Eclosión en tres, dos, uno.
Texto y fotos: Laura Muñoz
Todos convocados a las siete y cuarto de la mañana en el Hotel Chamartín de Madrid. Presentes, ansiosos e hinchados. Precisamente el ansia es el detonante para que no podamos esperar a la versión oficial y nos reunamos en una inauguración, paralela y nocturna, en el centro de Madrid. Los primeros encuentros y abrazos en Fuencarral hacen que nos demos cuenta que sí, la Semana Negra SIGUE!
Maletas, cámaras e ilusiones suben al Tren Negro. El doble de Fernando Marías hace presencia,intimidando con su nuevo look al personal mientras dispara el flash móvil. Caras conocidas, otras nuevas y el espíritu de la niñita que cumple 25 años, presente entre vagones. PIT II lee, Guillermo Sacomano y Marcelo Luján cambian impresiones de la literatura de aquí y de allá, Zenda respirando, Guinot que mezcla su «guerra» con la nuestra… Ignacio del Valle, María Zaragoza, Ian Watson, Lisa Díez, Ana Colchero, Empar Fernández, Félix Modroño, libreros y prensa, entre otros, son los paseantes en este Tren Negro que tanto echa de menos a los que no pudieron estar pero están. Las conversaciones empastan el presente con un pasado no tan lejano y todos los nombres que hoy no tienen un cuerpo aquí, merodean igualmente.
Han pasado un par de horas y pocos kilómetros cuando PIT II convoca a la prensa en uno de los vagones: una reunión que no aparece en programa, por lo que intuimos su importancia. La tiene. Mucha.
En Monterrey y equipados con arma larga, cuenta Taibo como si se tratara de la sinopsis de un policial, irrumpieron varios policías con la orden de detener a nuestra compañera Sanjuana Martínez. No satisfechos, mantuvieron en secreto su paradero durante una hora. Un juicio pendiente por la custodia de sus hijos parece ser el origen de la detención pero, curiosamente y sólo unos días antes de la detención, Sanjuana interpuso una demanda por tráfico de niños a la jueza que ordenó tal disparate. Causalidades disfrazadas de casualidad. Reaccionando al segundo, se desató la campaña de apoyo a su inmediata liberación en las redes sociales. A esas alturas del viaje no se sabe si nuestra compañera ha sido liberada, dice PIT II. Todo nuestro apoyo, ánimo y fuerza con ella. Tras la información, ocupamos nuestros asientos consternados para continuar. A pesar de todo seguimos, SIGUE.
Más conversación, nuevas ideas y segunda convocatoria: Lisa Díez nos presenta su documental acompañada por Taibo, que nos recuerda el momento en que Fritz organizó un ciclo de películas de lucha libre mexicana para la Semana Negra. Este año se abrirá el ciclo de cine con la innovadora creación de Lisa, que nos acerca a la experiencia de grupos de turistas en México que buscan algo con lo que divertirse. Graba el simulacro de cruce de la frontera mexicana ofrecida por una tribu cada fin de semana, durante una noche y que ocupa lo que dé de sí el guión que toque. Lisa habla de la polémica que suscita el espectáculo: «hubo bronca», dice. Los indígenas aseguran que no se trata de ningún tipo de coaching de «escape usted de ahí y cuélese allá» mientras el estado piensa exactamente lo contrario. «Ellos no saben exactamente lo que es, pero lo hacen», dice Lisa entre risas. Lo curioso de la vivencia es que los propios integrantes de la tribu escriben un guión basado en experiencias personales y más tarde lo recrean, convirtiéndolo en una versión para adultos y algo morbosos de la casa de Mickey Mouse. Una entrada al «paraíso» dibujada por el módico precio de 7€ por sesión. El motivo de los indígenas, dar a conocer su vida. El de Lisa, mera curiosidad por el comportamiento de los turistas.
