“Historia política del pantalón”, de Christine Bard
Ricardo Martínez.
Del mismo modo que, un día, el individuo creyó oportuno vivir en sociedad por razones de seguridad, de salubridad o de progreso cultural, una vez tal situación se ha establecido -siendo un buen reflejo de ello el nacimiento de las ciudades allá por las postrimerías del siglo X según el aval de los historiadores- un nuevo código interno, digamos, vino a establecer algunas normas de régimen interior, siendo una de ellas, y no la menos importante, la vestimenta.
De ella se podrían derivar múltiples enseñanzas sociales, desde el gusto a la situación social, desde la importancia del clima a los códigos restrictivos de algunas religiones. El ciudadano como tal hubo de avenirse a las normas –también a su transgresión, haciendo de tal postura una manifestación de libertad individual- creando no solo unos rasgos distintivos entre sociedades diversas sino, también, dando lugar a una industria floreciente y con un gran peso económico.
Si reparamos, la Ruta de la seda no es sino, en buena medida, una geográfica, culta y económica manifestación de tal situación. El vestido, pues (la vestimenta como tal) ha jugado y juega un papel decisivo en el devenir cotidiano de la vida del hombre, y este libro magníficamente documentado, bien estructurado y de un lenguaje claro y directo viene a ratificar la importancia de su función, si bien aquí el objeto de estudio y consideración social es solo una parte del vestir, siendo el objeto de estudio el pantalón.
En un principio prenda de uso preferentemente masculino –es de reiterar que los códigos sociales o de costumbres dictaban sus leyes estrictas en tal sentido- se parte de hacer una evolución histórica de las variantes del mismo: “Sucesor del calzón, el pantalón simbolizó la masculinidad y el poder. Durante la Revolución francesa, expresó los valores republicanos y se convirtió en un elemento clave del nuevo orden político. No era lógico, sin embargo, que la mujer quedase excluida del uso de tal prenda (…)Pero nada como una prohibición –que existió expresamente- para aguijonear al deseo”. De ahí que “sobrecargado de connotaciones y fantasías, el pantalón acompañó todas las transgresiones que jalonaron la ruta de la emancipación de las mujeres”.
Y así hasta la actualidad, donde no solo constituye un referente en la vestimenta femenina, sino que su uso podría decirse que va en aumento. Y concluye la autora de una manera muy gráfica: hubo que esperar a la década de los sesenta para que el pantalón se feminice (entiéndase, una vez más, desde una consideración cultural muy occidentalizada). Ahora bien, “¿Fin de la historia? En absoluto. Todavía queda un largo trecho por recorrer”.
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“Historia política del pantalón”
Christine Bard
Tusquets Editores, 2012
384 pp. , 20 €