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Una relación perfecta, de William Trevor

Por Ricardo Martínez

 

       

       James es un hombre callado y discreto que ama a su mujer, pero lleno también de decisión, defensor de la historia como un paisaje de dignidad y tradición; es un hombre de acción dentro de su actitud moderada. Mollie, su mujer, que siente recíproco amor hacia él, está dividida, no obstante, porque comprende, o desea comprender, la decisión de sus hijos.

 

       “¿Y qué va a ser de la heredad, donde hemos convivido tanto tiempo y a la que tanto debemos? ¿Qué va aser de la historia?” le dirá a Tom, su hijo mayor, rememorando de algún modo la voluntad desu marido. “¿Y qué va a ser del futuro?”, responde Tom. “Eso es lo que tenemos delante; lo de atrás ya ha pasado”.

 

       La cuestión es si abandonar esa vieja heredad: las extensiones de terreno donde crece el heno, donde pacen las vacas y hozan los cerdos. ¿Qué va a ser del bosque de Ana?, recordado con delicadeza, con expresiones bucólicas. ¿Qué será de los viejos robles?

       Al fin, por causa de una pulmonía invernal, James muere y Mollie, sin abandonar su voluntad de conservar Olivehill pero entendiendo la decisión de sus hijos, un día corre las cortinas de su habitación y allí permanecerá. No quiere ver los árboles talados, las máquinas allanando el terreno.

       La historia es una de las bellas, emocionales e incluso estéticas (por la precisa construcción, por lo medido de la narración donde cada palabra es una tesela bien acomodada) historias de las que contiene este libro, donde se dilucida la conveniencia de convertir la extensión de la vieja propiedad familiar en un campo de golf, cosa que, al final se hará.

       Es ésta una lectura siempre grata, y diríase que en dos grados: el uno porque, en el observar lo cotidiano, este magnífico narrador que es Trevor parece ver en el anverso de las cosas, incluso de las emociones, también su reverso. El otro por la grave melancolía –siempre, de uno u otro modo,  la presencia del amor, la presencia de la idea del amor- en que hace sentir, a la hora de vivir, de expresarse, a los personajes.

       Un libro mensajero de buena literatura, pues, nutritivo en tiempos de escasez. Su lectura supone lo contrario de lo que expresa Chlöe, en otro de estos relatos. “Uno comete un error y sólo se da cuenta cuando convive con él” Aquí, afortunadamente, con la convivencia de las páginas, el lector apreciará el placer de la lectura. 

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