Juan Miguel Aguilera presenta a Ana Colchero, destacando su paso por la televisión y cine antes de meterse en su faceta literaria. Una y otra muy en línea, tal como cuenta, ya que Ana aprovecha su experiencia profesional para la ciencia ficción que crea. Ana «denuncia» la actitud de algunas personas respecto a la ciencia ficción, que en ocasiones es reconocida a través de escenas de Star Wars a pesar de ser, significar y contar mucho más que eso. El género, dice, es el espejo de nuestra sociedad. Ana crea en sus textos una dimensión donde las razas se separan en el momento que dejan de pertenecer a lo «normal», descastados sociales, y pasan a pertenecer al «suburbio» de la jerarquía que escribe. Es la bipolaridad y otros trastornos, muy lejos de la ficción pero muy presentes en nuestra sociedad, o un hecho tan relevante como la caída de las Torres Gemelas de Nueva York con lo que Colchero juega para humanizar su escritura. El sentimiento personal de la escritora de haber notado «un cambio de eje» en nuestra realidad es lo que hizo que se gestara la idea para su novela. Termina con un bonito augurio futuro: asistir a la próxima edición de la Semana Negra con la novela realista que acaba de terminar.
De la ciencia ficción de Ana saltamos a la negrura policial de Empar Fernández. Es Juan Bolea el entusiasta lector encargado de presentar su última novela, ambientada en distintos barrios catalanes. Destaca, principalmente, el perfil del personaje protagonista como sencillo y a la vez arrebatador al huir del prototipo de detective con bigote, sombrero y al que las manías le pisan los talones durante la trama. Es Nasarre un policía que, según avanza la novela, se humaniza. Observador y gran conocedor de la condición humana, se resiste a dibujar la linea divisoria que separa a la víctima del presunto culpable/asesino en cuanto a sentimientos se refiere. Empar nos ofrece una lectura fácil, dice Bolea, y una gran técnica que desemboca en un gran desenlace.
El resto del trayecto, para grabar y no olvidar: parón de casi una hora en el tren producido por interferencias en las vías ferroviarias por parte de los mineros, reivindicando poder seguir viviendo de lo que saben y aman hacer. Retrasos que no nos hicieron salir del sentimiento compartido y de apoyo. Retirada de troncos del piquete y reanudamos la marcha. Mieres: todo a flor de piel. A los tradicionales gaiteros que dan la bienvenida a los semaneros cada año se ha unido, esta vez, el gremio minero. Vaciamos los vagones del Tren Negro y el ambiente se llena de la explosión de miradas, quejas con fundamento, peticiones y voces unidas con un solo tono: justicia. Brazos arriba y ojos también. No es posible contener nada, bueno ni malo, cuando no se quiere. Lágrimas que sirven de precedente y un aviso a navegantes: esto es la Semana Negra, prepárate. Eclosión en tres, dos, uno…
La acogida que da Mieres a sus visitantes es ejemplar, preciosa. Compartimos comida, sidra y primeras tomas de contacto en campo abierto. De camino al tren me sorprendo mirando entre el cielo y nosotros. Ahí, en la mitad de todo, carteles que siguen reclamando lo que es suyo. Me sorprendo más al pronunciar un «Me gusta» y que no sea en facebook.
En media hora alcanzamos la estación de Gijón. GIJÓN. Se me escapa un «uf», varios, porque sé a lo que vengo. Tantos olores (re)conocidos…
En el Ayuntamiento nos espera la puesta de largo de esta celebración «en plata». PIT II habla y todos callamos. Como siempre, tiene ese poder de transmitir a la perfección lo que corre por sus venas y saca el lado reivindicativo, el «porque sí» con argumentos y coartada. Se nota el tono de despedida, se siente. Es ágil de palabra, lo sabemos, pero también de sensaciones. Recuerda el origen de todo, lo (re)vive en alto para todos, descubre la adolescencia del certamen y pone nombre y apellido a los que le han acompañado: columna vertebral. «El milagro de la Semana Negra», dice, «ha vuelto a ocurrir». Estas palabras las repetirá Carmen Moriyón, alcaldesa de Gijón, durante su intervención. Todo después, claro, del aplauso general y casi interminable que pone punto (y seguido) a las palabras de Taibo. Durante el resto de la tarde, parte de la noche, son las palabras de la alcaldesa las que se repiten: «los políticos cambiamos, la Semana Negra sigue».
La cinta, que parece la misma pero no lo es, espera frente a la Carpa del Encuentro. Corte que sangra, hoy. Cristina Macía, nuestra Cris incansable y guerrillera, se rompe un poco. Entre todos, recomponemos. Tanta presión, tanto esfuerzo, trabajo, ahínco, ilusión… Todo eso lo suda al tiempo que la cinta se relaja tras el tajo.
Ya podemos decir en alto, y con total convencimiento, aquí estamos Gijón.