Hit & Miss
«Lo sencillo nunca fue moderno»
Fabio McNamara
Por Víctor Mora
Una mujer transexual, en tratamiento hormonal, está ahorrando dinero para operarse y realizar una reasignación genital, (como en Transamérica). Tras esta presentación de personaje viene la trama principal: la protagonista descubre que tiene un hijo biológico, fruto de una relación que tuvo con una mujer en el pasado (si, como en Transamérica) y que, por la circunstancia de la inminente muerte de la madre, tiene que hacerse cargo de él.
El factor que resulta verdaderamente adictivo de esta miniserie británica es que la protagonista, Mia, interpretada de forma absolutamente magistral por Chloë Sevigny, es una fría asesina a sueldo.
Paul Abbott, creador de esta controvertida propuesta inglesa, dio con este argumento a partir de la unión dos ideas independientes. Eso explica, quizá, la falta de cohesión entre la identidad letal de Mia y su accidentada nueva vida familiar en el campo, como improvisada cabeza de familia.
Mia, a cargo de su hijo biológico y otros tres hijos putativos de diferentes edades, se descubrirá a si misma como una excelente madre protectora, aunque sufrirá las contradicciones propias de una asesina experimentada a la que nunca le importó nadie más que ella misma.
A pesar de algún resbalón importante y alguna solución demasiado fácil (que llega a provocar carcajada), Hit & Miss es una serie muy recomendable, aunque sólo sea por la novedad de su planteamiento de caracteres, bien construidos y muy bien interpretados. La factoría de televisión británica pone en jaque al espectador con una calidad impecable y la controversia social propia de un país avanzado.
Y en este punto del análisis rompo una lanza a favor de Hit & Miss, (aunque un poco cogida con pinzas) y una en contra de la mayoría de críticas que ha recibido en nuestro país.
La visibilidad de los sujetos transgénero ha dado multitud de opciones a los guionistas para fantasear con posibles argumentos. Eso es cierto. Sin embargo es un tema, el del sujeto transgénero, todavía en fase de visibilidad y aceptación social, por lo que es delicado tratarlo sin caer en el tópico fácil o en ese trasnochado (y sospechoso) victimismo, que parece necesario para que una comunidad sea integrada.
Para que un sector marginal sea aceptado por una mayoría dominante tiene que pasar por el filtro de la tortura social, en otras palabras, ha de ser objeto de la pena. Es una condición inherente del monstruo. Tiene que demostrar cuánto ha sufrido por serlo para que la mayoría social pueda “perdonar” su condición monstruosa.
En este tiempo, la Historia del presente, en cuanto a minoría social en reivindicación, el protagonismo es para el sujeto transgénero. ¿Y por qué transgénero? Me explico: “Transgender” es un vocablo inglés, mucho más acertado que el español “transexual”, que lo enfoca todo a lo genital. Pero el género de las personas, su condición de hombre o mujer, no puede reducirse a los genitales, porque carece de sentido. La construcción del género es social, cultural, identitaria, mental, emocional, etc… el género engloba, por lo tanto, muchas más cosas que el sexo, que enfoca lo genital.
Por lo tanto considero un error el enfoque crítico de algunos periodistas, (por ejemplo el artículo del comentarista de series de TV en elmundo.es), que se dirige hacia el sufrimiento de las personas transgénero y hacia lo genital.
Dirigir una crítica de Hit & Miss hacia lo genital y hacia ese sufrimiento redentor que deben sufrir las personas diferentes para que sean soportables en nuestra cómoda vida normal y lineal… empieza ya, señoras y señores, a oler a chamusquina.
Hechas con la mejor intención “tolerante”, estas críticas ya deben ir quedando obsoletas. Debemos dar el siguiente paso.
Ahí es donde encuentro Hit & Miss, a caballo entre ese siguiente paso y el anterior. Con algunos tópicos en su propio argumento, sí presenta a Mía, la protagonista, con todas las cualidades de un personaje, entre las que la circunstancia transgénero es sólo una más.
Ahora tendremos que esperar para saber si Hit & Miss tendrá segunda temporada. El final, aunque bastante accidentado, sí abre expectativas. Más allá de calidad, reivindicaciones o paroxismos, las audiencias, una vez más, impondrán su criterio.