El último villano
Por José Luis Muñoz
Con la desaparición de Ernest Borgnine el pasado 8 de julio en Los Ángeles, el cine se queda huérfano de villanos de leyenda. Este hijo de una modesta familia de inmigrantes italianos nació en Connec,ticut, vivió 95 años, trabajó en 117 películas y, con más de cincuenta años de carrera, consiguió el Oscar, los Bafta, el Globo de Oro, el Premio del Sindicato de Actores y el Emmy. El característico actor de rasgos poco agraciados y excesiva corpulencia, la antítesis de cualquier galán que se precie, fue uno de los clásicos actores de reparto que figuraba en casi todas las buenas películas corales que se rodaron en la época de esplendor de Hollywood. Su versatilidad y talento lo mantuvieron en activo hasta 2010, año de datación de su última película, Red con Bruce Willis, John Malkowicz, Hellen Mirren y Morgan Freeman. Trabajó con casi todos los grandes directores de su época: Robert Siodmak, Fred Zinnemann, Delmer Daves, André de Thot, Nicholas Ray, Robert Aldrich, Richard Fleischer, Richard Brooks, Michael Curtiz, John Sturges, Vittorio De Sica, Sam Peckinpah, Daniel Mann, Burt Kennedy, John Carpenter, Franco Zeffirelli y Paul Morrisey, entre otros. Actor de reparto por antonomasia, o de carácter, bien valorado en una industria cinematográfica en la que los protagonistas rectos necesitaban ese contrapeso del villano para hacer más evidentes sus virtudes de honestidad y valor, su condición de tal le permitió tener una carrera mucho más extensa que la de cualquier actor protagonista.
Los rostros de los villanos del cinema norteamericano han tenido rasgos de Peter Lorre, Edward G. Robinson, Jack Palance y Ernest Borgnine, entre otros. Fisonomías difíciles de olvidar. También la de Borgnine, con su enorme cabeza, una sonrisa dental que resultaba amenazadora, como la de un perro que se dispusiera a morder y desgarrar, y la mirada enloquecida de sus grandes ojos bovinos subrayados por sus cejas pobladas. Con esas facciones resultaba difícil imaginarlo en un personaje positivo y bueno, aunque precisamente por uno de esos pocos papeles protagónicos, el de Marty, obtuvo su único Oscar de la mano de Delbert Mann en 1955.
El actor de carácter se movió bien en el género del western por su físico hosco; Veracruz, Johnnny Guitart y, sobre todo, Grupo Salvaje de Sam Peckinpah, en donde Borgnine era un sanguinario pistolero en la banda de facinerosos violentos liderada por William Holden, y hasta se prestó para parodiar a sus villanos en el spaguetti western italiano. Formó parte de ese grupo de parias delincuentes que se iban redimir sacrificándose en una misión suicida en la segunda guerra mundial de Doce del patíbulo de Robert Aldrich, realizador para el que sería un actor fetiche que lo dirigió en Veracruz, El vuelo del Fénix, La leyenda de Lilah Claire, Destino fatal y El emperador del Norte, pero también lo habíamos visto recibiendo golpes de kárate de la mano zurda del manco Spencer Tracy en Conspiración de silencio de John Sturges, western tardío en donde los caballos ya habían sido sustituidos por coches.
Resultaba creíble en películas históricas como Barrabás de Richard Fleischer, con quien repetiría como padre barbado de Kirk Douglas en Los vikingos, o con Franco Zeffirelli como centurión en Jesús de Nazareth. Las películas de gran presupuesto, como El vuelo del Fénix o La aventura del Poseidón, se lo disputaban porque su nombre siempre imprimía una cierta dignidad al resto del reparto.
Pero de todos los papeles de una carrera que este actor mantuvo hasta la muerte, yo me quedo con dos. El del despótico jefe de tren de El emperador del Norte de Robert Aldrich en lucha contra el vagabundo Lee Marvin, y el del brutal sargento Fatjo Judson que propina una paliza salvaje al rebelde Maggio interpretado por Frank Sinatra en ese drama bélico magistral de Fred Zinnemann llamado De aquí a la eternidad, en vísperas del bombardeo de Pearl Harbour, que fue uno de sus primeros grandes papeles. En estos dos personajes el actor de carácter Ernest Borgnine estaba sencillamente sublime desplegando toda su maldad interpretativa.
*José Luis Muñoz es escritor. Su última novela es Patpong Road (La Página Ediciones, 2012)
Era uno de esos tipos al que siempre veías la bondad escondida detrás su cara angelical de malo. Una de mis debilidades…y supongo que para cualquier amante del buen cine. Ernest Borgnine era siempre el contrapunto. Menos en la inolvidable Marty, donde fue el punto…y aparte.
Realmente era un magnífico actor y de una gran versatilidad y creo muy merecida y acertada la reseña presentada.
Es cierto que muchos de sus papeles fueron de villanos, por decir uno prodigioso el de “De aquí a la eternidad”. Pero ha creado también personajes adorables como el de Marty de una gran sensibilidad. En este ámbito también hay que incluir el corto papel de “12 del patíbulo”. Película a la que creo pertenece la foto presentada y no “de aquí a la eternidad”.