Andrea Jaurrieta Bariain: ”Soy hija de la burbuja inmobiliaria”
Por Daniel Dimeco
El Café del Príncipe es un sitio clásico de Madrid, como las películas que prefiere ver Andrea Jaurrieta Bariain, quien lucha con tesón por conseguir abrirse un merecido hueco entre quienes conforman la nueva generación de cineastas españoles, entre quienes ambicionan proyectar historias a través de la lente, repitiendo planos y contra planos en una sucesión infinita de tomas, buscando la perfección y haciendo de la pasión su profesión.
Andrea Jaurrieta nació en Pamplona en 1986, además de directora de cine es actriz, guionista y fotógrafa. En 2010 obtuvo una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores para vivir un año, el que ella considera como la mejor experiencia de su vida, en la Real Academia de España en Roma. Allí, Jaurrieta ha desarrollado su proyecto de largometraje titulado Ana de día, película en la que la Ciudad Eterna es la ambientación de la obra y la viva inspiración de la artista. Admiradora de los grandes creadores del cine italiano (Roberto Rosselini, Vittorio De Sica, Federico Fellini…) que parieron tantas joyas en la via Tuscolana, en los estudios de Cinecittà, a la directora navarra se le escapa un gesto de amargura al recordar el lamentable declive de aquella histórica cinematografía que hoy ha sucumbido a la berlusconización de la cultura en Italia.
Andrea Jaurrieta tiene una manera de hablar directa, es sincera en sus expresiones que salpica con una risa contagiosa. Todavía no sabe por dónde va a seguir desarrollando su carrera. No descarta ningún lugar, puede llegar a ser Madrid, una ciudad que califica de acogedora e interesante, con una oferta cultural buena y variada, o puede que regrese a Roma o a Barcelona o, incluso, en tono de broma iría a Sebastopol si allí pudiera hacer sus películas.
– Se habla mucho del buen momento que atraviesa el teatro en España. ¿Cuál es el diagnóstico que haría para el cine?
– Soy muy pesimista, es muy triste pero va muy poca gente al cine. Creo que con el tiempo van a ir cambiando los medios de exhibición. Poco a poco, hay que concienciar a la gente de que el hecho de descargar películas afecta a la industria, porque el cine da trabajo a mucha gente, a verdaderos profesionales apasionados de lo que hacen. En cambio, el teatro, al ser en vivo, tiene ese plus que le proporciona ventajas por sobre el cine. Eso no quita que se hagan y que se sigan haciendo cosas interesantes.
– Tiempos de crisis, fin de las subvenciones (aunque en Navarra la realidad sea algo diferente). ¿Drama griego u oportunidad para desarrollar la creatividad en absoluta libertad?
– Las quitas de las subvenciones son perjudiciales en la medida en que el sistema estaba muy hecho para recibirlas. Ahora toca cambiar la mentalidad. Mientras tanto, va a ser muy difícil que se apueste por nuevas gentes, por gente desconocida, porque las subvenciones que en otros momentos podían ir para ellos ya no existen más. Tendremos que imaginarnos nuevas formas de sacar adelante los proyectos, porque antes, hace muchos años, no había subvenciones y se hacía cine. Elías Querejeta, por ejemplo, apostó a muerte por directores alternativos y por gente que arriesgaba. Ahora bien, si alguien crea con la finalidad de conseguir subvenciones está jodido, pero si lo hace porque quiere contar una historia seguramente le va a ir bien.
– ¿Para que un proyecto cinematográfico funcione tiene que contar en el reparto con actores y actrices consagrados por la televisión?
– No. (Ríe). Y en mis películas no va a haber nadie consagrado de la tele.
– Muchas veces se ha dicho que es una exigencia de las productoras porque les asegura espectadores.
– No lo sé, probablemente. Puede que sea como en el teatro, donde hay mucha gente de la televisión. No tengo nada en contra de la gente que viene de la televisión, porque hay de todo, pero sí tengo claro que el perfil de cachitas hipermusculado y depilado no le aporta nada a mis películas. Lo mismo pasa con una actriz muy guapa y que no sabe hablar, si no sabe hablar no me interesa, porque cuando busco una actriz o un actor necesito a alguien que exprese. Uno de los condicionantes con los que me topé cuando estaba haciendo teatro e iba a los castings era siempre el mismo: chico guapo, chica guapa. Y es muy duro cuando te das cuenta de que no cumples los cánones que buscan y que te tienes que conformar con la prostitutita o la graciosilla de relleno. Lo que creo es que el trabajo del actor se acaba banalizando un poco.
