Elefante Blanco (2012) y los perfiles infinitos en Darín
Por José A. Cartán.
Perfiles infinitos en Darín
Nombra un actor argentino.
Típica pregunta que te hacen en el momento más inoportuno. Existen dos respuestas a la misma: la primera, errónea y sonrojante, es decir Javier Bardem (por citar el primero que se pasa por la mente) creyéndote que por alguna extraña razón, normalmente la ignorancia, el actor español nació en la nación del hemisferio sur. La segunda contestación sería la de pronunciar el nombre de Héctor Alterio o, por qué no, el de Ricardo Darín. Este último, de mirada y palabra embelesadora, es un actor infatigable que ha participado ya en más de medio centenar de producciones, tanto argentinas como españolas, y cuyo ritmo de trabajo no cesa en los últimos tiempos.
Sería un engorro tener que analizar una por una todas las películas en las que ha trabajado Darín, baluarte iconográfico del último cine argentino, tanto comercial como de autor. Aun así, y a pesar de haberse convertido el hispanoamericano en un auténtico gancho para las productoras, así como para los directores que le ofertan los correspondientes roles en la pantalla, la carrera cinematográfica del actor bonaerense no comenzó como un joven intérprete espera. A principios de los años 70, Darín protagonizó junto con Cacho Castaña, un conocido cantante argentino, una serie de películas que mezclaban musical, comedia e histrionismo. Esa clase de películas que aquí en España se produjeron a lo largo de la década de los 70 y 80, respectivamente, y que todos hemos visto alguna vez en Cine de Barrio. Cantantes de éxito popular como Manolo Escobar o Julio Iglesias han pasado por nuestros ojos en alguna de aquellas calurosas tardes de verano que tanto nos cuesta recordar.
Entre risas y ajetreo, Darín se encargó de protagonizar films como He nacido en la ribera, Así es la vida, La fiesta de todos o La carpa del amor. Habría que destacar que, incluso, el reconocido director Adolfo Aristarain dirigió un par de películas de este calibre y en las que también aparecía el rostro del actor de Buenos Aires, La playa del amor y La discoteca del amor. Vistos algunos títulos, no se podrá decir que en la década de los 70 el concepto del romanticismo fuera algo que la gente se tomara a la ligera.
Tras su paso por estos telefilms, Darín prefiere arriesgarse a interpretar otros tipos de papeles con más enjundia y dejar de lado estos pastiches de ruido y furia. Roles que, desechando cualquier eufemismo, no le abrirían ninguna puerta al cine de verdad, ése que ha tenido siempre una soga en el cuello, y que por alguna circunstancia (aleluya) se niega a exhalar su último aliento. Lo cierto es que a finales de los años 80 se le pudo ver en películas más serias como Traición y venganza de Aristarain, y en las últimas instancias del milenio en El faro del sur de Eduardo Mignogna o El mismo amor, la misma lluvia de Campanella. Comenzaba a encauzar su carrera actoral y así lo corroboró con sus dos siguientes trabajos y por cuyos roles la mayoría de los cinéfilos le recuerdan; la trepidante y muy mentirosa Nueve Reinas, del fallecido cineasta Fabian Bielinsky, y la cotidiana y tremendamente humana El hijo de la novia, de su compatriota Campanella. Y es en la comparación de los personajes, en ese antagonismo indeleble, donde uno se da cuenta de que Ricardo Darín es lo que llamaríamos a pie de la calle “un buen actor”. Como si de un péndulo se tratara, divaga entre el tramposo ladronzuelo de la película de Bielinsky, se convierte en persona recibiendo los azotes inquebrantables de la cotidianeidad y de esa insoportable y ruin rutina que llamamos vida en El hijo de la novia, intenta rescatar el club de sus padres en Luna de Avellaneda convirtiendo la historia en cine social e, incluso, se atreve a enfrentarse al hecho de que su hija sea hermafrodita en una atrevida pero terriblemente irregular XXY.
