ciudadano?

Todavía hay un alto grado de solidaridad en la sociedad española (algo que quizás se ha perdido en el resto de Europa). Pese a que las desigualdades han aumentado estos últimos años (agravadas por la crisis), esta sociedad hubiera reventado si no hubiese una estructura básica como es la familia, que mantiene el eje de la sociedad.

La crisis nos está replanteando el tan manido estado del bienestar que nos daba estabilidad y seguridad. Hoy, la gente no sabe hacia donde nos dirigimos, ni lo que va a pasar, se ha roto el concepto de progreso económico y social, y eso para las nuevas generaciones es algo terrible. Pero también debemos tener en cuenta dos cosas: que los españoles somos el doble de ricos de lo que éramos antes, y que nuestra vida no es tan dura, sobre todo comparada con la de nuestros padres que vivieron una guerra y una posguerra.

La lucha de clases, aunque sea de otra manera, está volviendo. Ha surgido una nueva clase que llaman el precariado, y que puede ser peligrosa porque lleva a populismos que van contra la democracia.

 

P.- ¿Quedan todavía héroes como el profesor?

Sí creo que todavía hay mucha gente que mantiene esa claridad e independencia de espíritu respecto al entorno dominante. En este momento lo que faltan son intelectuales, en el buen sentido de la palabra, que reflexionen de una manera crítica sobre la situación. No es cuestión de aportar soluciones, pues eso es otra cosa, pero que hagan un pensamiento crítico del momento, donde estamos y hacia donde vamos. En Alemania y Francia hay unos cuantos, pero en nuestro país los hay pero no tantos. Hoy en día, el papel del intelectual, en parte, ha desaparecido en favor del periodista, columnista o tertuliano. Los intelectuales han estado un poco perdidos en buena parte porque la ciencia económica ha fracasado, no ha dado explicaciones suficientes de lo ocurrido.

 

P.- ¿Tienes ya nuevos proyectos o ideas para tu siguiente libro?

Sí, una nueva novela, pero un poco más clásica. Estoy todavía en la fase previa, y prefiero no hablar de ella. Es que estas cosas no hay que hablarlas hasta que no están hechas.

 

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