– ¿Está de acuerdo en que una de las carencias del cine español sean los guionistas profesionales?
– Manuel Lombardero, director de cine y uno de los mejores profesores que he tenido este año en el Máster de Dirección Cinematográfica de la ESCAC, en Barcelona, me decía que en España nos fijamos demasiado en los guiones, que buscamos historias muy cerradas y dejamos poco espacio a la experimentación. Sí creo que los directores tendemos a escribir nuestros propios guiones, aunque yo estaría dispuesta a dirigir un texto ajeno. Además, cuando termine de escribir el guión del largometraje Ana de día, necesitaré un guionista que lo vea, lo corrija y me diga cosas para mejorarlo. Me parece que el problema en España no es tanto de los guionistas, sino de que en el cine español no se arriesga.
– ¿Se refiere a los productores?
– Sí. En televisión, en cine…
– ¿Apuestan por lo conocido?
-En realidad, van siempre tarde. Se ve mucho en televisión. Cuando en Estados Unidos triunfan series que están muy bien, que todo el mundo las está viendo por internet, aquí se siguen haciendo las mismas temáticas repetidas de siempre: de familias o de adolescentes. Si uno va con una película más o menos acabada, empiezan a preguntar para qué público va dirigida y una serie de cuestiones que acaban coartando. Ojalá que con el surgimiento de nuevas productoras, estas prácticas cambien.
– Usted obtuvo una beca del Ministerio de Asuntos Exteriores para una estancia de casi un año en la Real Academia de Artes de España en Roma. ¿Cómo resultó la experiencia?
-De lo mejor que me ha pasado en la vida. La posibilidad de compartir una experiencia como esa, en una ciudad como Roma, con artistas de diferentes disciplinas es un aprendizaje increíble. En Roma estuve escribiendo el guión de mi primer largometraje Ana de día.
– Y de Roma a Barcelona, concretamente a la ESCAC, la Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya.
– La perspectiva al volver a España era regresar a Madrid y continuar con las compañías pequeñas de teatro, como había estado haciendo hasta que me marché a Italia, o intentar sacar adelante un proyecto de un año, algo más ambicioso. El sitio que más me interesaba era la ESCAC por el nivel que tiene y por las películas que se hacen allí. Además, el estar asociada a una productora como Escándalo Films resulta muy interesante. Así fue como me decidí por el Máster de Dirección Cinematográfica y me fui a Barcelona con una ayuda del Gobierno de Navarra.
– ¿En qué consistían las prácticas del Máster de la ESCAC?
– En hacer dos cortometrajes y si todo iba bien lo elegían para que fuera producido por Escándalo Films. Aunque el trabajo que presenté como final quedó en cuarto lugar, una de las personas importantes de la productora se interesó por lo que hago y, aunque me dijo que no volviera a rodar el corto, yo sí quiero hacerlo.
– Alguna vez ha expresado en voz alta que le gustaría dirigir su película e, incluso, interpretarla. ¿Sigue pensando lo mismo?
– Me encantaría dirigir e interpretar una película mía, claro que sí, hay mucha gente que lo ha hecho. El objetivo en un principio era ese y como no me salían cosas interesantes me puse a escribir el guión. La madurez te hace ser más prudente en estas cosas y, ahora mismo, sé que es imposible. Una de las cosas que me suceden como actriz, es que me veo en la pantalla y no me gusto. Si a eso le añado la dirección, con lo que soy de perfeccionista, acabaría haciendo infinitas tomas hasta conseguir el resultado óptimo.
– Aunque no tenemos mucha cultura del cortometraje, ¿cree que es más fácil exhibir los cortos?
– Es más fácil hacerlos, porque es más sencillo y cuesta menos dinero, empezando por el hecho de que nadie cobra, ni siquiera los actores muy reconocidos. En todo caso los que cobran son los “eléctricos”.
– Entiendo que los técnicos son un tema aparte.
-(Ríe) Con ellos he tenido buenas y malas experiencias.
– Los años dirán es un cortometraje por momentos desesperante por la tesitura en la que sitúa a la protagonista: el futuro que ve hacia delante no le convence del todo y tiene que decidir si sigue o si huye en otra dirección.
– Sí, es eso lo que quería contar. Y si bien estoy contenta con el resultado, quiero volverlo a rodar con la misma actriz, Carla de Otero, y que quede tal como pretendo, soy consciente de que los personajes necesitan una mayor profundidad.
