Oso cazamariposas

 

Oso cazamariposas. Texto de Susanna Isern con ilustraciones de Marjorie Pourchet. OQO editora. 36 pp. 12,90 €.

 

Oso vivía en el bosque. 

Lo que más le gustaba era pasear, 

dormir la siesta junto al lago 

y coleccionar cosas

que encontraba entre los árboles. 

 

Un día apareció un cazamariposas

en lo alto de una rama. 

 

-¿Qué podría hacer con esto?

-se preguntó Oso. 

 

Cuando llegó al lago, 

Oso vio en el agua una mariposa

que había perdido el equilibrio

al posarse en una hoja.

 

Sus alas estaban tan mojadas

que no podía levantar el vuelo. 

 

Oso se sentó en la orilla, 

sujetó el cazamariposas con fuerza

y la sacó del agua. 

 

Después, con mucho cuidado, 

Oso la puso a secar sobre el hocico

y esperó a que se despertara. 

 

Cuando la mariposa abrió los ojos y vio dónde estaba,

se asustó y salió volando, 

antes de verse arrastrada por un lengüetazo. 

 

Desde aquel día, cada vez que una mariposa caía al lago, 

Oso la salvaba y la ponía a secar sobre su narizota. 

 

Pero siempre ocurría lo mismo: 

en cuanto se despertaba, 

salía volando. 

 

Una mañana de primavera

llegó al lago una mariposa enorme: 

la más grande que Oso

había visto en su vida. 

 

Sus alas brillaban al sol

mientras volaba y bailaba. 

 

Cuando la mariposa

se acercó al agua, 

el coletazo de un pez la salpicó

y, empapada, se cayó al lago.

 

Oso la rescató y la puso a secar, como de costumbre.

 

Tenía las alas tan grandes

que le cubrían el hocico por completo.

 

Cuando, por fin, la mariposa se despertó, se quedó quieta, 

como hipnotizada, frente a los ojos negros de Oso. 

 

-¡Me has salvado!

-exclamó agradecida-. 

Yo soy Blanca, ¿y tú?

 

-Yo… soy Oso

-contestó él con timidez. 

 

Oso y Blanca se hicieron amigos.

Pasaban mucho tiempo juntos.

 

A ella le encantaba

hacerle cosquillas en las orejas

y jugar al escondite.

 

A él le gustaba

contarle historias secretas del bosque

y soplarle suavemente en las antenas.

 

Un día,

cuando trataba de rescatar a una mariposa,

Oso resbaló y se cayó al agua.

 

Eran tales sus zarpazos por mantenerse a flote

que el lago parecía un mar agitado.

¡Oso no sabía nadar!

 

(…) 

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