Entrevista con Verónica Forqué: «Estuve a punto de ser una idiota y rechazar el papel»
Por Meritxell Álvarez Mongay
Shirley Valentine es un ama de casa de mediana edad que, mientras prepara unos huevos fritos a su marido y se bebe un vasito de vino, habla sola con la pared. Verónica Forqué la conoce muy bien, pues, desde que la obra se estrenó en Avilés, lleva más de un año metiéndose en su piel. “La respuesta del público ha sido muy sorprendente. Hemos hecho 105 funciones que, para los tiempos que corren, mi productor dice que está muy bien –cuenta la actriz desde su camerino, deprendida ya del devantal y del recogido que, en el Teatro Maravillas, la convierten cada noche en una esposa sumisa –. Sinceramente, yo no pensaba que la gente se fuera a emocionar y a reír tanto con la historia de esta mujer.”
Desde que debutó en el Everyman Theatre de Liverpool en 1986, la pieza de Willy Russell no se ha dejado de representar ni un solo día en algún escenario del globo terráqueo. Por aquella época, se calcula que el 43% de las españolas se dedicaban, como Shirley, exclusivamente a tareas del hogar. Hoy, ese porcentaje se ha reducido a la mitad, pero el monólogo sigue tan vigente ahora como cuando su autor, en lugar de escribir, peinaba a señoras en un salón de belleza. “Russell es un genio y entiende muy bien cómo pensamos y sentimos las mujeres.” Por eso, de una u otra forma, el espectador todavía se siente reflejado en la obra. “Yo, por ejemplo, conozco a muchas mujeres de mi edad que nunca han trabajado fuera de casa. ¡Muchísimas! ¡Miles!”
Ella misma admite sin pudor que tiene una Shirley Valentine en su interior. “Pero no soy tan ama de casa como ella.” Para empezar, a su pareja no le dan violentos ataques de histeria si, cuando los jueves vuelve de trabajar, no tiene hamburguesa para cenar. “Yo tengo un compañero muy simpático y muy cariñoso –dice refiriéndose al director de la obra, Manuel Iborra –. Con él la convivencia y la cosa doméstica siempre ha sido muy fácil.”
Ahora bien, en el plató, quien manda es Manuel. “Desde que somos muy jóvenes tenemos ya repartidos estos papeles: él es el director y yo la actriz, ¡y me encanta!” Aunque reconoce que, de todos los directores con los que ha trabajado, Iborra es el más exigente. “¡Es peor que Almodóvar! –con quien la actriz rodó ¿Qué he hecho yo para merecer esto (1984), Matador (1986) y Kika (1993) –Porque, como se supone que me quiere mucho y yo a él, cuando algo no le gusta, se me encoge el estómago.” Pero esto no sucede muy a menudo. “Él encuentra que soy la mejor actriz del universo, me adora.” Y prueba de ello es que, de los ocho largometrajes que el director tiene en su currículum, ella ha participado en cinco: Orquesta Club Virginia (1992), El tiempo de la felicidad (1997), Pepe Guindo (1999), Clara y Elena (2001) y La dama boba (2006).
Ésta es la primera vez que el cineasta se pone a dirigir sin cámaras: sólo su mujer y las tablas. Pero vete a saber si algún día se le antoja llevar Shirley Valentine a la gran pantalla y, como hizo Pauline Collins en 1989, vemos a Verónica Forqué protagonizándola. “En España, tal y como está ahora el cine, es casi imposible… –señala apenada –Además, la película ya está hecha y es muy buena.”
Fue el propio Willy Russel quien se encargó de la adaptación. La principal diferencia: que en la obra de teatro todos los personajes de la historia corren a cargo de una actriz sola. “Estuve a punto de ser una idiota y rechazar el papel por eso, porque el reto de estar sola en un escenario me daba mucho miedo”, declara la artista, cuya única experiencia previa en este tipo de escenas eran los monólogos de El Club de la Comedia. “Afortunadamente, el productor me convenció, ¡y no sabes lo agradecida que le estoy!”
Nacida en el seno de una familia de artistas, desde pequeña tuvo claro que quería estudiar arte dramático, aunque, para contentar a su padre, tuviera que combinar la ilusión de su vida con la carrera de psicología. “Él tenía miedo de que no sirviera para esto. Y es normal, yo le comprendo –dice una de las pocas actrices españolas ganadora de cuatro Goyas –, porque lo que queremos los padres es evitarles a los hijos todo sufrimiento. Pero la verdad es que no fui ni un trimestre a clase, porque a mi lo que me gustaba era el teatro.”
A Shirley Valentine, en cambio, le gustaba viajar. Soñaba con ser guía turística o azafata, pero desperdició su juventud convirtiéndose en una esclava y explicándole sus penas a una pared empapelada. “Ella no ha podido cumplir sus sueños, y eso es una cosa muy triste que sucede a muchísima gente –constata Forqué –. Yo tenía dos sueños muy grandes: uno era ser actriz –no hace falta decir que lo ha podido cumplir –, y el otro era ser madre. ¡Tardé cuatro años! Pero por fin vino mi niña que es la alegría de mi vida.”
Es lo que tienen los sueños, que a veces tardan en hacerse realidad. Por eso, aunque Shirley esté a punto de cumplir los cincuenta, todavía tiene oportunidad de renunciar a la estabilidad predecible y aburrida que pisotea sin miras su autoestima. Sólo tiene que abandonar al inepto de su marido –dejándole tuppers para 15 días en el frigorífico –, desoír todo tipo de críticas e irse a las islas griegas con una amiga feminista.
Por el momento, mientras el ama de casa más divertida de Liverpool lo consulta con la pared, quien se quedará –muy a gusto –sin vacaciones será Verónica Forqué.
Shirley Valentine
Autor: Willy Russell
Director: Manuel Iborra
Reparto: Verónica Forqué
Versión: Nacho Artime
Producción: Carlos Lorenzo
Fechas: Del 11 de agosto al 16 de septiembre
Horario: Miércoles, jueves y viernes a las 20.00h; sábados a las 19.00h y a las 22.00h; domingos a las 20.00h
Precio: 20 euros (16 euros los miércoles, día del espectador)