– ¿En 2011 también escribió el guión y dirigió el cortometraje A pleno sol?
– Es una historia muy cerrada y con buenos actores como Cristina Gámiz, Jorge-Yamam Serrano y Blas Caballero. Por cierto, en septiembre, A pleno sol se podrá ver en Brooklyn, Nueva York, porque ha sido seleccionado por Cinema Club. Me hace muy feliz que el cortometraje empiece a andar. Lo estoy moviendo, porque hasta ahora no me atrevía mucho.
– ¿Por qué? ¿Pudor de artista o excesivo perfeccionismo?
– Ambas cosas. Me pasé mucho tiempo sin poder enseñar mis trabajos. Cuando llegué a la Academia en Roma vi que todo el mundo enseñaba lo que hacía, pero a mí me daba vergüenza y pensaba “pero si soy una principiante”… En ese sentido, Roma también me ayudó, porque terminé siendo consciente de que vivir de este trabajo es mostrarlo y confiar mucho en uno mismo. Me quité muchos pudores de encima…
– ¿Usted es de las que se castiga mucho cuando no consigue exactamente lo que se había propuesto?
– Soy de darme muchísimo con el látigo. Hay veces en las que me vuelvo un poco loca, creo que como le sucede a todos los que estamos en esto. En la sala de edición de las películas puedo poner muy nerviosos a los que me rodean buscando la perfección. Quizás es por eso que antes no me atrevía a enseñar lo que hacía.
– En su web de fotografías deja entrever una cierta obsesión por el hormigón, escenario que también usa en Los años dirán. ¿Qué es lo que ve en los espacios en construcción?
– Me gusta mucho la arquitectura y si algún día triunfo como directora haré un documental sólo de edificios. Me gusta el hormigón y las periferias, en realidad me gustan todos los espacios cutres, lo kitsch. Nací en una ciudad dormitorio y con el hormigón como paisaje y todo eso me seduce. Soy hija de la burbuja inmobiliaria.
– ¿Hay algo metafórico en las fotos que hace de las periferias urbanas?
– La verdad es que no lo pienso, hago las fotos porque me apetece hacerlas, veo algo y lo quiero mostrar, de la misma manera que cuando poso porque no tengo en ese momento a un modelo que lo haga. Es una necesidad, no tiene una razón y me pasa mucho cuando voy andando por las calles y veo edificios que me llaman la atención, es algo inconsciente. Ahora, por ejemplo, me han seleccionado unas fotografías dentro de la bienal Pamplona Jóvenes Artistas que se van a exponer en la Sala de Armas de la Ciudadela, en Pamplona, del 19 de julio al 26 de agosto.
– ¿En qué está trabajando actualmente?
– En mil cosas a la vez. He retomado la estructura de Ana de día y estoy analizando lo que he hecho hasta ahora. Luego estoy con un proyecto de videoarte y, lamentablemente, al teatro lo tengo un poco aparcado, proyectos iniciados pero sin punto y final. Me suele ocurrir que, de repente, revolviendo en mis cosas, encuentro un esbozo que hice en 2004 y me doy cuenta de que está relacionado con algo que he hecho tiempo después, pero sin haber sido consciente. Tiene que ver con la creación o la gestación en silencio y hasta inconsciente.
– ¿Cuáles son sus referentes de la nueva generación de directores de cine en España?
– Me quedo con los que tienen un lenguaje personal y un riesgo en cada película que hacen. Le doy cuatro ejemplos: Carlos Saura, ¡Ay, Carmela! (1990) me marcó la infancia. Agustí Villaronga me cautivó en Pa Negre (2010) y eso que las películas de guerra me han llegado a cansar un poco. De la generación anterior, Félix Viscarret y su Bajo las estrellas (2007). También las dos primeras películas de Cesc Gay. Y me gustó mucho una película independiente llamada Yo (2007), de Rafa Cortés… Y de los más jóvenes, me encantó por su sencillez la película de Jonás Trueba Todas las canciones hablan de mí (2010). Por último, mis grandes maestros: Pedro Almodóvar es Dios, aunque las dos últimas películas no me hayan gustado mucho, y me encantaría retroceder en el tiempo para conocer a Rafael Azcona, sin duda se trata del mejor guionista del mundo, junto a I.A.L. Diamond.
– En cuanto a actores y actrices, ¿a quién le gustaría dirigir?
