Tela de araña
Por Ricardo Martínez.
Tela de araña. José María Pérez Alvarez. Trifolium, Oleiros, 2012.
Esta magnífica ‘Tela de araña’ que acaba de urdir para nosotros el autor (discreto, laborioso, galaico…) es una suerte para el lector por cuanto, desde cualquier fragmento desde el que se aborde el texto, es de advertir la armonía: por la seducción verbal, por la meticulosa trama, por el rico acontecer en lo contado. Pero, como en toda buena tela de araña, ahí reside también la trampa, si bien en este caso es para bien toda vez que lo que le proporciona a quien se adentre en lo narrado es un suave deslizarse estético, es una referencia a la realidad desde la cuidada ficción, es un viaje literario que enriquece y anima a conocer otras obras del mismo autor.
Y entiéndase lo anterior a tenor de las palabras atribuidas aBarthes: “Saber que la escritura no compensa nada, que ella reside exactamente allí donde tú no estás. Tal es el comienzo de la escritura” Pues bien, yo me temo que ahí reside una de las exigencias, no siempre manifiestas pero sí implícitas en su voluntad, del lector: la necesidad de sentirse libre, cuanto más libre mejor, para reparar por sí mismo, para distinguir, para valorar, para entenderse a sí propio… Aunque lo observado (lo leído) sea una sorprendente y discreta y perlada tela de araña que seduzca y ‘entrampe’ Más bienvenido sea el castigo por haber caído en la seducción tan cuidadosamente urdida.
¿No era Wilde quien decía –y él sí sabía del hecho liteario- que la mejor forma de evitar la tentación es caer en ella? Sea pues, lector, adéntrate sin miedo en este laberinto brillante y cautivador; acércate a la mesa del festín, que es para ti:para tu soledad, para tu imaginación… La historia es estrictamente humana, si bien, ¿trata de la azarosa vida de un hipotético poeta? ¿trata de la vida transmutada de cada uno de nosotros?Trata, al fin, como no podría ser menos (bajo capa de erudición) de amor y dolor, alegría y lloro, proximidad y lejanía vistas las cosas desde el corazón…) Y la dedicación lectora vale la pena a sabiendas de la renovada satisfacción obtenida.
Me atrevo a decir que, como buena novela (pero también, de algún modo, cabría considerar el texto dentro del relato breve o de un polígamo ensayo) el argumento no termina nunca, toda vez que se prolongará hasta donde tú, lector, le otorgues la libertad de hacerlo. “La vida –leemos, p.180-es, en el fondo, una digresión, una prolongada digresión. Escribo para digredir, verbo que supongo que no existe. Hasta ahora: escribo para inventar. Escribo para inventar palabras, para inventar un diccionario, para inventar un idioma. No escribo para invertariar. Escribo para perderme”
Literatura en estado primigenio, literatura como libertad, como alimento… “Tal es el comienzo de la escritura” (Barthes dixit)