De sus últimos papeles en la gran pantalla podríamos destacar también su enésima participación en El secreto de sus ojos, enésima participación del actor fetiche de Campanella, El baile de la victoria de Trueba o sus dos recientes apariciones bajo las órdenes de Pablo Trapero, Carancho y la recién estrenada Elefante Blanco. Películas en las que Darín despliega todo su conocimiento actoral, obviando si es un thriller policíaco o una historia de miseria y podredumbre. Poco le importa al argentino interpretar némesis de sus últimos papeles, su hambre es tan voraz que consigue dominar todas aquellas dudas disfrazadas de sombras y demonios. Afortunadamente, no es el típico actor unilateral, ése que abunda tanto hoy en día y que solo sabe realizar el papel de malo, o de bueno, o de guaperas. Una y otra vez (y encima, mal). Darín podrá no llegar a ser un mito en la intrahistoria del cinematógrafo, pero afortunadamente y como buen argentino, sí los tiene bien puestos.
Elefante Blanco (2012) de Pablo Trapero
Por Nerea Blanco
Si uno se pregunta a estas alturas si alguna película vale la pena ser pagada para verla en el cine… es que es un amante del cine.
Elefante Blanco es una de esas películas que uno piensa que puede ser de las que parecen tener buena pinta. De las que merece la pena… el pensamiento de la media es “¡Pero si sale Ricardo Darín!… Pues estará bien” Y eso que sale en verano, un momento un poco de caída en general para el cine de los cinéfilos. Pero siento defraudaros. Ricardo no salva lo insalvable.
El director repite con dos de sus protagonistas de su película anterior, Carancho, que obtuvo un gran éxito. Y parece que quería seguir con su cine social y sus dos estrellas, pero esta vez no ha ido al cielo, sino que parece que se ha estrellado un poco al querer abarcar demasiados temas.
No tiene nada de criticable la parte técnica del rodaje, pero el guión se queda escaso por momentos. Hay tal cantidad de hilos argumentales que se entremezclan hasta el punto de no saber cuál es el principal (no parece que ni el director lo supiese). De hecho, aun siendo una película (una más) ambientada en las favelas no llega a conmover en ningún momento a pesar de que la ambientación y los temas a tratar son para ello. En definitiva, lo mejor de esta película creo que deben ser los entresijos por los que han pasado para poder rodarla.
Algunos de estos los comentaron en la rueda de prensa que dieron (tras una espera interesante) a los medios en la Casa de América, pasadonde pasamos un rato bastante ameno con Pablo Trapero, Martina Gusmán (productora y mujer del director) y Ricardo Darín.
Entre las curiosidades a destacar, nos contaron que el tercer actor protagonista (Jérémie Renier) no tenía ni idea de español y tuvo que aprender el guión sin saber el idioma. Gracioso resulta saber que cada dos por tres el pobre hombre se quedaba a cuadros porque el guión cambiaba constantemente. Por otra parte, grabaron en una parte de la villa y todos los vecinos de esa zona estuvieron encantados de participar. Eso si, ni se planteaban salir de la zona en la que estaban.
Y lo que me llevo de todo esa charla es la frase que dijo Ricardo Darín respecto a cómo elegía él las películas, que como sabemos no son pocas y muy variadas. Comentó que es como una hoja, que se deja llevar por los impulsos del viento. Que si algo le llama, va hacia allí sin pensarlo. Y la verdad es que no me extraña que esta película le llamara, pero una pena que al final haya quedado un poco en el aire y no haya llegado a buen puerto.
El problema es que tampoco ayudó a que saliera una con buen sabor de boca que la organización del pase de prensa fuera tan nula (cerca de veinte medios casi nos quedamos sin verla), que la sala de proyección no fuera la mejor en absoluto y que hiciera un frío horroroso allí dentro. Porque lo único que apetecía era que acabase cuanto antes y poder salir al sol. Pero bueno, fue una experiencia más de esas que se viven en este mundillo del cine y un poco más de cosas criticables de esas que tanto me gustan.
Elefante blanco (2012) se estrenó en España el pasado 13 de julio de 2012
Se parece este comentario de Nerea Blanco, a uno que hice en estas paginas de Facebook de Culturalia. Yo tambien note lagunas en el guión y echaba de menos a Aristarain en el guión y la direccion. Lo mas salvable a mi parecer la interpretación de Darin. Me parece “efectista” y tendente a buscar el “buenismo” cuando no la lágrima facil. Yo la hubiese terminado una secuencia antes en la que el sacerdote que encarna Renier, esta sentado en su habitación mirando al infinito.. Lo demás sobra es como esas pelis americanas que se tienen que dar un beso al final, pera que el espectador “vea” que termina bien.
Cuando leí la crítica de Nerea me acordé de ti, Víctor, porque habéis analizado la peli casi igual. Seguramente las buenas intenciones de la peli han pesado demasiado.