– Descubrí a Cristina Gámiz que, como ya he mencionado, es con quien grabé A pleno sol. Aluciné con ella, es una gran profesional, una excelente actriz tanto de cine como de teatro. De los consagrados, tengo pasión por Bárbara Lennie que la vi en teatro en La función por hacer, y Raúl Arévalo que es otro de los actores que me gustan mucho. Pero ambas menciones son a modo de ejemplo, porque la verdad es que cada papel tiene un perfil diferente y un actor perfecto para encarnarlo y que hay muchos por descubrir, como he descubierto a mis actores de los dos últimos cortos, que son maravillosos y no los conocía antes.
– Muchos directores han llegado a tener una muy mala fama por ser tiránicos. ¿Cómo actriz ha sentido el miedo al director?
– Existe la inseguridad respecto al director. La inseguridad propia de pensar “no sé si estoy dando lo que él quiere”. Un actor se juzga continuamente y cuando se es director se está a expensas de los actores. Lo importante es que haya buena comunicación entre las partes y dejarse llevar. Los directores en realidad estamos acojonados… En los rodajes intento que exista algo de gran familia entre quienes conformamos el proyecto, sencillamente porque pasamos muchas horas juntos y no nos podemos permitir trabajar con mal rollo.
– Para terminar, aunque me hubiera gustado que fuese de otro modo, tengo que preguntarle su opinión acerca de las medidas que acaba de anunciar el Gobierno. Entre muchas otras, todas de un verdadero estrangulamiento del consumo y del crecimiento, se destaca la subida del IVA al 21%, incluso para la actividad cultural que era de un 8%.
– Me entran ganas de llorar. Creo que estamos gobernados por un grupo deshumanizado al que la cultura no le importa. Corremos el riesgo de que a toda una generación le quede un solo camino y muy a nuestro pesar: el exilio. Hay más de un cincuenta por ciento de desempleo juvenil, en el que me incluyo, y tan sólo nos ofrecen la posibilidad de ser becarios sin remuneración. O, por no podernos sustentar, nos vemos obligados a seguir viviendo de unos padres a los que, de pronto, les bajan salarios y les quitan pagas extras al tiempo que suben los precio de casi todos los bienes y servicios… Estamos cayendo en un pozo del que nos será muy difícil salir y nadie se hace responsable de que hayamos llegado a esta situación. Alguien nos dice «que les jodan» y no tiene consecuencias. Roban en nuestra cara y nadie les pide cuentas. Siento que en ellos hay una sensación belicista, de venganza, de odio a su propio pueblo que no puedo entender. Y me duele. El cine estaba herido de muerte, pero con esto nos han dado un nicho en el cementerio. Peor aún, nos abandonan en la fosa común. Como a los perros. Y no sólo al cine, sino a la cultura en general. Yo no voy a poder pagar por una entrada de cine y el cine es mi pasión y mi profesión. ¿Cómo voy a pretender que se hagan películas? Nadie va a llenar las salas. Sacan leyes antipiratería y después nos meten en un callejón sin salida… Quiero ver algo positivo y sólo veo crueldad y saña y mucha tristeza. Como dijo Miguel de Unamuno: me duele España.
Malos tiempos para las buenas artes y malas artes políticas en tiempos de dolor. Malos tiempos para que la nueva generación de artistas puedan abrirse camino a través de su pasión, mediante los trabajos que alimentan las ilusiones, que hacen la vida más llevadera, que crean magia y, por si eso no bastara, intentan mantener en pie a una de las industrias españolas que ha entrando en el último tercio de la corrida. Los hombres de negro no van a venir, dijo alguien con voz nasal, ocultando que los enterradores de Hamlet ya estaban en España.
No todo está perdido. Como en el propio Hamlet, de William Shakespeare, los politicastros se envenenan entre ellos mientras que los cómicos sobreviven y continúan con su arte. Andrea Jaurriera es una artista llena de proyectos, con mucha energía y muchas ganas de enseñarnos las historias que nacen de esa necesidad imparable de comunicar, de decir lo que siente, de transmitir y de que ningún administrador de la cosa pública le arrebate los sueños, porque los sueños, sueños son.
Entre tanta oferta cultural, el espacio de cine de Culturamas destaca por si mismo. Es, sin duda, en estos momentos, un lugar de lectura imprescindible para quienes amamos el cine, para quienes creemos que el cine es el arte de las artes…porque engloba todo. Y las entrevistas, críticas y reseñas, de Rubén Romero, Daniel Dimeco y otros compañeros suponen un testimonio y una apuesta por la verdadera cultura cinematográfica.