No tengo miedo
Por Estelle Talavera Baudet.
No tengo miedo. Niccolò Ammaniti. Anagrama. 225 páginas.
Si ya es complicado tejer una teleraña resistente a la lectura, la interiorización, el universo fuera de este mundo, sin que se rompa y nos decolguemos, más aún es lograrlo desde el mundo visto, masticado e intuido por un chaval de unos 8 años.
Lo que logra Niccolò es inaudito. Yo, como adulta, entre líneas veo los precipicios que él ignora y observa con curiosidad. Veo las personalidades, las amenazas, las falsedades no dichas, los gestos (claros, no obvios pero magníficamente tejidos entre tanta inocencia; sorprendentemente efectivos), el curso lento pero constante hacia la tragedia. Y es espeluznante intuir esa tragedia entre ruedas de bici, juegos de pelota, carreras sin aliento hasta la casa abandonada…
La vida familiar aparentemente normal se va mezclando y enrareciendo, y poco a poco hacen de este niño un adulto a punto de eclosionar. Realmente “No tengo miedo” es el comienzo del miedo, la pérdida total de esa siesta interminable, un día de calor, bajo un árbol, para adentrarse en líneas torcidas, para ir descarrilando, lentamente, hasta dar de bruces contra el suelo. Como se ha dicho de él acertadamente: “…el difícil aprendizaje del manejo del poder y del conocimiento que viene del mundo adulto…”
No hablaré del argumento, pues descubrirlo poco a poco de la mano del protagonista es lo que realmente nos deja, como lector adulto, acostumbrado a otro tipo de narración “de tú a tú”, con la boca abierta, con el alma en vilo, el corazón latiendo al ritmo de los pedales de esa bici, a veces pidiéndole que visite aquella casa, otras que se aleje corriendo y desaparezca. Y es inevitable pedalear con él, tratar de calmarle, avisarle, explicarle, acunarle. Ammaniti logra, como no había visto antes, plantear de forma convincente y real, muchos de los conflictos de la edad del despertar, y en ningún momento su inocencia o su lenguaje, nos deja atrás, sino que no deseamos, al final, ningún otro lenguaje que el que sale de un corazón tan tierno todavía, tan limpio y espontáneo. Tan sin miedo aún. Sorprendentemente.
Conmovedora, esta historia atrapa y engulle, y terminársela duele por muchas razones.
Pocos libros recomiendo encarecidamente. Pero este es uno de ellos.
tengo sed…. tengo hambre, mucha hambre ,quiero llenar mis sentidos , engullir y a la vez saborear ,necesito encarecidamente contrarestar la perdida de tiempo, me he anclado en otros menesteres ; pero tampoco tengo miedo y quiero ponerme al dia.
aeg